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Robert Kiyosaki2 – El cuadrante flujo del dinero - Blog de ESPOL

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ROBERT T. KIYOSAKI<br />

Fuimos una <strong>de</strong> las primeras compañías en producir las "carteras <strong>de</strong> playa" <strong>de</strong> nylon y<br />

velcro, <strong>de</strong> colores brillantes. Después <strong>de</strong> ese producto <strong>de</strong>sarrollamos el "bolsillo <strong>de</strong><br />

zapato", una cartera en miniatura, también hecha <strong>de</strong> nylon y velcro, que se sujetaba a las<br />

agujetas <strong>de</strong> los zapatos <strong>de</strong>portivos. En 1978, se puso <strong>de</strong> moda correr y los corredores<br />

siempre querían un lugar don<strong>de</strong> poner sus llaves, el <strong>dinero</strong> que llevaban o las tarjetas <strong>de</strong><br />

i<strong>de</strong>ntificación para el caso <strong>de</strong> que se lesionaran. Por eso diseñé el "bolsillo <strong>de</strong> zapato" y lo<br />

vendí en todo el mundo.<br />

Nuestro éxito fue meteórico y fenomenal, pero pronto la pasión por la línea <strong>de</strong><br />

productos y el negocio se disipó. Comenzó a <strong>de</strong>bilitarse una vez que mi pequeña<br />

compañía comenzó a ser golpeada por la competencia extranjera. Países como Taiwán,<br />

Corea y Hong Kong enviaban productos idénticos al mío y estaban adueñándose <strong>de</strong> los<br />

mercados que habíamos <strong>de</strong>sarrollado. Sus precios eran tan bajos que no había manera en<br />

que compitiéramos. <strong>El</strong>los vendían sus productos al menu<strong>de</strong>o a un precio inferior a nuestro<br />

costo <strong>de</strong> producción.<br />

Nuestra pequeña compañía enfrentó un dilema: combatirlos o unimos a ellos. Los<br />

socios se dieron cuenta <strong>de</strong> que no podíamos enfrentar a la competencia. Las compañías<br />

que estaban inundando el mercado con productos baratos eran <strong>de</strong>masiado fuertes. Se<br />

realizó una votación y <strong>de</strong>cidimos unirnos a ellas.<br />

Lo trágico fue que, para mantenemos a flote, teníamos que <strong>de</strong>spedir a la mayoría<br />

<strong>de</strong> nuestros empleados, leales y trabajadores. Eso me rompió el corazón. Cuando fui a<br />

inspeccionar las nuevas fábricas con las que habíamos contratado la fabricación <strong>de</strong><br />

nuestros productos en Corea y Taiwán, nuevamente me lastimé el alma. Las condiciones<br />

en que esos jóvenes empleados eran obligados a trabajar eran crueles e inhumanas. Vi a<br />

cinco trabajadores apiñados uno encima <strong><strong>de</strong>l</strong> otro, en un espacio en que nosotros sólo<br />

permitiríamos un obrero. Mi conciencia comenzó a torturarme profundamente. No sólo<br />

por los trabajadores que <strong>de</strong>spedimos en los Estados Unidos, sino también por los<br />

trabajadores extranjeros que ahora estaban laborando para nosotros.<br />

Aunque habíamos resuelto el problema financiero <strong>de</strong> la competencia extranjera y<br />

comenzamos a ganar mucho <strong>dinero</strong>, mi corazón ya no estaba en el negocio... y el negocio

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