Los Mayores FRAUDES de la Historia - LimaClara Ediciones

EN MARZO DE 1980 Y EN EL DECURSO DE LA ÚLTIMA
dictadura militar sucedió la presente tragedia, en los
dilatados predios jujeños de aquel empresario que dispone
de numerosas heredades y haciendas y de variados palacios,
uno de los cuales, construido en puro mármol de
Carrara, está a la vera del delta bonaerense.
Dicho terrateniente posee, en el norte, afamados
ingenios azucareros. La mano de obra barata y esclava era
(y es) aportada por humildísimos ex dueños de la tierra, o
sea, los naturales del lugar. Hombres, mujeres y niños trabajando
de sol a sol, cortando caña para la molienda respectiva.
Sus salarios dependían del peso de las cañas cortadas,
las cuales eran pesadas en balanzas a las que solamente
accedían los mandamases. Los pobres, presintiendo
que eran estafados en el pesaje (¡y en todo! 5ta.
generación de servidumbre viviendo, todavía, en
taperas) elevaron sus voces y pidieron que pudiese estar
uno de ellos de contralor en dichas balanzas. En calidad de
respuesta recibieron gas lacrimógeno y garrotes. Cansados
de rogar, y sin más respuesta que la represión de policías
y gendarmes, se fueron a dormir, con sus cuerpos
desnutridos y sus hijos llorosos de hambre y de frío, a sus
chozas de caña, palo y cartón. No pudieron suponer esas
sufridas almas que la desgracia alcanzara las
profundidades aterradoras por venir: de madrugada,
mientras dormitaban entre angustias y dolores del alma,
cayó sobre ellos tormenta huracanada, la que arrojó
montañas de tierra, agua y lodo que los sepultó vivos,
pues acorralados y entrampados entre los terraplenes del
ferrocarril, los muros del cementerio, el canal de riego y
las amenazas y armas de sus opresores, no pudieron
atinar a nada. Al ascender el sol, un helicóptero de
Gendarmería que llevaba a cuatro uniformados (el piloto,
el gobernador militar, el jefe policial) sobrevoló los
montículos que humillan la razón y la vida. El cuarto
uniformado, el vicario castrense, dejó caer gotas de agua
que él presupone bendita, y para expresar no sé qué.
Durante semanas, y de entre el fango, las palas mecánicas
sacaron cadáveres soterrados. Mas el enojo que produjo el
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