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—¡Sólo una casa! Eavan, eso no fue lo que dijiste la primera vez que la viste. Dijiste que era<br />

la casa perfecta para ti. Dijiste que tenías que tenerla. Dijiste que después de haberla visto no<br />

podrías ser feliz en otra parte. No es sólo una casa. Es todo.<br />

—Glenn, es una casa.<br />

—No vamos a venderla —concluyó él.<br />

—Escúchame —le dijo ella con urgencia—. El precio de las casas en Howth se ha disparado<br />

desde que compramos la nuestra. Podemos venderla y comprar algo más pequeño. Tal vez<br />

fuera de la ciudad. De esa manera podríamos ahorrar dinero y no tendríamos que<br />

preocuparnos.<br />

—No seas ridícula —le espetó Glenn—. Hemos trabajado mucho para conseguir esta casa<br />

y vamos a conservarla. Es nuestra mejor inversión. Podemos pedir dinero utilizándola como<br />

aval.<br />

—Y entonces tal vez un día nos la embarguen, con lo que igualmente la perderíamos —<br />

exclamó Eavan.<br />

—No permitiré que eso suceda. —El tono de Glenn se había vuelto severo.<br />

Se quedaron en silencio.<br />

—Vale —aceptó ella al fin—. No tenemos que venderla todavía. Pero creo que lo mejor será<br />

que empiece a buscar trabajo.<br />

—No.<br />

—¿Por qué no? —preguntó—. Sabes que las mujeres tienen mucha más movilidad laboral.<br />

Puedo utilizar un teclado, contestar teléfonos, lo que sea.<br />

—Yo conseguiré un trabajo —dijo él—. Me está llevando tiempo, pero lo conseguiré. Y no<br />

permitiré que tú salgas a buscar un empleo, como si yo fuera un inútil.<br />

—Glenn, sabes que no pienso eso. —Eavan se acercó para abrazarlo, pero él se apartó de<br />

ella hasta que se detuvo, con los brazos en el aire.<br />

—Supongo que tienes más posibilidades —comentó—. Eres más joven.<br />

—Tengo treinta y ocho años —le recordó Eavan—. Tendré que competir por trabajos<br />

mediocres de oficina con niños recién salidos de la universidad. Pero lo haré si es necesario.<br />

—¿Y qué pasará con Saffy mientras tú estás trabajando? —preguntó él.<br />

Ella se encogió de hombros.<br />

—Si tú no has encontrado trabajo, entonces puedes cuidarla tú.<br />

—Lo tenías todo planeado, ¿verdad?<br />

—¡Por supuesto que no! —Lo miró suplicante—. Vamos, Glenn. Deja de ponerte a la<br />

defensiva. Estas cosas pasan. Los tipos de Trontec son unos bastardos, pero no tienen por<br />

qué arruinar nuestras vidas.<br />

—No hace falta —contestó Glenn amargamente—. Me las estoy arreglando para hacerlo yo<br />

solo.<br />

Eavan se mordió el labio. Una lágrima rodó por su mejilla, pero no se molestó en<br />

enjugársela. Cayó sobre una de las pulidas baldosas de granito. Quería ayudarle, quería ser<br />

positiva. Quería acercarse y abrazarle y decirle que no importaba lo que pasara porque se<br />

tenían el uno al otro (y él no estaba bebiendo, ni tenía una amante, aunque, por supuesto,<br />

nunca jamás le permitiría saber que ella había pensado que tuviera una). Pero tenía la horrible

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