Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
'C> 8l1angeQ¡O y cOtllull1dad 87<br />
hemos dejado llevar por las tendencias individualistas y competitivas<br />
de la sociedad moderna, y que no hemos sabido criticarlas y<br />
corregirlas a la luz del evangelio.<br />
La Edad Moderna ha sido la era del individuo. Se discute mucho<br />
cuándo empezó la Edad Moderna; pero eso no es cuestión que<br />
nos deba detener aquí. Lo que sí podemos decir es que el espíritu<br />
de la modernidad se puede ver en uno de sus primeros exponentes,<br />
René Descartes. Cuando Descartes, en su famoso Discurso del método,<br />
propone comenzar dudando de todo, y su primera conclusión<br />
es que no puede dudar de su propia existencia, está marcando pauta<br />
para toda una era que ha puesto al individuo al centro mismo de<br />
la realidad. Descartes pretende probar la existencia del mundo y de<br />
Dios a partir de su propia existencia. Y lo que en Descartes es cuestión<br />
epistemológica, en la sociedad en general se ha vuelto toda<br />
una visión de la realidad y de los valores.<br />
En la Edad Moderna nos acostumbramos a pensar que lo importante<br />
es el individuo, el "yo". Ciertamente, esto sirvió para corregir<br />
actitudes en las que el individuo no contaba para nada, pues su<br />
propósito era solo servir a las estructuras de poder, tanto secular<br />
como religioso. Este énfasis en el yo también ayudó a muchos a<br />
librarse del orden anterior, en el que cada cual nacía en cierta posición<br />
social, y por toda la vida tenía que permanecer en esa posición<br />
y ejercer las funciones apropiadas para esa posición. El hijo del<br />
carpintero tenía que ser carpintero; el del siervo, siervo; y el del<br />
rey, si no rey, por lo menos príncipe o duque. La Edad Moderna,<br />
con su movilidad social, liberó a millones de yugos injustos e intolerables.<br />
Pero al mismo tiempo que produjo esa liberación, el énfasis<br />
moderno en el yo redefinió los valores humanos. El héroe de la<br />
Edad Media fue el santo que se deshacía de todo para ayudar a los<br />
pobres; o el caballero andante que iba por el mundo "lanza en ristre<br />
y desfaciendo entuertos". Se les admiraba porque ponían las necesidades<br />
de los demás por encima de las suyas, porque mejoraban<br />
la sociedad y la hacían más humana. El héroe de la Edad Moderna<br />
es eso que en inglés llaman el "self-made man", el hombre que se<br />
ha hecho a sí mismo. El héroe moderno es el individuo que descolla<br />
por encima de los demás, aunque lo logre a costa del sufrimiento<br />
de otros. Se le admira, porque se ha librado de las ataduras de su<br />
condición social y ha seguido su propio curso. Pero, digámoslo<br />
de paso, esa liberación moderna también tiene su precio, pues el<br />
individuo liberado de sus ataduras sociales se ve ahora esclavizado<br />
a sí mismo, esclavo de la necesidad de realizarse a sí mismo,<br />
pues si no lo hace su vida es un fracaso. El "self-made man", que<br />
parece estar en la cumbre del poder, se ve constantemente obligado<br />
a continuar haciéndose a sí mismo, porque de otro modo su existencia<br />
no se justifica.<br />
<strong>Todo</strong> esto nos ha afectado también en el campo de la religión<br />
y de la fe, que se han individualizado de tal modo que se nos<br />
hace dificil ver la importancia que la comunidad tiene en el mensaje<br />
bíblico. Ese es un problema que frecuentemente noto en buena<br />
parte de esos nuevos movimientos religiosos que nos ocupan.<br />
En algunos de esos movimientos se da la extraña paradoja de que,<br />
al tiempo que se reúnen grandes multitudes, cada cual adora solo,<br />
por su propia cuenta. Lo que se canta y dice está casi todo en primera<br />
persona singular: "yo". Se trata de mi relación con Dios;<br />
de mi salvación y hasta de mi Dios. De igual modo que algunas de<br />
las soledades más grandes se sufren en medio de las grandes urbes<br />
modernas, algunas de las soledades más profundas se viven en medio<br />
de algunas de las gigantescas iglesias modernas, donde cada<br />
individuo se acerca a Dios por su cuenta, pero no se acerca al<br />
vecino.<br />
<strong>Todo</strong> esto quiere decir que para entender de veras las deficiencias<br />
de tales movimientos tenemos que volver a las Escrituras para<br />
redescubrir lo que en ellas se nos dice sobre la vida en comunidad<br />
como elemento esencial de la vida humana, y en particular de<br />
la vida de fe.<br />
Comunidad y creación<br />
Empecemos por el Génesis. Allí se nos dice que cada vez que<br />
Dios hizo algo, "vio que era bueno". Pero llega el momento en<br />
que Dios por primera vez dice que algo no es bueno: "<strong>No</strong> es bueno<br />
que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea para él"<br />
(Gén 2:18). Esto lo encontramos en la segunda historia de la creación,<br />
en la que Dios hace primero al varón del polvo de la tierra, y