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vuelves a tener una reacción.
—¿Cómo sabes todo esto? —La voz de Nate estaba recuperando la fuerza.
—Soy la mujer de un médico —contestó Claire—. ¿Lo habías olvidado?
—Me alegro. —Nate sonrió débilmente—. No hubiera sido bueno para el negocio... morir...
en la puerta de tu casa.
Claire le devolvió la sonrisa, pero estaba concentrada en el sonido de su respiración y en
comprobar que no estuviera aumentando los jadeos o desarrollando una erupción. Confiada de
que Nate estaba comenzando a recuperarse fue a la puerta principal. La ambulancia acababa
de aparcar delante y dos paramédicos se apresuraban por la escalera.
—¿Shock anafiláctico? —preguntó uno.
—Está en el jardín de detrás —les indicó Claire—. Le he puesto una dosis de EpiPen y creo
que se está recuperando.
Los paramédicos fueron hacia la cocina y Claire estaba a punto de seguirlos cuando vio a
Georgia corriendo a toda velocidad por la calle.
—No pasa nada, no pasa nada —la tranquilizó Claire mientras la chica subía los escalones
de dos en dos y casi se chocaba contra ella—. Todo está bien.
A Georgia se le veía la cara pálida debajo de sus pecas veraniegas.
—He visto la ambulancia —jadeó—. Creía... creía...
—No ha pasado nada —repitió Claire y abrazó a su hija—. No hay nada por lo que
preocuparse. Nate ha tenido una reacción alérgica a algo que ha comido, pero ya está bien, te
lo prometo.
Georgia se quedó inmóvil, abrazada a su madre hasta que Claire la apartó de la puerta para
dejar pasar a los paramédicos que llevaban a Nate Taylor a la ambulancia.
—Se pondrá bien —le dijo uno de ellos—. Lo llevamos al hospital Beaumont. ¿Quiere venir?
—No, no —contestó Claire rápidamente—. No somos... no soy. —Miró a Nate—. ¿Quieres
que llame a Sarah?
Él negó despacio con la cabeza.
—No, ya lo haré yo desde el hospital —le dijo.
—¿Estás seguro? —le preguntó Claire.
—Sí. —Nate fue firme—. No quiero asustarla. Ya estoy bien.
—Sin duda parece que estás bien —intervino el paramédico—, pero igualmente te llevamos
al hospital, amigo, para que te echen un ojo durante un rato.
—Gracias. —Las palabras de Nate iban dirigidas a la vez a Claire y a los paramédicos.
Cuando lo subieron a la ambulancia, Georgia apretó la mano de Claire.
—¿Podemos entrar? —La voz de Georgia todavía era temblorosa y Claire la miró con
nerviosismo.
—¿Estás bien? —le preguntó mientras cerraba la puerta y la conducía a la cocina.
—Ahora sí —contestó la chica—. Me he llevado un buen susto, mamá. Cuando he visto la
ambulancia, creía... no sabía qué pensar. —Se frotó los ojos con las palmas de las manos—.
Yo...
—Está bien —la cortó Claire y volvió a abrazarla—. Yo también me hubiera asustado.