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que ni siquiera podía caminar con zapatos de tacón. Nunca le había pasado nada así en la<br />

vida. No le había pasado con Bill.<br />

No pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla.<br />

—Eh, venga. —Él le pasó el brazo por los hombros—. No hay necesidad de eso.<br />

—Lo siento —gimió ella.<br />

—No ha sido tu culpa —dijo él—. Y la pintura se puede arreglar. Sé que se puede.<br />

—Sí —farfulló Claire frotándose los ojos y haciendo que se le corriera la sombra dorada y el<br />

rímel color moca por las mejillas—, pero costará casi lo mismo que volver a pintarla.<br />

—No te preocupes —la tranquilizó él—. Estoy seguro de que se puede arreglar.<br />

—Las cosas no se arreglan solas —objetó ella—. Hay que trabajar para que eso suceda. Y<br />

no hay nada que yo pueda hacer.<br />

—Tú no puedes arreglarlo todo —le dijo él—. Otra gente puede hacerlo. Deja que lo hagan.<br />

—¿Y qué pasará cuando reciba un factura por Dios sabe cuánto? —preguntó ella—. No<br />

estoy en la ruina, Nate, pero tampoco me puedo permitir gastar miles de euros en cuadros<br />

empapados en vino.<br />

Él se echó a reír.<br />

—No costará miles de euros. Por favor deja de preocuparte. —Le apretó el hombro—.<br />

Venga. Vamos a comer algo y a olvidar todo esto por un rato.<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—No tengo hambre.<br />

—¿Quieres pues que vayamos a tomar algo?<br />

—No —contestó ella—, para ser sincera, sólo quiero irme a casa.<br />

—Por supuesto —dijo Nate—. Vamos a coger un taxi.<br />

—No —negó ella otra vez.<br />

Él se frotó la nariz.<br />

—No me gustan los taxis —explicó Claire—. No me gusta ir en coche. Es... que yo... —Se<br />

estremeció bajo su abrazo—. No puedo.<br />

Comenzó a llorar de nuevo, pero esa vez con fuertes sollozos.<br />

—Mira, ha sido muy amable por tu parte invitarme a salir, pero... pero... soy la persona<br />

equivocada. No cojo taxis y no salgo con gente.<br />

Él no dijo nada, pero la dejó llorar sin restricciones. Nate le apartó el brazo de los hombros<br />

mientras ella hurgaba en su bolso en busca de un pañuelo, que utilizó para restregarse los ojos<br />

y sonarse la nariz.<br />

—A pesar de todo —le dijo— tenemos que volver a casa. Cojamos otra vez el tren. No hay<br />

problema.<br />

Ella asintió. Caminaron juntos hasta la estación y esperaron en silencio los cinco minutos que<br />

tardó en llegar el tren. Bajo la agresiva luz blanca del vagón, las manchas del vestido de Claire<br />

parecían aún peores. Se vio reflejada en la ventanilla, se le habían corrido la sombra y el rímel.<br />

Intentó restregárselo con el pañuelo, pero sólo consiguió extenderlo más.<br />

Cuando se bajaron del tren, Nate fue caminando hacia su casa con ella. Una vez más iban<br />

en silencio. Claire agradeció que comprendiera que no quería hablar. Que tratar de mantener

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