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—Te lo prometo —le aseguró, rascándole en su sitio preferido, bajo la mandíbula—. Más<br />

tarde.<br />

El perro se alejó disgustado y se dejó caer en su cesta. Antes de enchufar la tetera, Claire<br />

abrió la puerta de la cocina para que entrara un poco de aire.<br />

El sonido del timbre, alto e insistente para que pudiera oírse tanto en la casa como en el<br />

jardín, le hizo dar un salto. Fue descalza hasta la entrada, comprobó por la mirilla quién<br />

llamaba, y abrió la puerta.<br />

—Hola, Eavan —saludó—, ¿qué te trae por aquí?<br />

—¿Ésa es la bienvenida que me das? —Eavan Keating arqueó una ceja y miró curiosa a su<br />

amiga con sus ojos azules.<br />

—Lo siento —dijo Claire—. No quería sonar poco acogedora. Es sólo que hacía mucho que<br />

no te pasabas por aquí.<br />

—Porque siempre estás demasiado ocupada. —Había una nota de desaprobación en la voz<br />

de Eavan.<br />

—Eavan ya sabes cómo son las cosas en Locum Libris —explicó Claire—. ¡Siempre hay<br />

mucho que hacer y poco tiempo para hacerlo!<br />

—Ajá. —Eavan era escéptica.<br />

—¡Es la verdad! —insistió Claire enfatizando con la cabeza, de forma que unos mechones<br />

color canela tostada le cayeron sobre la cara; ella se los apartó con impaciencia—. Están a<br />

punto de sacar un texto sobre el efecto de una maldita bacteria en el intestino y me está<br />

costando un infierno acabarlo. Tengo una pila de papeles del tamaño del Everest en mi mesa y<br />

sé que, cuando abra mi correo, habrá más cosas incomprensibles esperándome.<br />

—Trabajas demasiado —comentó Eavan— y no te pagan bien.<br />

—Pero se portan bien conmigo —apuntó Claire—. Me dejan tener mi propio horario y<br />

trabajo desde casa... Me conviene.<br />

—Eres demasiado blanda con ellos, ¿lo sabías? —El tono de Eavan era de broma—. Pero<br />

bueno, yo he venido para decirte que hemos quedado para tomar algo más tarde. Con el grupo<br />

del club. Y no digas que no puedes venir. Tu excusa es siempre que tienes que quedarte en<br />

casa por Georgia, así que ahora que estará un mes fuera, podrás entrar y salir un poco.<br />

Claire la miró dubitativa.<br />

—Saldré y entraré —dijo—, pero no estoy segura de lo de esta noche. Tengo un montón de<br />

cosas pendientes y necesito ponerme al día.<br />

—Tendrás todo el fin de semana para ponerte al día.<br />

—Es que... —Mientras charlaban, Claire había servido el agua que había calentado en unas<br />

tazas, retirado las bolsitas de té y después las había echado a la basura. Abrió la puerta de la<br />

nevera y sacó un cartón de leche—. Sabes que adoro a la gente del club, Eavan, pero tengo la<br />

sensación de que ya no tengo nada en común con ellos.<br />

—Eso es una tontería, y lo sabes.<br />

—No es ninguna tontería —se reafirmó Claire mirando a su amiga—. No puedo jugar, así<br />

que no participo en los partidos ni nada. Tengo la sensación de que ya no puedo pasarme por<br />

allí como solía hacerlo antes.<br />

—Puedes jugar —la contradijo Eavan—. Quizá no tan bien como antes, pero puedes.

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