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Justo González – No Creáis A Todo Espíritu

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66 cAJo Clteáig (1 todo egpfltitu ,<br />

de toque para hacer esa distinción. Lo que contradiga a Jesucristo<br />

y a las Escrituras que dan testimonio de él ha de rechazarse<br />

como falso. Lo que concuerde con ellos ha de aceptarse como parte<br />

de lo que el Verbo les ha dado a los paganos, o en el caso nuestro en<br />

el día de hoy, de lo que el Verbo les ha enseñado a quienes nos<br />

rodean.<br />

Esto quiere decir que el centro de la fe cristiana, lo que la distingue<br />

de toda filosofía y de toda otra religión, es precisamente la<br />

doctrina de la encamación del Verbo. Esto lo declaró ya San Agustín<br />

alrededor del año 400 d. de J.C. Agustín había sido y siguió<br />

siendo admirador de los filósofos paganos, y en particular de los de<br />

la tradición platónica. Comentando acerca de ellos, de su valor y de<br />

lo que les faltaba, Agustín dice, en una larga cita que ruego se me<br />

permita repetir:<br />

En estos libros hallé (no con las mismas palabras con que yo lo<br />

refiero, pero sí las mismas cosas y sentencias puntualísimamente)<br />

apoyado con muchas pruebas y gran multitud de razones, que en el<br />

principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y Dios era el Verbo:<br />

Este estaba desde el principio con Dios. Que todas las cosas fueron<br />

hechas por él, y sin él nada se hizo. Lo que se hizo en él es vida, y<br />

la vida era la luz de los hombres, y la luz luce en las tinieblas, y las<br />

tinieblas no la comprendieron. Que aunque el alma del hombre dé<br />

testimonio de la luz, no obstante, ella misma no es la luz, sino que el<br />

Verbo de Dios, que es Dios, es la verdadera luz que ilumina a todo<br />

hombre que viene a este mundo. Y que él estaba en este mundo y el<br />

mundo fue hecho por él, y el mundo no le conoció. Pero que él vino a<br />

los suyos, y los suyos no le recibieron, y que a todos los que creyendo<br />

en su nombre le recibieron, les concedió la potestad de hacerse<br />

hijos de Dios; esto no lo leí ni encontré en aquellos libros.<br />

Leí también allí que Dios Verbo no nació de la carne ni de la sangre,<br />

ni por voluntad de varón ni voluntad de la carne, sino que nació<br />

de Dios. Pero que el Verbo se hizo carne y que habitó entre nosotros<br />

no lo leí allí.<br />

Hallé también esparcido por aquellos libros, dicho de varios<br />

modos y repetidas veces, que teniendo el Hijo la misma forma del<br />

Padre, nada le usurpa en juzgarse igual a Dios, porque naturalmente<br />

lo es. Pero que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo<br />

hecho semejante a los hombres, y fue repudiado y tenido por hombre<br />

que se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte<br />

de cruz, y que por todo esto Dios le resucitó de entre los muertos,<br />

y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de<br />

Jesús se arrodillen todas las criaturas en el cielo, en la tierra y en los<br />

infiernos ... esto no se contenía en aquellos libros 2 •<br />

En otras palabras, Agustín declara que lo esencial de la fe cristiana,<br />

lo que la distingue de lo mejor de la filosofía clásica y la exalta<br />

por encima de todas las doctrinas de los filósofos, es la encamación<br />

del Verbo en Jesucristo y lo que esa encamación conlleva: Su<br />

humillación, su muerte, resurrección, ascensión y reino eterno.<br />

En nuestro caso, y siguiendo el tema que aquí nos interesa, esto<br />

quiere decir que la doctrina del Verbo encamado, de Dios hecho<br />

humano en Jesucristo, es el punto central de la doctrina cristiana, el<br />

punto que ningún filósofo pudo conocer, y la medida principal que<br />

ha de servimos para distinguir entre la sana doctrina y la que no lo<br />

es. El centro del mensaje cristiano no es una serie de especulaciones<br />

que hayamos tomado de los filósofos, ni una serie de doctrinas o<br />

de conclusiones a que hayamos podido llegar, como podemos llegar<br />

a la conclusión de que dos por dos por dos son ocho, sino que es,<br />

como diría la Primera Epístola de Juan: "Lo que era desde el principio,<br />

lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo<br />

que contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de<br />

vida" (1 Jn. 1: 1).<br />

Estas palabras merecen atención, pues unen lo que hemos dicho<br />

acerca del Verbo eterno con el hecho de su encamación en Jesucristo.<br />

En cuanto a lo primero, la eternidad del Verbo y su poder, leemos<br />

que el mensaje es acerca de "lo que era desde el principio", y también<br />

que todo esto es "tocante al Verbo de vida". En cuanto a lo<br />

segundo, notemos el énfasis en la realidad física e histórica del mensaje<br />

a que se refiere Juan. Es algo que se ha oído, que se ha visto,<br />

que se ha tocado: "lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que<br />

contemplamos y palparon nuestras manos". Estos dos polos son<br />

igualmente importantes. El que vemos y tocamos en la persona de<br />

Jesucristo es el mismo que era desde el principio. <strong>No</strong> debemos ni<br />

podemos negar ni lo uno ni lo otro.<br />

Es a esto que se refería S6ren Kierkegaard, a quien ya hemos<br />

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