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UNIDAD 5

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TEORÍA GRAMATICAL IV<br />

Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil<br />

comentando "verdades eternas", como, por ejemplo, las de un libro de filosofía, el presente se da casi por<br />

supuesto y no necesita ser mencionado expresamente. Además, tampoco es totalmente justo considerar a este<br />

respecto sólo el presente. Según la perspectiva de la exposición, junto al tiempo guía, el presente, aparecen<br />

también los otros tiempos del mundo comentado.<br />

En cuanto al presente de las "verdades eternas", o de la "definición", como más acertadamente lo denomina<br />

Benvenieste 30 , puedo limitarme al ejemplo que las gramáticas citan hasta la saciedad: la tierra gira alrededor del<br />

sol. Según Ferdinand Brunot, esta oración designa una "acción fuera del Tiempo"; por eso está en el "presente<br />

atemporal" (de Tiempo), incluso cuando el contexto, por ejemplo, una oración principal, está en un tiempo de la<br />

narración 31 . Tras esta explicación se alberga la idea de que lo que se halla fuera del Tiempo no puede hacerse<br />

pasado. Y tras esto, a su vez, puede suponerse la doctrina platónica de que el ser fuera del Tiempo es un grado<br />

más distinguido del devenir en el Tiempo. Lo curioso de la cuestión es que haya de ser el movimiento de los<br />

astros, del que Platón y sus seguidores derivan el Tiempo, el ejemplo normalizado del empleo del "presente<br />

atemporal" en las "verdades eternas".<br />

[...] Naturalmente, las oraciones que contienen metáforas temporales adquieren con ello un perfil especial:<br />

quedan destacadas de la narración de la misma manera que las oraciones ya comentadas del estilo directo o del<br />

presente histórico. También, por la misma razón, y de manera análoga, aparecen con una tensión especial. El<br />

narrador abdica por un momento de su papel y aparece como autor. Frente al lector se presenta, pues, más<br />

comprometido.<br />

[...]<br />

Volviendo al sistema metafórico temporal como un todo, insisto una vez más en que hay dos formas<br />

fundamentales de metáforas temporales según la dirección del desplazamiento. Los tiempos narrativos pueden<br />

desplazarse como metáforas a un contexto comentador y los tiempos comentadores pueden desplazarse como<br />

metáforas a un contexto narrativo. Paralelas serán las diferencias de matices. Un tiempo narrativo aporta al<br />

contexto comentador lo peculiar del mundo narrado, lo que diferencia al que narra del que obra: relajamiento,<br />

falta de compromiso, sosiego. Las metáforas temporales de esta clase son por principio menos apremiantes que<br />

las del mundo comentado y limitan en cierto modo la validez del discurso. Cuál sea este modo depende del<br />

contexto semántico. El matiz puede ser de cortesía, modestia, timidez, sencillez o algo análogo.<br />

En sentido opuesto se desplazan los tiempos del comentario que pasan como metáforas a un contexto<br />

narrativo. También llevan consigo un fragmento de su mundo y aportan al relato algo de la tensión, compromiso<br />

y seriedad del mundo comentado. Son más apremiantes que los tiempos de la narración; no limitan la validez del<br />

discurso, sino que más bien la dilatan e insisten sobre ella. Por eso son en todo lo contrario de las metáforas<br />

temporales que se desplazan en la primera dirección. El modo como tensan la narración en cada caso concreto<br />

depende, lógicamente, de la palabra y de su nuevo contorno. También en este caso los matices tienen amplio<br />

campo de acción y el discurso parece en todo caso más directo, más próximo, más verdadero.<br />

Las dos formas fundamentales de las metáforas temporales podemos colocarlas bajo el concepto de como si:<br />

se comenta como si se narrase (con lo que se limita la validez) o se narra como si se comentase (con lo que se<br />

insiste sobre la validez). El lenguaje no sólo gusta de perspectivas, sino también de ilusiones de perspectiva.<br />

30 Bulletin de la Société de Linguistique de Paris 54 (1959), 71.<br />

31 F. Brunot: La Pensée et la Langue, 1922, pág. 210.

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