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Justo González – No Creáis A Todo Espíritu

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82 uVo cfteá¡g a todo egplft¡tu<br />

usado a los herejes para llamarle la atención a la iglesia de algo<br />

que ha descuidado. Quizá, al considerar esos nuevos movimientos<br />

de los superapóstoles y sus famosas redes apostólicas, lo primero<br />

que hemos de preguntamos no es en qué han errado, sino en<br />

qué hemos errado nosotros, qué elemento de verdad hemos descuidado,<br />

que ahora constituye la fuerza de esos movimientos. Ya<br />

he señalado que parte del atractivo de estos movimientos está en<br />

que trabajan entre el pueblo dolido y oprimido, y que sus promesas,<br />

con todo y ser falsas, le dan esperanza a ese pueblo, y sin esperanza<br />

no se puede vivir. ¿<strong>No</strong> será que hemos descuidado al menos<br />

dos elementos fundamentales del mensaje cristiano, de ese mensaje<br />

de la encamación de Dios en Jesucristo? Uno de esos elementos<br />

es el mensaje de esperanza. Sobre los temas del reino de Dios y<br />

la Ciudad Santa volveremos más adelante, y por tanto no abundaré<br />

en ello aquí. Por lo pronto, baste decir que tenemos que recuperar<br />

la escatología cristiana, que no es cuestión de miedo, sino de esperanza;<br />

que tenemos que volver a poner la esperanza al centro mismo<br />

de nuestra fe y de nuestra predicación.<br />

El otro de esos dos elementos resulta obvio: Por una serie de<br />

razones, muchas de nuestras iglesias han ido perdiendo contacto<br />

con el pueblo humilde. Hemos subrayado la importancia de la educación<br />

de nuestros líderes; pero no siempre hemos sabido ofrecer<br />

una educación que, en lugar de producir elitismo, lleve a la solidaridad<br />

con quienes no tienen las mismas oportunidades que nosotros.<br />

Hemos estudiado y afirmado nuestras tradiciones, muchas de<br />

ellas venidas del extranjero y con sabor a culturas foráneas; pero<br />

no siempre nos hemos ocupado de relacionar esas tradiciones denominacionales<br />

con las tradiciones y las culturas ancestrales de nuestros<br />

pueblos. Hemos enseñado la autoridad de las Escrituras; pero<br />

no siempre hemos sabido equipar al pueblo humilde con las herramientas<br />

necesarias para resistir a quien viene con interpretaciones<br />

novedosas o noveleras. Quizá entonces, ya que hablamos de encamación,<br />

todos esos movimientos que parecen negarla nos estén<br />

llamando a tomarla más en serio, no sólo como doctrina, sino como<br />

práctica. Quizá, así como buena parte del mensaje de los superapóstoles<br />

es falso porque es un mensaje sin cruz, así también nuestro<br />

mensaje cobrará fuerza si encontramos el modo de vivir la cruz<br />

~J 2Q C\Jeftbo etlcaftMdo 8g<br />

que proclamamos. Quizá todo esto nos está diciendo lo que ya<br />

mucho antes el Apóstol les dijo a los Filipenses:<br />

Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en<br />

Cristo Jesús:<br />

Existiendo en forma de Dios,<br />

él no consideró el ser igual a Dios<br />

como algo a qué aferrarse;<br />

sino que se despojó a sí mismo,<br />

tomando forma de siervo,<br />

haciéndose semejante a los hombres;<br />

y hallándose en condición de hombre,<br />

se humilló a sí mismo<br />

haciéndose obediente hasta la muerte,<br />

¡y muerte de cruz!<br />

(Fil. 2:5-8)<br />

Haya, pues en nosotros este sentir ...

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