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Alejandro De Oto María Marta Quintana

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de lo histórico, comprendido como prácticas que pueden ser diferenciales y que<br />

de hecho lo son, se salen de cuadro con la consecuencia (quizás, indeseada) de<br />

allanar “continuidades” que si no están debidamente justificadas en términos<br />

históricos, lo estarán en términos ontológicos. En este sentido, consideramos<br />

que una figura como la del homo sacer acaba encubriendo peculiaridades culturales<br />

e históricas, y convirtiéndose en un paradigma explicativo no exento de<br />

“violencia epistemológica”.<br />

Profundicemos lo anterior. A nuestro juicio la primera derrota analítica<br />

que se vuelve evidente cuando la historia como correlación de prácticas diferenciales<br />

se deja de lado, radica en abdicar de la “heterogeneidad”. Heterogeneidad<br />

de las propias prácticas y de las tramas conceptuales que se despliegan para dar<br />

cuenta de ellas. Sabemos que Foucault fue un pensador de la historia en el que<br />

cada región de su metodología estuvo habitada tanto por los procedimientos<br />

repetitivos en los que muchas veces se despliega la vida en las sociedades, como<br />

por los acontecimientos y disrupciones dentro de esas secuencias múltiples<br />

que las organizan. En ese sentido, no se duda del alcance de sus reflexiones y<br />

los campos de investigación que abrieron; ese no es el punto de discusión.<br />

Nuestra sospecha, y a largo plazo exigencia, se dirige al hecho de que para lograr<br />

comprender conceptualmente el alcance de prácticas regulatorias de la vida<br />

producidas en el mundo moderno, aun en la “larga duración” y en la espacialidad<br />

de la modernidad –asumida aquí en la versión del giro descolonial que la<br />

piensa desde el siglo xv en adelante y con el colonialismo/colonialidad como<br />

su matriz definitoria–, es necesario apartarse con carácter procedimental de<br />

cada concepto o categoría que tienda a resumir lo complejo a una breve articulación.<br />

En este aspecto, la operación sobre la figura del homo sacer no es<br />

sino una muestra de las tantas que pueblan la teoría política y jurídica y que, a<br />

nuestro entender, evitan convocar al debate teórico al colonialismo y sus secuelas,<br />

esto es, la colonialidad 4 . Ahora bien, esto no implica que, por ejemplo, el<br />

nazismo y el colonialismo del siglo xv deban ser equiparados. En otras palabras,<br />

si bien el carácter mortífero de la sociedad concentracionaria probablemente<br />

encuentre vínculos con prácticas que sin tener el mismo carácter, densidad y<br />

4/ Como hemos señalado en otras oportunidades,<br />

a propósito del término colonialidad<br />

seguimos la distinción analítica<br />

propuesta por Aníbal Quijano –asumiendo<br />

los riesgos de operar una reducción de<br />

la heterogeneidad de los procesos coloniales.<br />

Mientras el término colonialismo<br />

hace referencia a los procesos históricos<br />

que producen la subordinación política,<br />

cultural y económica de una sociedad con<br />

respecto a una metrópolis, colonialidad<br />

refiere al patrón de poder que emerge en<br />

relación con el colonialismo moderno y<br />

que perdura, incluso, una vez que la relación<br />

de sometimiento (explícito) desaparece.<br />

Por consiguiente, la colonialidad es<br />

aquello que aún hoy sobrevive como efecto<br />

de inscripción del poder colonial sobre los<br />

cuerpos y narrativas.<br />

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