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del abdomen todavía se le veía la cicatriz de la cesárea (aunque ya habían pasado catorce<br />

años). Y, claro, estaba también la cicatriz más reciente de la operación de la rodilla, y otras<br />

pequeñas marcas en las piernas que todavía eran dolorosamente visibles. Cogió su camiseta y<br />

su pantalón de chándal. Mejor esconderlo todo, pensó. La mayoría de la gente tenía mejor<br />

aspecto con ropa. Claire nunca había acabado de comprender el atractivo de las playas<br />

nudistas.<br />

Sin lugar a dudas, cualquiera que estuviera remotamente preocupado por su aspecto,<br />

tendría una crisis sólo con pensar en mostrarse como Dios lo trajo al mundo para que la gente<br />

lo viera.<br />

Phydough continuaba mirándola mientras ella se ataba las zapatillas y comprobaba que no<br />

le rozaban en las ampollas. El perro se apresuró escaleras abajo y esperó impaciente en la<br />

puerta a que Claire conectara la alarma y cogiera las llaves de la mesita de la entrada.<br />

—Tranquilo —exclamó cuando Phydough la arrastró por el caminito del jardín y se dirigió de<br />

inmediato hacia la playa—. ¡Phydough! ¡Mis talones!<br />

Estaba bien entrenado, pero también entusiasmado por salir a pasear. Claire dejó que la<br />

llevara calle abajo hacia la playa. El paseo ajardinado del lado norte de la bahía estaba<br />

atestado de gente aprovechando el cambio de tiempo. Claire mantuvo firmemente cogida la<br />

correa de Phydough, ya que era consciente de que había más perros paseando por la zona.<br />

No habían sacado al perro aquella mañana, como solían, por la partida de Georgia, y ahora a<br />

Claire le estaba costando controlarlo. No tenía pensado dar un paseo muy largo, pero se<br />

sentía culpable, y decidió que las bacterias podían esperar, mientras que Phydough<br />

necesitaba con urgencia hacer ejercicio.<br />

—Iremos a Dollymount —le dijo—, allí podrás correr en las dunas.<br />

«¿Qué oirá cuando le hablo? —se preguntó—. ¿Sólo un revoltijo de sonidos o cada palabra<br />

le sonará diferente? Y si entiende paseo, siéntate y no, ¿cómo puede ser que no entienda<br />

otras palabras?»<br />

La brisa, que soplaba desde el sur en lugar de desde la bahía, como siempre, era cálida.<br />

Claire sintió cómo se iba animando mientras acomodaba su paso al del perro. Había pasado<br />

demasiado rato delante del ordenador y le dolía el cuello. Era bueno estirar las piernas y<br />

caminar al aire libre.<br />

Sin embargo, cuando llegaron a las dunas, tenía las piernas cansadas, y el tobillo empezaba<br />

a dolerle un poco. Se quitó las zapatillas y los calcetines y caminó sobre la arena todavía<br />

húmeda, mientras que Phydough corría entusiasmado por las dunas.<br />

En el momento en que dejó de intentar seguir el ritmo del perro y se echó en la punzante<br />

hierba sonó su móvil.<br />

—¡Hola, mamá! —saludó Georgia—. ¿Qué tal?<br />

—Muy bien —contestó, feliz de escuchar la voz de su hija—. ¿Cómo estás tú? ¿Cómo es<br />

eso?<br />

—¡Es estupendo! —exclamó Georgia—. Robs y yo compartimos habitación en una casa<br />

preciosa. Es un poco Laura Ashley, pero muy mona. Sive y Emma también están alojadas<br />

aquí. El resto del grupo está en una casa, a cinco minutos. ¿Has recibido mi mail?<br />

—Claro —respondió Claire—. Muchas gracias por mandarlo.<br />

—El tiempo aquí es increíble —continuó Georgia—. Esta tarde nos hemos registrado y esas

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