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Justo González – No Creáis A Todo Espíritu

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se reunían para su gran culto semanal, cuyo centro era la Cena<br />

del Señor, se leían y explicaban porciones extensas de las Escrituras,<br />

a veces durante horas. Los candidatos al bautismo asistían<br />

a esta parte del culto, que es el origen de nuestros sermones de hoy.<br />

Entonces se ausentaban antes de la Comunión, de la que solo participaban<br />

los creyentes ya bautizados. Cuando por [m estaban a punto<br />

de cumplirse los dos años del catecumenado, el obispo o pastor de<br />

la iglesia se hacía cargo de la enseñanza, asegurándose de que los<br />

candidatos al bautismo no solo llevaban el estilo de vida debido, sino<br />

que también entendían y afirmaban las doctrinas centrales del cristianismo.<br />

Unas tres semanas antes del domingo de resurrección,<br />

normalmente un miércoles, comenzaba un período de preparación<br />

especial, en el que el obispo se aseguraba de que los candidatos al<br />

bautismo eran verdaderos creyentes, y que conocían al menos lo<br />

esencial de la doctrina cristiana. La culminación de esas sesiones<br />

era un proceso en el que el obispo o pastor les enseñaba y explicaba<br />

a los candidatos lo que se llamaba el "símbolo de la fe", la "regla de<br />

fe" o el "credo". Esta fórmula variaba de ciudad en ciudad, pero en<br />

lo esencial todas concordaban, y eran muy semejantes entre sÍ. La<br />

que se usaba en Roma es el origen de lo que hoy llamamos el Credo<br />

Apostólico.<br />

Pero no bastaba con la enseñanza doctrinal. Poco antes del<br />

Domingo de Resurrección, cuando los candidatos iban a ser bautizados,<br />

el obispo o pastor se los presentaba a la congregación, anunciaba<br />

que estas eran las personas a ser bautizadas, y preguntaba<br />

si había alguna razón por la que alguna de ellas no debía recibir el<br />

bautismo. Esto proveía la oportunidad para que, si alguien sabía<br />

que alguno de los candidatos no llevaba el tipo de vida que se esperaba<br />

de un cristiano, se lo advirtiese al pastor, quien entonces<br />

podría posponer el bautismo hasta que la persona estuviera verdaderamente<br />

lista.<br />

¿Por qué cuento toda esta historia? Porque me parece que es<br />

en parte debido a que hemos descuidado la educación de nuestros<br />

miembros, tanto antes como después del bautismo, que hemos dejado<br />

lugar para nuevos movimientos religiosos que apartan a los<br />

creyentes de la verdadera fe en Cristo. Encontré confirmación de<br />

ello hace algunos años, cuando visitaba en Cuba la iglesia en que<br />

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me crié. Yo acababa de predicar, el pastor había hecho una invitación<br />

al discipulado, y varias personas la habían aceptado. <strong>No</strong>té<br />

que cada vez que alguien venía al frente otra persona venía y se<br />

colocaba a su lado. Después del servicio le pregunté al pastor acerca<br />

de lo que había visto, y me dijo más o menos lo siguiente:<br />

"Como usted ve, la iglesia está siempre llena. La gente viene<br />

por fe, por curiosidad, pero sobre todo porque siente una gran<br />

necesidad en su interior. Esos jóvenes que vinieron al frente, no<br />

solo no se criaron en hogares cristianos, sino que ni siquiera sus<br />

padres sabían mucho de lo que es el cristianismo. Ahora hacemos<br />

un llamamiento, y la gente acude con sinceros deseos de ser<br />

cristiana. Pero a duras penas sabe realmente de qué se trata. Por<br />

eso hemos preparado a nuestros miembros, para que apadrinen y<br />

se hagan amigos y guías de los nuevos conversos. Ellos van y les<br />

visitan en sus casas, y les traen a una clase de candidatos. Tenemos<br />

varias clases, porque yo no me puedo ocupar de todas. Después<br />

de por lo menos un año, y a veces dos, los maestros de esas<br />

clases me dan los nombres de las personas que están listas para<br />

el bautismo. Entonces yo empiezo a reunirme con todo el grupo,<br />

les explico más de la doctrina cristiana y de la Biblia, y me aseguro<br />

de lo que creen. Luego los llevo a todos ante la congregación un<br />

domingo por la mañana, anuncio que estas son las personas a ser<br />

bautizadas el Domingo de Resurrección, e invito a cualquier persona<br />

que sepa de algo por lo que alguien no ha de recibir el bautismo<br />

que me lo diga. A veces viene alguien y me dice que Fulano golpea<br />

a su esposa y a sus hijos. O viene otra persona y me dice que Mengana,<br />

además de cristiana, es santera y practica la brujería. Yo entonces<br />

voy a ver a esas personas, averiguo si lo que se me dijo es<br />

verdad, y posiblemente les recomiendo que esperen un año más<br />

antes de bautizarse".<br />

Lo sorprendente es que el pastor que me dijo esto no había<br />

estudiado nada de la historia de la iglesia. <strong>No</strong> sabía siquiera lo que<br />

era el catecumenado. Sencillamente, tratando de responder a una<br />

situación dificil, y diferente de la que había existido medio siglo<br />

antes, desarrolló un sistema semejante al de la iglesia del siglo<br />

segundo. Reflexionando sobre esto fue que empecé a ver los paralelismos<br />

entre la situación del siglo segundo y la del vigesimopri-

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