Friedrich Heinrich Jacobi - Revista Observaciones Filosóficas
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50 Hugo Renato Ochoa <strong>Friedrich</strong> <strong>Heinrich</strong><br />
<strong>Jacobi</strong><br />
y que incluso los forma. Ya no se asombra ante el objeto,<br />
éste es igualmente finito, sino sólo ante el entendimiento<br />
humano que, en un Copérnico, Gassendi, Kepler, Newton<br />
y Laplace, que han sido capaces de elevarse por sobre el<br />
objeto, de poner fin a los milagros gracias a la ciencia, de<br />
despojar al cielo de sus dioses, de desencantar el<br />
universo 56 .<br />
56<br />
Newton procuró la sólida idea fundamental, completamente<br />
inteligible, en virtud de la cual se transformó la doctrina de Kepler,<br />
todavía plena de misterio, en una mecánica del cielo completamente<br />
clara, tal como ahora la poseemos en la obra inmortal de Laplace,<br />
donde no sólo aprendemos a comprender todos los datos, del pasado y<br />
del futuro, a partir de una única ley fundamental (la ley fundamental<br />
de la gravitación), [53] sino que incluso podemos seguir al maestro,<br />
con plena confianza, en las hipótesis respecto de la primera<br />
constitución del sistema planetario.<br />
A lo cual se podría replicar: Usted explica todo a partir de su<br />
omnipotente gravitación, pero, ¿de qué principio proviene, pues, ella?<br />
A lo cual respondo: ella es la hija heredera del antiguo destino ciego;<br />
magnitud, número y medida son sus servidores, la parte de herencia<br />
que le corresponde es, empero, un mundo sin Dios, que no necesita de<br />
ningún Dios.<br />
Si el gran astrónomo Lalande niega la divinidad, no pudo<br />
encontrar ningún Dios en el cielo, ni el dedo de Dios en el movimiento<br />
de los astros, tenemos que darle la razón al curso de su entendimiento.<br />
Aquel orden grandioso y esta finalidad es justamente sólo el producto<br />
de un estricto mecanismo de las leyes naturales necesarias, allí arriba<br />
hay un destino ciego carente de espíritu que es el amo absoluto del<br />
mundo.<br />
Yo, sin embargo, apelo a la verdad de la sentencia de Juan:<br />
sólo en espíritu debemos venerar a la divinidad. Sólo en lo que nuestra<br />
ciencia es para el espíritu podemos encontrar su dignidad. Sólo aquel<br />
que cree en los fines puede llamar finalidad al orden del mundo. El<br />
verdadero significado del curso del mundo hacia sus fines radica muy<br />
simplemente en el sentimiento de los seres humanos. ¡El espíritu<br />
infinito no se esconde bajo la medida y el número! El juego con<br />
números es un juego fácil, su alegría es sólo la alegría del espíritu<br />
cautivo al tintinear de sus cadenas. (Cfr. J. F. Fries, Populäre<br />
<strong>Revista</strong> <strong>Observaciones</strong> Filosóficas Traducciones / 2006