Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
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batía hubiera sido más ortodoxo decir "Cristo, Hijo eterno de Dios".<br />
Pero, ¿creemos de veras que Dios juzga en base a la corrección doctrinal?<br />
¿Que el Dios de gracia soberana a quien Calvino y Farrel<br />
proclamaban va a condenar a alguien porque su doctrina no sea<br />
ortodoxa?<br />
Pero no hay que ir tan lejos como el siglo 16 para encontrar<br />
actitudes semejantes. Aquí mismo en nuestra América me he topado<br />
con personas e iglesias que insisten en que, si uno ora sentado o<br />
de pie en lugar de hincado, no se salva. O que si uno no se bautiza<br />
de cierto modo, no se salva. O que si uno no cree que la "gran tribulación"<br />
es alguna crisis particular, no se salva. O que si uno no cree<br />
que Jesucristo vendrá el diecitanto de enero del año dos mil y tantos,<br />
no se salva. O que si uno no cree sobre la comunión exactamente<br />
lo que dijo Lutero, no se salva.<br />
Es de esto que adolecen tantos de los nuevos movimientos que<br />
han surgido y siguen surgiendo en América Latina. Se confunde la<br />
doctrina con la fe, el creer que con el creer en, y entonces se cae en<br />
una idolatría de la doctrina. Porque quien confunde la doctrina acerca<br />
de Dios con Dios mismo no es sino idólatra, pues coloca su doctrina<br />
en el lugar que le corresponde solo a Dios, tan idólatra como quien<br />
toma un pedazo de madera y le dice: "Tú eres mi Dios".<br />
Pero, si bien el creer en no debe tomar el lugar del creer que,<br />
esto último también tiene su importancia. Cuando decimos, "Creo<br />
en Dios Padre <strong>Todo</strong>poderoso, Creador del cielo y de la tierra", estamos<br />
diciendo, sí, que confiamos en ese Dios; pero también estamos<br />
diciendo algo acerca de ese Dios en quien confiamos. El Dios en<br />
quien creemos no es cualquier Dios; es el creador del cielo y de la<br />
tierra. <strong>No</strong> basta con creer en cualquier Dios, sino que creemos en<br />
este Dios particular, quien es creador del cielo y de la tierra.<br />
Esto quiere decir que, aunque las creencias no han de ocupar<br />
el lugar de la fe, sí tienen un lugar importante en la vida de fe. Las<br />
doctrinas sirven para aclarar quién es este en quien creemos. En el<br />
caso de San Agustín, por ejemplo, lo que le había enseñado su madre,<br />
y lo que luego añadieron Ambrosio, Mario Victorino y otros,<br />
le sirvió para saber quién era este Dios en quien por fin creyó. Y<br />
luego le sirvió para ir aclarando su fe, para depurarla de errores<br />
que había traído de otros trasfondos, y para comunicarla a las gene-<br />
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raciones posteriores. De igual modo, puesto que hemos citado también<br />
a Wesley, podemos decir lo mismo en su caso. Wesley le dijo a<br />
Spangenberg que ya sabía lo que el cristianismo afirmaba, y cuando<br />
por fin pudo decir que creía en el Señor del cristianismo, pudo usar<br />
el qué que ya sabía para advertir a otros de los errores en que podían<br />
caer. Luego, aunque creer en es el centro de la fe cristiana, esa fe<br />
también conlleva un creer que.<br />
Al considerar entonces los nuevos movimientos que nos rodean,<br />
lo cierto es que no podemos juzgar si tienen fe o no, o si sus líderes<br />
son sinceros. Pero sí podemos juzgar, sí tenemos que juzgar, su creer<br />
que. Si bien su fe, su confianza en Dios, está fuera del alcance de<br />
nuestro juicio, sus doctrinas, el modo en que entienden el cristianismo,<br />
sí han de ser objeto de juicio crítico por nuestra parte. Y ese<br />
ha de ser nuestro propósito aquí.