Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
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g2 uVo ClteáiS a todo espíltitu "<br />
inútiles acerca del alcance de ese poder, dando por resultado preguntas<br />
tales como "¿Puede Dios hacer una piedra tan grande que él mismo<br />
no la pueda mover?". Si decimos que sí, estamos diciendo que<br />
el poder de Dios no es absoluto, pues puede haber algo fuera de su<br />
alcance. Si decimos que no, estamos también diciendo que el poder<br />
de Dios no es absoluto, pues hay ciertas cosas que Dios no puede<br />
hacer. Lo que todo esto indica es que nuestra mente no puede concebir<br />
el verdadero significado del "todo" en "todopoderoso". Fue en<br />
parte como resultado de ese modo de entender la omnipotencia divi~a<br />
que algunos llegaron a preguntarse si Dios pudo hacer un mun?o sm<br />
alacranes ni serpientes venenosas, o crear al ser humano con seIS brazos.<br />
A esto los teólogos de fines del Medioevo respondieron estableciendo<br />
una distinción entre la poten tia Dei absoluta y la potentia<br />
Dei ordinata, entre el poder absoluto de Dios y el poder tal como<br />
Dios de hecho 10 emplea y ordena. Según su potentia absoluta, Dios<br />
ciertamente pudo hacer un mundo sin escorpiones. Pero el hecho es<br />
que en su poten tia ordinata no 10 hizo. .<br />
Pero todo eso son especulaciones vanas. Lo que el Credo dIce<br />
no tiene nada que ver con el poder absoluto de Dios en ese sentido,<br />
poder que en todo caso nuestra mente no es capaz de compr~nder,<br />
puesto que nuestro propio entendimiento no es absoluto. Al decIr que<br />
Dios el Padre "creador del cielo y de la tierra" es pantocrator, 10 que<br />
estamos diciendo es que nada cae fuera de su gobierno; que nuestro<br />
Dios no es, como el de Marción, un Dios que se ocupe de unas cosas<br />
y de otras no.<br />
Lo que es más, es por la misma razón que el Credo insiste también<br />
en la relación estrecha e inquebrantable entre ese Padre, creador<br />
de todo cuanto existe, y el Verbo o Hijo que se encamó en Jesucristo,<br />
al decir "yen Jesucristo su único Hijo, Señor nuestro ... ". El Dios<br />
a quien le debemos la redención es el mismo Dios a quien le debemos<br />
la creación. La redención es obra del Dios creador. Y la creación<br />
es obra del Dios redentor.<br />
Este ha de ser uno de los criterios fundamentales que debemos<br />
emplear al discernir entre los muchos nuevos movimientos religiosos<br />
que surgen en nuestro día: ¿Cómo y en qué medida afirman o<br />
niegan el valor de la creación, en particular de la creación física y<br />
material del cuerpo humano?<br />
> Be CVeltbo clteadolt e ieumiMdolt ss<br />
En este contexto, posiblemente las palabras más útiles sean las<br />
que Juan emplea: "todo" y "nada". Según Juan, por el Verbo todas las<br />
cosas fueron hechas, y sin él nada de 10 que ha sido hecho fue hecho.<br />
La tentación del dualismo<br />
Este criterio nos sirve para rechazar todos los movimientos dualistas<br />
que andan circulando por nuestro continente, algunos dentro<br />
de la comunidad cristiana, otros fuera y otros en ambos ámbitos.<br />
En tiempos antiguos, hubo muchos movimientos religiosos que,<br />
como el de Marción, denigraban la realidad material, y por tanto también<br />
menospreciaban el cuerpo humano y la vida física. Lo más común<br />
en tales movimientos era proponer dos principios eternos, el uno<br />
productor del bien y el otro del mal. En cierto modo, eso era 10 que<br />
hacía Marción al distinguir y contraponer al Yahvé creador con el<br />
Padre redentor. Pero el movimiento dualista por excelencia fue el maniqueísmo,<br />
según el cual hay dos principios eternos, el bien y el mal,<br />
la luz y las tinieblas. La realidad espiritual es producto del principio<br />
del bien, mientras que la material en todas sus formas es producto<br />
del principio del mal.<br />
<strong>No</strong> hay por qué entrar aquí en todos los detalles del maniqueísmo.<br />
Para nuestros propósitos, basta con señalar que el dualismo maniqueo<br />
sostenía que, puesto que hay dos principios creadores, hay<br />
cosas buenas y cosas malas. El ser humano está compuesto de un<br />
cuerpo que, por ser material, es malo, y de un espíritu que es una<br />
chispa del principio de la luz. Esa chispa está atrapada como prisionera<br />
en el cuerpo, y hay que buscar el modo de liberarla. Dentro de<br />
ese marco de referencias, no hemos de esperar la victoria final de<br />
uno u otro principio. Lo más que podemos esperar es que la luz y las<br />
tinieblas, ahora mezcladas en el mundo tal como 10 conocemos, queden<br />
separadas, de modo que ya no haya más luz prisionera de las<br />
tinieblas.<br />
Tal dualismo siempre ha tenido su atractivo. En cierto modo se<br />
hacía eco de viejas tradiciones helenistas, en las que se decía, con un<br />
juego de palabras, que el cuerpo es sepulcro (soma serna). Y se alimentaba<br />
también del viejo dualismo persa, cuya religión comenzaba<br />
precisamente afirmando la existencia de dos principios eternos o, en<br />
otras palabras, de un dios bueno y un dios malo.