Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
Justo González – No Creáis A Todo Espíritu
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110 uVo cheáin a todo enpfhitu é<br />
vés de todo el siglo diecinueve y buena parte del veinte, la población<br />
latinoamericana en su casi totalidad era católica romana.<br />
Aun cuando buena parte de la primera predicación evangélica fue<br />
fuertemente anticatólica, lo cierto es que los evangélicos podíamos<br />
construir sobre el fundamento del catolicismo de una manera semejante<br />
a como lo hicieron los primeros cristianos con el judaísmo.<br />
Los evangélicos teníamos serias diferencias con los católicos, como<br />
también las tenían los primeros cristianos con los judíos no cristianos.<br />
Pero también teníamos un fundamento común, como lo tenía<br />
la iglesia antigua con el judaísmo. Al leer el Nuevo Testamento<br />
y buena parte de la literatura cristiana antigua, vemos que el argumento<br />
principal que los cristianos utilizaban frente a los judíos que<br />
se negaban a aceptar a Jesucristo era que su judaísmo no era fiel a<br />
sus propias tradiciones y enseñanzas, que las Escrituras de Israel<br />
debían servir para que los judíos mismos vieran la verdad de la predicación<br />
cristiana. De igual modo, buena parte de la predicación<br />
evangélica en América Latina, aun cuando no lo expresásemos en<br />
esos términos, era que el catolicismo romano no era fiel a sus propios<br />
principios. Había ciertas cosas que los católicos creían, y los<br />
evangélicos las utilizábamos para refutar sus prácticas y doctrinas.<br />
El caso más claro es el de las Escrituras. Los primeros misioneros<br />
evangélicos no tuvieron que convencer a nadie de la autoridad<br />
de las Escrituras. La Iglesia Católica Romana misma enseñaba<br />
esa autoridad, y le había enseñado al pueblo a creer en ella. Por ello<br />
a través de todo el siglo diecinueve y buena parte del veinte pudimos<br />
utilizar las Escrituras como base para nuestros argumentos.<br />
Todavía recuerdo cómo, de joven, andaba por las calles con mis compañeros<br />
y con la Biblia en la mano, buscando alguien con quien<br />
debatir, para mostrarles, en base a las mismas Escrituras, que los<br />
evangélicos teníamos razón, y que el catolicismo no era verdadero<br />
cristianismo.<br />
Lo que rara vez se nos ocurrió pensar en medio de tales controversias<br />
era que tales argumentos no tendrían mucho peso en un<br />
país musulmán, hindú o ateo. Dábamos por sentada la autoridad de<br />
las Escrituras; y podíamos hacerlo porque las personas a quienes<br />
nos dirigíamos tenían esas Escrituras en común con nosotros; de<br />
manera semejante a como en la antigüedad los cristianos podían<br />
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debatir con los judíos basando sus argumentos en las mismas Escrituras<br />
que los judíos también aceptaban como Palabra de Dios.<br />
Otro ejemplo lo tenemos en la doctrina misma de Dios. Cuando<br />
los primeros misioneros evangélicos llegaron a nuestras tierras, encontraron<br />
un pueblo que por siglos había escuchado que no hay<br />
sino un Dios. El común de la población sabía de Jesucristo como<br />
Hijo de Dios y Salvador. Acerca del <strong>Espíritu</strong> Santo, aunque no se<br />
decía mucho, al menos todos le habían oído mentar en la fórmula<br />
bautismal. Luego, el argumento de los evangélicos contra las imágenes<br />
y su uso se fundamentaba en la discordancia entre lo que la<br />
iglesia enseñaba y la práctica del pueblo, y entre lo que la iglesia<br />
decía enseñar y lo que de hecho enseñaba. La doctrina de la Iglesia<br />
Católica Romana era estrictamente monoteísta. En cuanto a las imágenes,<br />
la doctrina oficial del catolicismo romano era que no debían<br />
recibir adoración, sino solamente veneración. Pero en la práctica esto<br />
no era lo que acontecía. Luego, aun cuando sobre este punto hubo<br />
amargas controversias entre católicos y protestantes, lo cierto es que<br />
las controversias mismas se fundamentaban en el denominador común<br />
que era el monoteísmo, afirmado por ambas partes.<br />
En esto también la predicación evangélica pudo usar el catolicismo<br />
de una manera semejante a como los primeros cristianos<br />
utilizaron el judaísmo. Al tiempo que lo atacábamos y refutábamos,<br />
compartíamos con él ciertos principios fundamentales que eran la<br />
base sobre la cual argumentábamos.<br />
Como en el caso de los judíos conversos del siglo primero, esto<br />
quiso decir que para nuestros primeros conversos al protestantismo<br />
no había necesidad de deshacerse de todo lo que habían aprendido,<br />
ni de aprenderlo todo de nuevo. Sí era necesario abandonar las imágenes,<br />
creer las Escrituras, rechazar la autoridad del Papa, creer en<br />
la justificación por la fe y otras cosas por el estilo. Pero lo cierto es<br />
que a fin de cuentas esas diferencias, con todo y ser de enorme importancia,<br />
se basaban sobre un cimiento común.<br />
Hacia fines del siglo primero y principios del segundo las cosas<br />
empezaron a cambiar para la iglesia antigua. Ahora era cada<br />
vez mayor el número de gentiles que, sin fundamento alguno en el<br />
judaísmo, querían unirse a la iglesia. Aceptarles y bautizarles así,<br />
sin más, era correr el riesgo de que el cristianismo se desvirtuara,