VE-00 MARZO 2014
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tanta impotencia, comenzó a sollozar y, temiendo lo peor, pidió ayuda al<br />
portero. Miguel, era muy eficiente pero tartamudo, no pudo articular<br />
palabra alguna y se quedó paralizado mirando a los cuatro vecinos. Se<br />
encontraba limpiando el polvo de la escalera cuando le avisaron y, como<br />
era alérgico, empezó a estornudar. Los incesantes estornudos le irritaron<br />
los ojos que comenzaron a protestar emitiendo una cascada de lágrimas.<br />
Tanta humedad comenzó a producir estragos y la vecina de la puerta<br />
cinco salió irritada para protestar: el agua ya le llegaba al salón... Miguel,<br />
aunque mudo, seguía teniendo la cabeza en su sitio y, con diligencia,<br />
llamó a los bomberos. Éstos tan sólo tardaron siete minutos en llegar.<br />
Quedaron estupefactos. El oficial al mando, preguntó por la causa de tal<br />
desaguisado y, entre gimoteos, Gloria señaló a la pareja. Mientras los<br />
demás achicaban el agua, el cabecilla se dirigió hacia los dos y, como no<br />
se trataba de un incendio, alzó la visera del casco para ver mejor. Sus<br />
ojos se quedaron hechizados por los de Eva. Ésta contempló al atractivo<br />
oficial y, de sopetón, paró de llorar. Sucesivamente cesaron todos de<br />
lamentarse. Roberto, que así se llamaba nuestro bombero, tomó a Eva<br />
entre sus brazos fornidos y, sin mediar palabra, la condujo hasta el<br />
interior de su vivienda. El marido cogió la maleta y, calladito, llamó al<br />
ascensor. Su vecina, con su mejor sonrisa, entró en su casa, se sirvió un<br />
trago y continuó escribiendo su relato. Gloria se quitó el delantal, se lavó<br />
las manos y se fue con Miguel a tomar un café a casa de la vecina de la<br />
puerta cinco. Los bomberos, sin su jefe, se dirigieron veloces a contener<br />
otro incidente. En el número tres, el agua no cesaba de salir y ya caía por<br />
las alcantarillas...<br />
Autora: Amparo Hoyos (Valencia)<br />
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