Alejandro De Oto María Marta Quintana
Alejandro De Oto María Marta Quintana
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«Ni hombre ni bestia» algo en el medio. Este argumento de Sartre, heredado<br />
de Fanon, y en función de pensar el momento en el que la rebelión comienza<br />
su existencia histórica aporta a nuestro juicio más elementos para pensar<br />
el problema de la colonialidad, la soberanía y sus despliegues. En un punto,<br />
puede fungir como la clave para comprender la función exacta de las palabras<br />
del bestiario colonial, su eficacia performativa. Cazar a la bestia, al indígena,<br />
animalizarlo, no son subproductos retóricos de un significado renuente, sino,<br />
muy por el contrario, expresiones precisas para disposiciones también precisas<br />
de los cuerpos y las poblaciones. Con esto se pretende apuntar a que si bien la<br />
conceptualización de la soberanía se estructura en torno de las metáforas del<br />
bestiario, pues al menos desde Hobbes el soberano es un “animal artificial”,<br />
una bestia capaz de devorarse, incluso, aun aquello que debe garantizar, esto<br />
es, la paz, la metáfora, si bien constituye un elemento fundamental (y caro a)<br />
de nuestro sistema conceptual, no debe ocluir las dimensión de las prácticas<br />
concretas, es decir, la trama de la representación sobre la política del cuerpo.<br />
En otras palabras, una cosa es hablar del “reptil amarillo” y otra, practicar<br />
la cacería del mismo. En este sentido, la metáfora no sería una mera cuestión<br />
de palabras, sino de conceptos –en este caso, del “otro” colonial 12 . Pues en<br />
este terreno, de lo colonial y de la colonialidad, es importante observar que<br />
el lenguaje para referir al otro cede del terreno de la poética, de la retórica y se<br />
vuelve literal. Tal observación, que podrá parecer obvia en más de un sentido,<br />
sin embargo, viene a cuento de ciertas discusiones acerca de cómo se redujo –o<br />
se reduce– a ciertas poblaciones recurriendo a metáforas que persiguen consolidar<br />
su sub-humanidad con fines de dominación, y lo que se advierte es el riesgo<br />
de permanecer rumiando el problema en visiones humanistas.<br />
El aspecto complejo del asunto es que la economía del discurso, su circulación,<br />
encuentra límites para continuar reproduciéndose. En este aspecto, la<br />
escritura de Fanon oscila en una dimensión ambivalente. Al mismo tiempo que<br />
late en ella el recurso del reconocimiento por una razón económica que parece<br />
impedir la aniquilación en el último momento, tal como lo expone Sartre en el<br />
El fauno/ <strong>De</strong> <strong>Oto</strong> y <strong>Quintana</strong><br />
12/ Al respecto, si se atiende a la política colonial,<br />
el orden metafórico conceptual alude a<br />
todo un “aluvión zoológico”, a una zoopolítica.<br />
En este punto, cabe releer a Fanon: «A<br />
veces ese maniqueísmo llega a los extremos<br />
de su lógica y deshumaniza al colonizado.<br />
Propiamente hablando lo animaliza. Y, en<br />
realidad, el lenguaje del colono, cuando<br />
habla del colonizado, es un lenguaje zoológico.<br />
Se alude a los movimientos de reptil<br />
del amarillo, a las emanaciones de la ciudad<br />
indígena, a las hordas, a la peste, el pulular,<br />
el hormigueo, las gesticulaciones. El colono,<br />
cuando quiere describir y encontrar la<br />
palabra justa, se refiere constantemente<br />
al bestiario. El europeo raramente utiliza<br />
“imágenes”. Pero el colonizado, que comprende<br />
el proyecto del colono, el proceso<br />
exacto que se pretende hacerle seguir,<br />
sabe inmediatamente en qué piensa.<br />
Esa demografía galopante, esas masas<br />
histéricas, esos rostros de los que ha desaparecido<br />
toda humanidad, esos cuerpos<br />
obesos que no se parecen ya a nada, esa<br />
cohorte sin cabeza ni cola, esos niños que<br />
parecen no pertenecer a nadie, esa pereza<br />
desplegada al sol, ese ritmo vegetal, todo<br />
eso forma parte del vocabulario colonial»<br />
(Fanon 2007, p. 37). Ahora bien, de la cita<br />
se podría inferir que el rasgo metafórico<br />
de los conceptos allana el efecto de condensación,<br />
enfatizando algunos aspectos y<br />
escamoteando otros; por ejemplo, la incapacidad<br />
de agencia de los«reptiles tirados<br />
al sol». Estos efectos metonímicos de desplazamiento<br />
(la horda, la peste, etc.) refuerzan<br />
la imaginería zoológica y cumplen<br />
funciones simbólicas. En esta dirección,<br />
podríamos inferir que el “descriptivismo”<br />
zoológico se empalma con un “espíritu<br />
naturalista” que dispone a los sujetos colonizados<br />
en el continuum de la animalidad/<br />
naturaleza y de su consiguiente incapacidad<br />
de soberanía.<br />
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