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Justo González – No Creáis A Todo Espíritu

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12 uVo ClteÓig a todo egpfltitu e<br />

poder alguno, sino que el poder de la mentira está en la verdad que<br />

contiene. Una mentira a todas luces falsa no convence a nadie. Así,<br />

por ejemplo, si alguien nos dice que vio a Napoleón paseándose por<br />

la calle, no le creeremos. Si nos dice que vio al Presidente de la República,<br />

quizá le creamos. Pero si nos dice que vio a Juan Pérez, el<br />

vecino de en frente, no tenemos por qué dudar de lo que nos dice.<br />

Esta última aseveración es más verosímil, porque de hecho el vecino<br />

se llama Juan Pérez. Lo de Napoleón, ni por asomo lo creemos, porque<br />

sabemos que Napoleón murió hace tiempo. Lo del Presidente,<br />

quizá; pero eso de que el Presidente ande por la calle no nos parece<br />

muy digno de crédito. Pero lo de Juan Pérez, aunque sea mentira,<br />

tiene poder como si fuera verdad; y tiene poder porque buena parte<br />

de lo que dice concuerda con la verdad que conocemos: Que el hombre<br />

en cuestión se llama Juan Pérez, y que vive en frente.<br />

Hace algún tiempo escuché una historia. Dos amigos están conversando<br />

sobre música. Uno le pregunta al otro si le gusta Beethoven,<br />

y el otro le contesta:<br />

-¿Que si me gusta? Beethoven y yo somos como uña y carne.<br />

Imagínate, que nos criamos juntos. El otro día estábamos conversando<br />

junto a la fuente en el parque del pueblo, y me dijo que viene a mi<br />

casa a cenar el viernes.<br />

y el otro le responde:<br />

-¡Mira que eres mentiroso! En el parque del pueblo no hay<br />

ninguna fuente.<br />

Esa historia se presta para un buen examen a la luz de lo que<br />

Ireneo dice. Para quienes conocemos la verdad, q1,le Beethoven murió<br />

en 1827, la aseveración del amigo que dice conocerle personalmente<br />

es a todas luces falsa. La mentira carece por completo de<br />

poder. Para el otro amigo, la cuestión es más complicada. Él mismo<br />

es mentiroso, pues trajo a Beethoven a colación dando a entender<br />

que sabía de él y de su música cuando en realidad no sabía más<br />

que el nombre. Pero la mentira del segundo en cuanto a conocer a<br />

Beethoven se revela por otra mentira, la de haber estado en la fuente<br />

del parque. Su mentir{l es, por así decir, tan mentirosa, que no tiene<br />

poder alguno.<br />

Y, para completar el círculo de mentiras, permítaseme confesar<br />

que en cierto sentido en todo esto yo también estoy mintiendo, por<br />

cuanto dije que me contaron esa historia, cuando en realidad la que<br />

me contaron fue algo distinta, pues tenía lugar en La Habana, y no<br />

tenía nada que ver con una fuente del parque, sino con rutas de camiones<br />

o autobuses. Lo que me contaron entonces lo he adaptado<br />

para una audiencia más general, y probablemente a nadie se le ocurriría<br />

pensar que lo he cambiado. Una vez más, la mentira tiene más<br />

poder cuanto más se aproxime a la verdad o, como diría Ireneo,<br />

cuanta más verdad tenga.<br />

Ahora bien, traigamos todo esto a colación al tema que nos interesa,<br />

que es el de discernir entre la verdad y la mentira en medio de<br />

toda esta multitud de nuevos movimientos religiosos que nos rodean.<br />

Lo que sea pura mentira no tiene por qué preocupamos. Se desvanecerá<br />

por sí solo, como se desvanece la mentira del que dice ser amigo<br />

de Beethoven. Lo más dificil es juzgar en aquellos casos en que la<br />

verdad se envuelve en mentira, como en el del amigo que nos dice<br />

que vio a su vecino Juan Pérez paseándose por la calle. Y también<br />

a veces es dificil, cuando la intuición cristiana nos dice que algo es<br />

falso, saber por qué lo es, y saber por qué razones denunciamos la<br />

mentira. En tales casos, somos como ese buen señor que sabía que<br />

su amigo no había estado conversando con Beethoven en el parque<br />

junto a la fuente porque en el pueblo no hay una fuente en el parque.<br />

En una palabra, lo que estamos buscando son algunas pautas<br />

para discernir entre la Verdad y la mentira; para poder juzgar cada<br />

uno de esos nuevos movimientos que van apareciendo a la luz de<br />

la verdad de Dios. <strong>No</strong> intentamos entonces discutir esos movimientos<br />

uno por uno, lo cual me recuerda lo que también dijo el consabido<br />

Ireneo, que para probar que el agua de mar es salada no hay que<br />

bebérsela toda. Lo que intentamos es más bien sentar algunas pautas<br />

teológicas para discernir lo que pueda haber de bueno y verdadero,<br />

y lo que pueda haber de falso y de malo en esos movimientos.<br />

Las doctrinas y su función<br />

Entonces, el tema que nos ocupa es el de los fundamentos bíblicos<br />

y teológicos que hemos de emplear para juzgar y discernir entre<br />

los muchos nuevos movimientos religiosos que aparecen en nuestro<br />

derredor casi a diario. Para ello es necesario adentramos más<br />

directamente al plano de las doctrinas fundamentales de la fe cristia-

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