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Desquite en
la meseta Hoy es fiesta
Se acaba de reconocer oficialmente que, al menos en
un aspecto, hay dos Españas. El "Boietin Oficial del
Estado" ha hecho buenas las cifras del censo de 1970
que dividen este soleado país nuestro en dos grandes
bloques: ios españoles del campo y los que viven en
ciudades. Las dos Españas—la ciudadana y la rural-?aparecen
aproximadamente con el mismo número de
habitantes cada una del total de treinta y cuatro millones
de seres llamados a convivir sobre esta esquina de
Europa, que—dicen—^es lujo al alcance de extranjeros.
Entre las múltiples facetas
que presenta el desbordante
pluralismo español, por mucho
que quieran homogeneizarpos
a machamartillo quienes
se sienten inc ó m o d o s
ante la variedad, parece fundamental
esta división: españoles
del asfalto y españoles
de la tierra. Un poco españoles
in y españoles out. Algo
así como la España finolis y
la España flamenca frente a
freiite.
Como es sabido, el mapa
nacional presenta, desde el
punto de vista demográfico,
una gran isla en el centro,
que es Madrid. Después, las
pobladas ciudades de la periferia.
Y entre la capital y esos
núcleos de población, la me­
seta, el gran vacío, nuestiro
campo, las tierras para andar
y para ver.
Por estas tierras de andar
y ver cruzan los turistas y
van y vienen los de siemprie:
emigrantes que vuelven y solidados
con permiso, peones
que hacen alto en la venta diel
camino y mozas que han buscado
en el litoral nuevos h(orizontes
para sus vidas. El verano
es época de descanso,
de vacación. Aunque segán
una encuesta del Instituto de
Opinión Pública, el 93 por
100 de los españoles no salé
de vacaciones—sólo el 7 por
100 lo hace con regularidad—•,
pues, según estos datos
de 1965—que han aumentado,
aunque ligeramep- '
—^Yo votaré por el más sincero. Es decir, por el que menos prometa.
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