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Justo González – No Creáis A Todo Espíritu

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hemos dejado llevar por las tendencias individualistas y competitivas<br />

de la sociedad moderna, y que no hemos sabido criticarlas y<br />

corregirlas a la luz del evangelio.<br />

La Edad Moderna ha sido la era del individuo. Se discute mucho<br />

cuándo empezó la Edad Moderna; pero eso no es cuestión que<br />

nos deba detener aquí. Lo que sí podemos decir es que el espíritu<br />

de la modernidad se puede ver en uno de sus primeros exponentes,<br />

René Descartes. Cuando Descartes, en su famoso Discurso del método,<br />

propone comenzar dudando de todo, y su primera conclusión<br />

es que no puede dudar de su propia existencia, está marcando pauta<br />

para toda una era que ha puesto al individuo al centro mismo de<br />

la realidad. Descartes pretende probar la existencia del mundo y de<br />

Dios a partir de su propia existencia. Y lo que en Descartes es cuestión<br />

epistemológica, en la sociedad en general se ha vuelto toda<br />

una visión de la realidad y de los valores.<br />

En la Edad Moderna nos acostumbramos a pensar que lo importante<br />

es el individuo, el "yo". Ciertamente, esto sirvió para corregir<br />

actitudes en las que el individuo no contaba para nada, pues su<br />

propósito era solo servir a las estructuras de poder, tanto secular<br />

como religioso. Este énfasis en el yo también ayudó a muchos a<br />

librarse del orden anterior, en el que cada cual nacía en cierta posición<br />

social, y por toda la vida tenía que permanecer en esa posición<br />

y ejercer las funciones apropiadas para esa posición. El hijo del<br />

carpintero tenía que ser carpintero; el del siervo, siervo; y el del<br />

rey, si no rey, por lo menos príncipe o duque. La Edad Moderna,<br />

con su movilidad social, liberó a millones de yugos injustos e intolerables.<br />

Pero al mismo tiempo que produjo esa liberación, el énfasis<br />

moderno en el yo redefinió los valores humanos. El héroe de la<br />

Edad Media fue el santo que se deshacía de todo para ayudar a los<br />

pobres; o el caballero andante que iba por el mundo "lanza en ristre<br />

y desfaciendo entuertos". Se les admiraba porque ponían las necesidades<br />

de los demás por encima de las suyas, porque mejoraban<br />

la sociedad y la hacían más humana. El héroe de la Edad Moderna<br />

es eso que en inglés llaman el "self-made man", el hombre que se<br />

ha hecho a sí mismo. El héroe moderno es el individuo que descolla<br />

por encima de los demás, aunque lo logre a costa del sufrimiento<br />

de otros. Se le admira, porque se ha librado de las ataduras de su<br />

condición social y ha seguido su propio curso. Pero, digámoslo<br />

de paso, esa liberación moderna también tiene su precio, pues el<br />

individuo liberado de sus ataduras sociales se ve ahora esclavizado<br />

a sí mismo, esclavo de la necesidad de realizarse a sí mismo,<br />

pues si no lo hace su vida es un fracaso. El "self-made man", que<br />

parece estar en la cumbre del poder, se ve constantemente obligado<br />

a continuar haciéndose a sí mismo, porque de otro modo su existencia<br />

no se justifica.<br />

<strong>Todo</strong> esto nos ha afectado también en el campo de la religión<br />

y de la fe, que se han individualizado de tal modo que se nos<br />

hace dificil ver la importancia que la comunidad tiene en el mensaje<br />

bíblico. Ese es un problema que frecuentemente noto en buena<br />

parte de esos nuevos movimientos religiosos que nos ocupan.<br />

En algunos de esos movimientos se da la extraña paradoja de que,<br />

al tiempo que se reúnen grandes multitudes, cada cual adora solo,<br />

por su propia cuenta. Lo que se canta y dice está casi todo en primera<br />

persona singular: "yo". Se trata de mi relación con Dios;<br />

de mi salvación y hasta de mi Dios. De igual modo que algunas de<br />

las soledades más grandes se sufren en medio de las grandes urbes<br />

modernas, algunas de las soledades más profundas se viven en medio<br />

de algunas de las gigantescas iglesias modernas, donde cada<br />

individuo se acerca a Dios por su cuenta, pero no se acerca al<br />

vecino.<br />

<strong>Todo</strong> esto quiere decir que para entender de veras las deficiencias<br />

de tales movimientos tenemos que volver a las Escrituras para<br />

redescubrir lo que en ellas se nos dice sobre la vida en comunidad<br />

como elemento esencial de la vida humana, y en particular de<br />

la vida de fe.<br />

Comunidad y creación<br />

Empecemos por el Génesis. Allí se nos dice que cada vez que<br />

Dios hizo algo, "vio que era bueno". Pero llega el momento en<br />

que Dios por primera vez dice que algo no es bueno: "<strong>No</strong> es bueno<br />

que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea para él"<br />

(Gén 2:18). Esto lo encontramos en la segunda historia de la creación,<br />

en la que Dios hace primero al varón del polvo de la tierra, y

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