Fundamentos Teóricos
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ideología que subraya la superioridad masculina<br />
sobre la femenina, se dictan las conductas<br />
que cada sexo debe desplegar y los<br />
valores a seguir establecidos por el grupo<br />
dominante. Millet señala que estas actitudes<br />
sexistas, han moldeado una “[...] ingeniosa<br />
colonización interior más resistente<br />
que cualquier tipo de segregación y más<br />
uniforme, rigurosa y tenaz que la estratificación<br />
de clases” (p.33). Esta relación de<br />
poder y dominio sexual se legitima a través<br />
de la autoridad en lo legal, cultural y social,<br />
donde un sexo está subordinado al otro,<br />
como señala Hierro (1989), la desigualdad<br />
está sexualizada. Sin embargo, el poder<br />
nunca es total ya que su ejercicio genera resistencia.<br />
A este respecto Hearns y Parkins<br />
(1987) indican que la resistencia se manifiesta<br />
en la dialéctica del poder, que incluye<br />
las siguientes características:<br />
• Poder 1. El poder crea impotencia.<br />
• Poder 2. La impotencia creará resistencia.<br />
• Poder 3. La resistencia puede ser un poder<br />
potencial.<br />
• Poder 4. El poder potencial puede crear la<br />
resistencia del poderoso.<br />
Ver así el poder nos permite pensar en<br />
que la resistencia es una manera activa de<br />
enfrentarse a él, como señalaban Oliveira<br />
y Gómez (1989); y en el caso del hostigamiento<br />
sexual nos induce a pensar formas<br />
de resistencia que actúen como procesos<br />
de cambio. Ejemplo de ello son las denuncias<br />
del movimiento feminista en torno a<br />
este y otros actos de violencia en contra de<br />
la mujer, las campañas de concientización<br />
sobre estos actos, las diversas iniciativas de<br />
132 • CAPITULO III<br />
ley que se proponen como formas de regulación,<br />
así como la intervención a nivel individual<br />
para enseñar a las mujeres a enfrentar<br />
el problema cuando se les presenta<br />
(GarcíayBedolla,1989).<br />
• La sexualidad y la subordinación femenina<br />
Como ya se ha venido mencionando, la subordinación<br />
de las mujeres se expresa en muchos<br />
campos, donde se observa cómo los<br />
hombres se aprovechan de su predominio<br />
social para imponer sus deseos y sus intereses.<br />
Este dominio se expresa también en la<br />
sexualidad (Oakley,1977; Farrugia,1983). A<br />
las mujeres se les educa dentro de un código<br />
sexual en donde su propio cuerpo se desconoce<br />
y no le pertenece, mientras que a los<br />
hombres se les educa a que su deseo no puede<br />
ser cuestionado, por lo que es difícil que acepten<br />
un rechazo.<br />
Se puede decir que el destino femenino y<br />
su sexualidad han estado dirigidos y controlados<br />
generalmente, para los requerimientos<br />
culturales y de satisfacción erótica masculina<br />
(Hierro,1985; Millet, 1975); factores que<br />
han permitido el sometimiento femenino al<br />
papel de madres, esposas y amantes.<br />
Hearn y Parkin mencionan que la<br />
sexualidad es política, vinculada a acciones<br />
y actividades de poder, lo que es claro<br />
cuando se traslapa con la violencia (violación<br />
y hostigamiento sexual, abuso de<br />
menores, pornografía); presentándose<br />
también en la conducta ordinaria de las<br />
personas. Tanto el poder como la sexualidad<br />
operan y se interrelacionan en varios<br />
niveles a través de una dinámica comple-