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—Lo de la edad es tan estúpido —comentó Trinny—. Jo, eres de lejos la más glamurosa de<br />

todas, apuesto lo que sea a que al final de la noche tendrás a algún hombre comiendo en tu<br />

mano.<br />

—Todos estaremos comiendo con las manos —intervino Claire. Tomó un sorbo de su copa<br />

de vino y paseó la vista por la multitud. Como se temía de antemano, las mujeres eran jóvenes,<br />

delgadas y muy, muy atractivas. Muchos de los hombres también eran atractivos, aunque<br />

había unos cuantos que no parecía que se hubieran arreglado mucho, mientras la mayoría de<br />

las mujeres se habían empleado a fondo. Había escotes profundos, vestidos cortísimos y<br />

calzados con los que parecía imposible andar. Aunque tampoco sus sandalias eran mucho<br />

mejores en el capítulo comodidad. Ya le dolían los pies por la falta de costumbre de llevar<br />

tanto tacón.<br />

Sonó una campanilla y un atractivo hombre con esmoquin les dio la bienvenida al evento. Les<br />

dijo que se llamaba Chris y que era el organizador, y que era hora de pasar al comedor. Les<br />

pidió que esperaran a ser acompañados a sus mesas.<br />

Linos camareros vestidos con chaquetas color granate y con gafas de visión nocturna<br />

aparecieron de la nada y comenzaron a conducir a la gente hacia el comedor a oscuras.<br />

—Por Dios —murmuró Celia—. ¡Estamos en una película de la CIA! En cualquier momento<br />

Tom Cruise o Ben Affleck descenderán del techo con fusiles AK47 colgados del hombro.<br />

—Por aquí, señora —dijo un camarero.<br />

—Hasta luego —susurró Trinny mientras se alejaba de ellas.<br />

—Me siento como si fueran a llevarme a la guillotina o algo así —comentó Petra, que fue la<br />

siguiente.<br />

Cinco minutos después acompañaron a Claire a la sala, que estaba totalmente a oscuras,<br />

sin un resquicio de luz. Claire no había esperado que la oscuridad fuera tan absoluta. Puso las<br />

manos delante, temerosa de tropezar con una silla o chocar con una mesa, y todavía más de<br />

tocar a alguien sin querer. El camarero la guió hasta su silla y le dijo a la gente que había<br />

llegado Claire, y que se presentaran.<br />

Ella no podía ver nada. Se sintió totalmente sola cuando la oscuridad la envolvió. A pesar de<br />

que oía el murmullo de las conversaciones a su alrededor, el sonido más alto que percibía era<br />

su corazón martilleándole en el pecho.<br />

—¿Hay alguien ahí? —preguntó con cautela.<br />

—Sí, yo —respondió una voz femenina desde el otro lado de la mesa—. Me llamo Tanya.<br />

—Claire —se presentó ésta.<br />

—Amy —dijo otra voz.<br />

—¿Hay algún hombre? —preguntó Tanya.<br />

Se hizo un silencio absoluto.<br />

—¡Mierda! —exclamó Amy—. ¡Estamos en una mesa de chicas!<br />

—No —se oyó una voz masculina a la izquierda de Claire, y ella estuvo a punto de dar un<br />

bote de dos metros—. Estoy yo.<br />

—Bueno, pues ándate con cuidado —dijo Tanya—, porque si eres el único hombre, estás en<br />

serios apuros.<br />

Hubo un revuelo alrededor de la mesa y Claire se dio cuenta de que en realidad había más<br />

gente.

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