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La falta de incentivos a la gestión eficiente de los recursos se hace cada vez más relevante en la<br />

medida en que el Estado Nacional asume mayores responsabilidades en materia de ingresos<br />

concentrando funciones, en tanto que el gasto tiende a descentralizarse cada vez más. El<br />

responsable de las erogaciones tiende a eludir las responsabilidades de asignación eficiente del<br />

gasto y a concentrar las presiones para ampliar el techo que le establece el financiador mediante el<br />

esquema de coparticipación.<br />

Las dificultades de acuerdo que ofrece el dictado de una nueva Ley de Coparticipación que tendría<br />

que haberse aprobado durante 1996 ( 6 ) constituyen una pequeña muestra del desfasaje que se ha<br />

producido entre los cambios en la estructura del gasto público consolidado y la organización de los<br />

ingresos. Las diferencias no son sólo entre la Nación y las Provincias, sino que se da<br />

fundamentalmente entre las mismas provincias por el porcentaje que le correspondería a cada una<br />

de ellas.<br />

La problemática fiscal de las provincias, de continuos y permanentes desequilibrios permite advertir<br />

que claramente muchas de ellas no son viables económicamente y que requieren la continua<br />

asistencia directa o indirecta de las provincias con mayor recaudación. De este modo, con ingresos<br />

inferiores a sus egresos, y subsistiendo de las partidas de la coparticipación federal, las provincias<br />

presentan debilidades en materia de gestión del subsector público.<br />

El empleo público continúa siendo utilizado como seguro de desempleo ante los problemas de<br />

atraso y estancamiento económico y pérdida de competitividad de las economías regionales. Los<br />

niveles de endeudamiento de las provincias se ven incrementados con los pobres indicadores de<br />

crecimiento económicos de la última etapa de los noventa, y conforman hoy una deuda de<br />

aproximadamente 20.000 millones de pesos.<br />

Los problemas de financiamiento, vinculados al crecimiento del sector público en etapas<br />

ascendentes del ciclo económico, no son fáciles de ajustar o flexibilizar cuando el ciclo está en su<br />

etapa descendente sin generar tensiones sociales profundas.<br />

La rigidez de la estructura pública provincial en materia de personal ocupado, estructuras, y pago<br />

de deudas, constituye un fuerte condicionante a la redefinición de funciones de producción y<br />

organización pública más eficientes y eficaces.<br />

Las provincias tienen entre sí profundas diferencias y la distancia económica y social se agranda<br />

aún más si se las compara con la Capital Federal. La inequidad está presente también dentro de<br />

las mismas jurisdicciones, dado que es posible identificar la convivencia de islas de pobreza muy<br />

deprimidas económica y socialmente con islas de opulencia económica.<br />

De manera más reciente un informe de la Consultora Equis (7 ) hace referencia al crecimiento de la<br />

economía durante los años noventa, pero de manera paralela a un crecimiento de la desigualdad.<br />

La Capital Federal aparece como el territorio de mayor desigualdad con una diferencia de 89%<br />

entre el 10% más rico y el 10% más pobre<br />

El coeficiente de Gini que se utiliza para medir el grado de igualdad de una sociedad, nos permite<br />

observar los desequilibrios sociales que se producen. El coeficiente se mueve entre 0 y 1 y cuanto<br />

más cerca de 1 está mayor es la desigualdad. En el caso argentino mientras que en 1990 el<br />

coeficiente era de 0,42, nueve años más tarde se ubica en 0,45.<br />

Según el informe citado con anterioridad, el 10% más pobre de la población pasó de recibir un<br />

2,1% de los ingresos totales en 1990 al 1,5% en 1999. Mientras que en el mismo período el 10%<br />

más rico pasó de recibir 33,6% al 36,7%, mejorando aún más su posición.<br />

6 Según lo establecido en la Reforma Constitucional de 1994<br />

7 Ricos y pobres más separados. La Nación. Economía. 26 de mayo 2000<br />

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