Los Mayores FRAUDES de la Historia - LimaClara Ediciones

EL TORBELLINO AZOTA LO QUE ENCUENTRA A SU PASO Y
la lluvia arrecia sobre el parque, mientras los añosos pinos
parecen simples juncos doblados por el viento. Se oyen
estruendos de árboles al caer. Sombría noche, llena de relámpagos
y furia salvaje. Momento preferido de los predadores
para salir de caza. Allí, el terror se hace más terror y
el miedo supera los límites del alma, paraliza los sentidos y
el accionar. Miles de aves y animales pequeños presienten
que la tragedia está cerca. El drama rodea, acecha,
mientras sus vidas penden de un delgado hilo llamado
suerte, dado que pájaros y animales, especialmente el
hombre, se encuentran inmersos en la maravillosa y
espeluznante naturaleza. En aquel instante, una centella
iluminó la figura letal de una víbora Yarará que escalaba el
eucalipto que está frente a la ventana del dormitorio
mayor, para pronto perderse en las alturas de la noche.
El viento, el agua, los truenos y relámpagos extendieron
dominios con el andar de las sombras. Por horas, sus
voces llenas de ira impiadosa retumbaron omnipotentes en
todo el espacio. Dentro de la casa, con el temor ancestral
a las fuerzas de la naturaleza y en medio de la feraz
pampa verde, las palabras callan y las acciones se
detienen. En oposición, los pensamientos se aceleran al
unísono con el corazón, que ya está en alocada carrera.
Había llegado la hora del espanto. Luego de una eternidad,
la furia pasó y la paz llegó. Fue menguando lentamente la
calamidad aparente mediante la cual la naturaleza se
purifica y se renueva a sí misma, mellando, a su vez, los
afanes del hombre. A la mañana siguiente, sus huellas
inconfundibles resaltaban por doquier. Pinos, álamos y
eucaliptos derribados; frutales quebrados; gruesas ramas
de altos árboles desgajados; miles de hojas y frutos
cubriendo la alfombra verde, y los trigales encorvados
sobre la tierra. Inerte legado de noche tormentosa.
Al abrir la ventana del dormitorio, Juan Cruz vio el nido
a los pies del eucalipto, destruido y esparcido por la
grama. Era un robusto hogar de adobe que, la primavera
anterior, una simpática pareja de horneros, nacidos aquí y
en otro árbol vecino, construyeron y reconstruyeron tres
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