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Alejandro De Oto María Marta Quintana

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desvele como relación social, tanto para el colonizador como para el colonizado,<br />

sino que se desarrolla, en los términos necróticos de Mbembe, como un poder<br />

sin limitación que despliega el acto último de la soberanía como gasto final,<br />

total, sin retorno 10 .<br />

<strong>De</strong> esta manera, la fórmula de Adler modificada por Fanon pone en escena<br />

dos problemas. Por un lado, el factor concreto de la dominación colonial en la<br />

cual las prácticas exceden de lejos a las formas sublimadas de la subordinación<br />

de los discursos coloniales y civilizatorios. No hay en la fórmula sino un acontecer<br />

persistente de eventos en una dimensión que podríamos llamar descriptiva.<br />

Por otro lado, pone en acto el juego de múltiples espejos que sobre la sombra de<br />

las vidas coloniales se cierne: sobre la figura del blanco porque en ella se muestra<br />

a rajatabla el modo de la colonialidad, quitando de escena el hecho de su pertenencia<br />

al bestiario, a lo bestial, tal como lo piensa <strong>De</strong>rrida para la soberanía<br />

en occidente y desplegada en la metáfora de la bestia; del lado del colonizado<br />

porque la constante “blanco” de la fórmula sólo permite su apreciación como<br />

resto no consumado de humanidad, o, lo que es lo mismo, en estado de latencia<br />

animal. <strong>De</strong> este modo, la animalización acontece en la tensión entre el olvido<br />

de lo animal que representa la figura del “blanco” y el horror de encontrar naturaleza<br />

animal en los colonizados (en los negros, pero no sólo en ellos). En otras<br />

palabras, el sujeto de la soberanía habla como si lo animal no ocurriera en él<br />

y deposita en el “estado de naturaleza” colonial todos sus temores.<br />

El pasaje al bestiario es muy corto. No obstante, lo interesante del proceso,<br />

y en este caso más allá de las formas escépticas que de algún modo recorren las<br />

visiones de Mbembe, es que el carácter entrecruzado de estas historias hace<br />

que ocurran varias cosas: en primer lugar, que se despliegue una práctica diferencial<br />

en los sujetos colonizados, afectados en función de ese poder soberano<br />

necrótico, ya sea en cualquiera de las formas de supervivencia o en la astucia de<br />

la supervivencia que se manifiesta en la copia llevada al paroxismo. En segundo<br />

lugar, una práctica discursiva y pragmática del colonialismo que mantiene en<br />

El fauno/ <strong>De</strong> <strong>Oto</strong> y <strong>Quintana</strong><br />

10/ Esta referencia está directamente vinculada<br />

a la distinción que Mbembe asume en<br />

su artículo entre la noción de soberanía<br />

como gasto total (total expenditure) de<br />

Bataille y la versión hegeliana tamizada<br />

por el acto del reconocimiento. La versión<br />

de Bataille en un punto se remonta contra<br />

la propia lógica económica del recurso<br />

natural renovable que en el caso hegeliano<br />

parece estar vinculado a un orden moral<br />

en el que el reconocimiento (y por lo tanto<br />

el interés mutuo) detiene la muerte en el<br />

último segundo. Este aspecto lo desarrollamos<br />

con una breve reseña en la nota<br />

siguiente.<br />

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