Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
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viniendo a ser un elemento más en las colecciones de cultos y de<br />
dioses que eran entonces tan populares.<br />
De manera semejante, en la segunda mitad del siglo veinte las<br />
cosas empezaron a cambiar para nosotros, los evangélicos latinoamericanos.<br />
La Iglesia Católica Romana misma, que por largo tiempo<br />
nos pareció ser nuestra gran enemiga, se vio en crisis. La crisis<br />
estuvo gestándose por largo tiempo. Quizá comenzó con las gestas<br />
independentistas mismas, y con el nacimiento de las nuevas<br />
repúblicas, que promovían la diversidad de ideas y de opiniones.<br />
En todo el mundo, pero particularmente en América Latina, la Iglesia<br />
Católica Romana comenzó a perder su hegemonía. <strong>No</strong> fuimos<br />
solamente los evangélicos los que socavamos esa hegemonía,<br />
sino que también, prácticamente al mismo tiempo que los primeros<br />
evangélicos, empezaron a llegar tendencias secularizadoras que<br />
con razón criticaban el oscurantismo que la Iglesia Católica Romana<br />
había fomentado por siglos. Ya a mediados del siglo veinte las<br />
enseñanzas de Alan Kardec y otros espiritistas empezaron a proveer<br />
alternativas religiosas que se apartaban del fundamento común<br />
entre católicos y protestantes. Luego vino el despertar de antiguas<br />
religiones y prácticas indo americanas y afroamericanas. A esto se<br />
añadieron cultos, teorías, prácticas y supersticiones que venían tanto<br />
del Oriente como del <strong>No</strong>rte.<br />
Muchos ejemplos podrían darse del cambio que ha tenido lugar.<br />
Uno de ellos es el éxito que ha tenido en nuestra América Latina<br />
el Código Da Vinci. Ciertamente se trata de una novela intrigante<br />
y bien escrita. Pero su éxito se debe en buena medida a que crea<br />
dudas sobre la autoridad de las Escrituras, diciendo, lo que no es<br />
históricamente cierto, que hubo toda una serie de Evangelios que<br />
pretendían entrar al canon del Nuevo Testamento, y que la iglesia,<br />
en una especie de conspiración, lo impidió. El éxito mismo de esa<br />
novela muestra hasta qué punto las gentes en nuestra América Latina,<br />
y en el mundo entero, andan en busca de otras verdades que no<br />
se basen sobre ese fundamento común que antes tuvimos, las Escrituras.<br />
Otro ejemplo es Villahermosa, Tabasco, México, en donde<br />
me encontré hace unos años un edificio con un gran rótulo que decía<br />
"Sociedad Gnóstica". Hasta hace unos años estudiábamos el<br />
gnosticismo como un fenómeno del pasado, mayormente del siglo<br />
segundo; pero ahora, en el veintiuno, resurge en México y en muchos<br />
otros lugares. Y si queremos ver hasta qué punto el ambiente<br />
religioso de nuestra América Latina se va asemejando al del siglo<br />
segundo,' basta con ir a Chichén Itzá en el solsticio de primavera.<br />
Allí veremos gente convencida de que los antiguos mayas poseían<br />
místicos secretos cósmicos, y que esos secretos pueden descubrirse<br />
contemplando a Cuculcán subir y bajar por las escaleras de la pirámide.<br />
Y esas mismas personas tienen además cristales con supuestos<br />
poderes espirituales, brazaletes contra los malos espíritus y tablas<br />
astrológicas. Como el protagonista de El asno de oro, se dedican a<br />
coleccionar religiones y creencias, con el agravante de que aquel<br />
buen señor no podía salir de la cuenca del Mediterráneo, y estos de<br />
hoy viajan por todo el mundo recogiendo migajas de supuesta sabiduría<br />
mística. Y algunos de ellos, por razones difíciles de entender,<br />
deciden que la verdad está en las enseñanzas del gufÚ Fulano, o de<br />
la astróloga Mengana.<br />
Muchos de los llamados "nuevos movimientos religiosos" son<br />
parte de ese escenario. Aun en el seno de las iglesias, la gente anda<br />
en busca de nuevas verdades; la gente desconfía de lo que las iglesias<br />
enseñan. ¡En algún lugar debe haber algún maestro o alguna<br />
doctrina secreta, o algún descubrimiento de algo en la Biblia que<br />
hasta hoy nadie había visto, que responda a mis inquietudes y ansiedades!<br />
Y así surgen los nuevos movimientos religiosos, algunos<br />
de ellos dentro de las iglesias mismas, y otros mayormente fuera de<br />
ellas. Pero todos participan de esas extrañas ansias de nuestros tiempos,<br />
que a la vez admiran y siguen la última palabra, y buscan la<br />
verdadera sabiduría en las tinieblas de un pasado remoto. Permítaseme<br />
insistir en esto, pues me parece que es índice de la patología<br />
de nuestros tiempos. Muchos de los nuevos movimientos religiosos<br />
atraen a la gente porque son nuevos, porque no son parte de la<br />
iglesia reconocida y quizá cansada o hasta cansona, de esa iglesia<br />
que algunos de esos movimientos llaman "la iglesia de Jezabel".<br />
Pero, al mismo tiempo, casi todos ellos -sea dentro o fuera de la<br />
iglesia- pretenden haber descubierto algún secreto o principio que<br />
los antiguos conocían, pero que de algún modo ha quedado encubierto<br />
hasta que ellos lo descubrieron. Así, como antaño, por todas<br />
partes aparecen falsos profetas y apóstoles. Este dice haber descu-