El legalismo y el mensaje del evangelio Prioridades Evangelio ...

22
Artículos
A Apocalipsis 1:3 declara una bienaventuranza
para: “el que lee, y los que oyen
las palabras de esta profecía, y guardan las
cosas en ella escritas”.
En siglos pasados la iglesia negó al
creyente el acceso a la Biblia, lo que provocó
un período conocido como “período
oscuro”. En aquellos tiempos el único contacto
que tenía el laicado con la Biblia, eran
las citas que hacían los padres o sacerdotes
en las misas que generalmente eran en
latín. Con la aparición de la imprenta en el
1450 d.C., invento que se le atribuye a Johann
Gutenberg, y la impresión del primer
libro, la Biblia de Gutenberg, el panorama
comenzó a cambiar. Hoy cada individuo o
cada familia puede tener a su alcance una
Biblia. La pregunta sería: ¿realmente leemos
la Biblia?
Para muchos de nosotros, la Biblia se
ha convertido en algo más que un libro.
Algunos la tienen como un talismán de
la buena suerte; otros como un libro que
forma parte y se exhibe en una biblioteca
o librero; un libro de recetas al cual ir
en busca de una respuesta a una necesidad
en particular. Pero y entre los cristianos,
¿qué? ¿Qué tiempo le dedicamos
a su lectura o estudio? ¿Sólo la sacamos
los domingos a dar un paseo al llevarla
a la iglesia? ¿Comprendemos la importancia
que tiene este libro para nuestras
vidas? ¿Logramos escuchar la voz de Dios
cuando la leemos? ¿Nos habremos convertido
en una especie de “bibliólatras”?
O por el contrario, ¿consideramos la
M e n s a j e r o A l a B l a n c a e n e r o / f e b r e r o d e 2 0 0 9
Biblia como nuestra guía, brújula, mapa,
regla de fe y conducta?
La poca lectura y el descuido, casi
generalizado, del estudio de la Biblia, es la
razón principal por la que hoy existan tanta
confusión y grupos que dicen tener la verdad.
Muchos son arrastrados a distintas
corrientes de pensamientos pseudocristianos
por no tener una buena base doctrinal.
El apóstol Pablo le advierte a Timoteo que:
“vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana
doctrina, sino que teniendo comezón de oír,
se amontonarán maestros conforme a sus
propias concupiscencias, y apartarán de la
verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2
Timoteo 4:3, 4).
Cuando, como creyentes, nos dedicamos
a una vida devocional y de estudio
de la Biblia, nuestras vidas son prosperadas.
El escritor del primer Salmo pone como
requisito para que seamos prosperados en
todo lo que hagamos y para que demos frutos,
el deleitarnos en la ley de Jehová. (Véase
el versículo 2.) Dios también le dijo a Josué
que para que fuera prosperado en todo, no
debía apartarse del “libro de la ley” (Josué
1:7, 8).
Es correcto que reverenciemos la
Biblia. En primer lugar es la Palabra de
Dios. Además, para que hoy podamos disfrutar
de este bendito libro, muchos hombres
y mujeres de Dios tuvieron que ofrendar
sus vidas. Muchas horas fueron invertidas
por los copistas y escribientes de siglos
pasados para que hoy pudiésemos disfrutar
de este regalo, la Biblia. Pero más que
Por: Josué Ovalle
reveren ciarla, debemos atesorarla, grabarla
en nuestro corazón, comerla, saborearla,
digerirla, y hacer de ella nuestra principal
comida espiritual.
En la analogía que hace el apóstol
Pablo en el capítulo 6 de la carta a los
Efesios concerniente a la armadura del
Espíritu, él llama a la Biblia “la espada del
Espíritu”, y nos aclara que estamos en una
guerra espiritual. Seríamos los más insensatos
si teniendo un arma en medio de
una guerra nos pasáramos el tiempo admirándola
y mirándola en lugar de usarla.
Pero sería aún más peligroso tratar de
usar un arma que no dominemos. Es por
ello que se hace necesario que comencemos
a leer, estudiar y a entrenarnos con
la Biblia, en lugar de sólo reverenciarla.
Dios espera que seamos aprobados “como
obrero que no tiene de qué avergonzarse,
que usa bien la palabra de verdad” (2
Timoteo 2:15).
Por otro lado, muchos no se animan a
leer la Biblia porque no la entienden. Consideran
la Biblia un libro lleno de términos
y situaciones difíciles de comprender.
El apóstol Santiago nos aconseja que: “si
alguno...tiene falta de sabiduría, pídala a
Dios, el cual da a todos abundantemente y
sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).
El Salmo 119:130 dice: “La exposición de
tus palabras alumbra; hace entender a los
simples”. Además, Jesús prometió la ayuda
del Espíritu Santo para “guiarnos a toda
verdad”. ¡El Señor nos ayude a leer más
la Biblia!
¿Reverenciamos
más la Biblia de lo que la leemos?