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La mujer: reina e indomable - Editorial Sal Terrae

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<strong>La</strong> <strong>mujer</strong>: <strong>reina</strong> e <strong>indomable</strong>


Colección «PROYECTO»<br />

94


Anselm Grün / Linda Jarosch<br />

<strong>La</strong> <strong>mujer</strong>:<br />

<strong>reina</strong> e <strong>indomable</strong><br />

¡Vive lo que tú eres!<br />

<strong>Editorial</strong> SAL TERRAE<br />

Santander 2006


Título del original alemán:<br />

Königin und wilde Frau.<br />

Lebe, was Du bist!<br />

© 2004 by Vier-Türme GmbH – Verlag<br />

Münsterschwarzach<br />

Traducción:<br />

José Manuel Lozano Gotor<br />

Para la edición española:<br />

© 2006 by <strong>Editorial</strong> <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong><br />

Polígono de Raos, Parcela 14-I<br />

39600 Maliaño (Cantabria)<br />

Tfno.: 942 369 198<br />

Fax: 942 369 201<br />

E-mail: salterrae@salterrae.es<br />

www.salterrae.es<br />

Diseño de cubierta:<br />

Fernando Peón / <br />

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley,<br />

cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública<br />

y transformación de esta obra sin contar con la autorización<br />

de los titulares de la propiedad intelectual.<br />

<strong>La</strong> infracción de los derechos mencionada puede ser constitutiva<br />

de<br />

delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y s. del Código<br />

Penal).<br />

El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org)<br />

vela por el respeto de los citados derechos.<br />

Con las debidas licencias<br />

Impreso en España. Printed in Spain<br />

ISBN: 84-293-1642-6<br />

Dep. Legal: BI-456-06


Impresión y encuadernación:<br />

Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya)<br />

Índice<br />

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7<br />

ARQUETIPOS DE MUJER:<br />

Agar: la <strong>mujer</strong> abandonada y protegida por un ángel<br />

13<br />

Ana: la <strong>mujer</strong> sabia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25<br />

Débora: la juez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33<br />

Ester: la <strong>reina</strong> . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45<br />

Eva: la madre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59<br />

Judit: la luchadora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75<br />

Lidia: la <strong>mujer</strong> sacerdotal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87<br />

María: la transformadora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95<br />

María Magdalena: la amante apasionada . . . . . . . 109<br />

Marta y María: la anfitriona y la artista . . . . . . . . 123<br />

Miriam: la profetisa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131<br />

Rut: la forastera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139<br />

Sara: la risueña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147<br />

Tamar: la <strong>mujer</strong> <strong>indomable</strong> . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159<br />

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175<br />

· 5 ·


Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181<br />

Introducción<br />

P. Anselm Grün<br />

¿Qué <strong>mujer</strong> se siente en realidad como una <strong>reina</strong>? ¿Y<br />

cuántas se definirían a sí mismas como <strong>mujer</strong>es <strong>indomable</strong>s?<br />

Reina y <strong>mujer</strong> <strong>indomable</strong>: aunque son numerosas<br />

las <strong>mujer</strong>es que intuyen la fascinación de estas<br />

imágenes, desgraciadamente son pocas, sin embargo,<br />

las que perciben de veras las facetas correspondientes<br />

de su femineidad. Lo que hoy mueve a muchas <strong>mujer</strong>es<br />

es, sobre todo, el ansia de libertad e independencia.<br />

Buscan el potencial que late dentro de ellas. No quieren<br />

dejarse condicionar por su profesión, pero tampoco<br />

por lo que sus esposos e hijos esperan de ellas. A las<br />

<strong>mujer</strong>es modernas les gustaría vivir su propia vida.<br />

Desean descubrir de qué serían capaces si se guiaran<br />

por sus propias fuerzas, en vez de definirse a sí mismas<br />

a partir de las expectativas de los demás. Al mismo<br />

tiempo, sufren a menudo porque se sienten incomprendidas<br />

y solas en su proceso de «ser <strong>mujer</strong>es».<br />

Linda Jarosch<br />

En un encuentro internacional de <strong>mujer</strong>es en el que<br />

· 7 ·


también participaban algunas africanas, éstas opinaban<br />

que a ellas, aunque individualmente no son tan<br />

fuertes como las alemanas, el hecho de estar unidas les<br />

da mucha fuerza. Además, contaban que tenían la impresión<br />

de que, en Alemania, la mayoría de las <strong>mujer</strong>es<br />

no somos felices. De hecho, en la actualidad hay<br />

muchas <strong>mujer</strong>es que han comenzado a desprenderse<br />

del papel de víctimas y del menosprecio de sí mismas<br />

en que con frecuencia han sido educadas. Son precisamente<br />

estas actitudes las que conducen a ese descontento<br />

perceptible incluso desde fuera. Ahora se<br />

atreven a confiar en parte en su femineidad. Dejan de<br />

hacer siempre a los varones responsables exclusivos<br />

de su propia miseria. Se reconcilian con las heridas<br />

que les ha inferido la vida y emprenden una nueva senda<br />

de libertad interior.<br />

Dado que se respetan a sí mismas y valoran su femineidad,<br />

estas <strong>mujer</strong>es ya no se dejan achicar por comentarios<br />

peyorativos. Son conscientes de su valor como<br />

<strong>mujer</strong>es, y eso les hace disfrutar de su femineidad<br />

y les confiere nueva vida. Así, muchas <strong>mujer</strong>es están<br />

comenzando a vivir por sí mismas. Cuando se reúnen,<br />

las <strong>mujer</strong>es pueden llorar juntas, pero gozan mucho<br />

más riéndose con ganas. Gracias a esa risa, rebosante<br />

de energía, se dan cuenta de que pueden vivir por sí<br />

mismas y de que ya no les apetece seguir quejándose<br />

de quienes las impiden vivir con autenticidad.<br />

El movimiento feminista de la década de mil novecientos<br />

setenta luchó, sobre todo, por la igualdad de derechos<br />

para las <strong>mujer</strong>es. En aquellos días era importante<br />

rechazar inveterados tópicos sobre el papel de la<br />

<strong>mujer</strong>. Sin embargo, se corrió el peligro de amoldar la<br />

<strong>mujer</strong> al varón, en vez de acentuar su peculiaridad y<br />

diferencia. Hoy, sin dejar de reclamar la igualdad de<br />

· 8 ·


derechos, el movimiento feminista se esfuerza por poner<br />

de relieve al mismo tiempo la especificidad de la<br />

<strong>mujer</strong>. Ya desde el punto de vista meramente biológico,<br />

la <strong>mujer</strong> desarrolla dimensiones distintas de las del<br />

varón. Precisamente en la diferencia entre varón y<br />

<strong>mujer</strong> late un potencial sin par. No obstante, no se trata<br />

de atar a la <strong>mujer</strong> a una determinada imagen.<br />

Basándose en la biología y en la psicología del desarrollo,<br />

Norbert Bischof y su <strong>mujer</strong>, Doris Bischof-<br />

Köhler, ambos profesores de la Universidad de Zürich,<br />

han mostrado que, ya desde tiempos ancestrales, las<br />

<strong>mujer</strong>es, en lo tocante a la sexualidad, la reproducción,<br />

la crianza de los hijos y la obtención de alimentos, han<br />

ido desarrollado formas de conducta distintas de las de<br />

los varones. Y lo que la biología inscribe en nuestro ser<br />

no se puede borrar fácilmente.<br />

Según esto, el argumento sociológico de que la diferencia<br />

entre varón y <strong>mujer</strong> se debe exclusivamente a la<br />

educación no es cierto. Así, por ejemplo, ya en la infancia<br />

existen desemejanzas en las respectivas actitudes<br />

de uno y otro sexo ante el éxito y el fracaso: «Los<br />

niños tienden, por lo general, a considerar el éxito como<br />

resultado de sus aptitudes; los fracasos los atribuyen,<br />

por el contrario, a la mala suerte o a circunstancias<br />

ajenas a ellos. En cuanto a las niñas, tienden a<br />

echarse a sí mismas la culpa de sus fracasos, mientras<br />

que los éxitos no los viven como resultado de sus propias<br />

capacidades, sino como una “cuestión de suerte”»<br />

(Bischof-Köhler y Bischof, p. 113). Por eso, según<br />

Bischof-Köhler y Bischof, el tratamiento equitativo de<br />

varones y <strong>mujer</strong>es redunda más bien en detrimento de<br />

éstas. Pues el rendimiento se sigue midiendo por un rasero<br />

masculino. «Al contrario, la verdadera igualdad<br />

de derechos sólo podrá alcanzarse si se toman en serio<br />

las diferencias y si en la socialización se tienen sufi-<br />

· 9 ·


cientemente en cuenta los puntos fuertes y las debilidades<br />

de cada uno de los dos sexos» (Bischof, p. 115).<br />

Medir todo por el mismo rasero conduce al aburrimiento.<br />

<strong>La</strong> disparidad existente entre el varón y la <strong>mujer</strong><br />

genera una tensión que confiere a ambos su energía<br />

distintiva y les convierte en fuente de inspiración recíproca.<br />

<strong>La</strong> diferencia que existe entre el varón y la <strong>mujer</strong><br />

es sinónimo de plenitud y riqueza; es el requisito<br />

básico para una relación viva. Lo que hoy necesitan<br />

las <strong>mujer</strong>es no es un trato equitativo, sino coraje para<br />

ser ellas mismas. No deben orientar su escala de valores<br />

según el ideal de masculinidad; lo que han de encontrar<br />

es, más bien, su propia identidad. Deben revalorizar<br />

su propio y específico estilo femenino. Sólo entonces<br />

gozarán las <strong>mujer</strong>es de las mismas oportunidades<br />

que los varones.<br />

En el libro Kämpfen und lieben [Luchar y amar],<br />

una obra análoga a ésta dedicada a los varones, se asocian<br />

dieciocho imágenes arquetípicas con personajes<br />

bíblicos masculinos. <strong>La</strong> mayoría de los arquetipos valen<br />

tanto para los varones como para las <strong>mujer</strong>es, aunque<br />

éstas los llenan de vida de otra manera. Por eso,<br />

también en este libro nos gustaría tomar como referencia<br />

las imágenes arquetípicas de la <strong>mujer</strong> y relacionarlas<br />

con personajes bíblicos femeninos. En este proceder,<br />

nuestro interés no se centra tanto en el estudio<br />

de los pasajes bíblicos y su trasfondo cuanto en el despliegue<br />

de la imagen arquetípica que descubrimos en el<br />

correspondiente personaje bíblico.<br />

En nuestros días, a menudo se realzan inmerecidamente<br />

imágenes negativas de las <strong>mujer</strong>es. Así, se elogia<br />

a la «tarambana» que mejor vive. Y se presenta como<br />

modelo a la <strong>mujer</strong> frenética. Algunas <strong>mujer</strong>es se definen<br />

a sí mismas como brujas, y se sienten orgullosas de<br />

este título. Incluso la prostituta es considerada de pron-<br />

· 10 ·


to como modelo positivo de libertad respecto de todas<br />

las normas sociales. Frente a esta deformación de que<br />

son objeto, nos gustaría devolver a las imágenes arquetípicas<br />

su integridad tomando como punto de partida<br />

figuras bíblicas femeninas. <strong>La</strong>s imágenes arquetípicas<br />

poseen además una fuerza purificadora. De ahí<br />

que, en las imágenes negativas que los medios de comunicación<br />

de masas presentan como modelo, siempre<br />

haya también algo de verdad. Pero para que puedan<br />

hacerse visibles el significado y la fuerza auténticos de<br />

las imágenes, es preciso que sean purificadas por el arquetipo.<br />

Una autora griega describe siete imágenes arquetípicas<br />

para la <strong>mujer</strong>: la amante, la <strong>mujer</strong> maternal, la sacerdotisa,<br />

la artista, la luchadora, la <strong>reina</strong> y la <strong>mujer</strong><br />

<strong>indomable</strong>. De modo análogo, nosotros hemos elegido<br />

catorce arquetipos y los hemos asociado con catorce<br />

personajes bíblicos femeninos. De siempre, el catorce<br />

ha sido un número positivo. Los babilonios tenían catorce<br />

divinidades protectoras. Y en el cristianismo<br />

existen los catorce santos auxiliadores. El catorce es<br />

también una cifra femenina: marca la mitad del ciclo<br />

lunar, que tiene un significado importante para todas y<br />

cada una de las <strong>mujer</strong>es. Creemos que el número catorce<br />

expresa el ser de la <strong>mujer</strong>, así como el potencial<br />

latente en ella.<br />

<strong>La</strong>s catorce imágenes que aquí se presentan deberían,<br />

por tanto, ayudar a las <strong>mujer</strong>es a descubrir su ser más<br />

propio y a vivir de la riqueza interior de su femineidad.<br />

Además, estas imágenes pretenden señalar a las <strong>mujer</strong>es<br />

el camino a seguir si desean curar las heridas que<br />

les producen las falsas imágenes de la <strong>mujer</strong>, así como<br />

ofrecerles apoyo para encontrar su propia integridad,<br />

· 11 ·


su propia «salvación».<br />

Como título para nuestro libro sobre la <strong>mujer</strong>, hemos<br />

escogido las dos imágenes arquetípicas de la <strong>mujer</strong> <strong>indomable</strong><br />

y la <strong>reina</strong>. En nuestra opinión, en estas dos<br />

imágenes se expresan con suma claridad los atributos<br />

fundamentales que mantienen viva a una <strong>mujer</strong>. <strong>La</strong><br />

suma de ambos atributos le confiere energía. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong><br />

que permite que en ella se manifiesten a la vez la <strong>mujer</strong><br />

<strong>indomable</strong> y la <strong>reina</strong> estará, además, en condiciones<br />

de encarnar con vigor todas las demás imágenes,<br />

ya sea la de la <strong>mujer</strong> maternal, con la que el movimiento<br />

feminista tantos problemas tiene, o la de la<br />

amante, la artista o la profetisa.<br />

Habrá quienes consideren que el título del libro resulta<br />

provocador. Otros quizá lo descalificarán como mera<br />

moda. Noso-tros, sin embargo, creemos que precisamente<br />

las imágenes de la «<strong>reina</strong>» y la «<strong>mujer</strong> <strong>indomable</strong>»<br />

conducen a las <strong>mujer</strong>es a su ser auténtico y las<br />

ponen en contacto con el potencial que late en sus almas.<br />

Por eso, lo que pretendemos en este libro es asociar<br />

estos dos polos de tal manera que usted, querida<br />

lectora, renueve sus ganas de vivir y de ser <strong>mujer</strong>.<br />

Por último, unas breves palabras sobre la elaboración<br />

de este libro: es el fruto de numerosas conversaciones<br />

entre los autores. Además, hemos utilizado manuscritos<br />

y textos que han surgido de distintos seminarios<br />

de <strong>mujer</strong>es y de la escucha de lo que las propias<br />

<strong>mujer</strong>es nos han contado. Hemos dialogado y discutido<br />

repetidamente sobre los textos escritos en común.<br />

Para que este trabajo común pueda ser reconstruido,<br />

hemos utilizado distintos tipos de letra para los párrafos<br />

que ha escrito cada uno de nosotros. De este modo,<br />

la forma exterior del texto reproduce el diálogo que he-<br />

· 12 ·


mos mantenido durante más de un año. Para presentar<br />

las distintas imágenes de la <strong>mujer</strong> seguimos el orden<br />

alfabético al que obedecen los nombres de los personajes<br />

bíblicos que hemos asociado con ellas. Recomendamos<br />

a nuestras lectoras que lean el libro por<br />

capítulos y que reflexionen o mediten sobre cada una<br />

de las imágenes en particular.<br />

<strong>La</strong>s ideas que presentamos no pretenden ser, ni<br />

mucho menos, la única visión posible del tema. Cada<br />

<strong>mujer</strong> desarrolla –y debe desarrollar– su propia autocomprensión.<br />

Este libro quiere alentar a las <strong>mujer</strong>es a<br />

buscar el diálogo no sólo con otras <strong>mujer</strong>es, sino también<br />

con los varones, y que ello las ayude a descubrir<br />

su más profunda identidad. Asimismo, nos gustaría<br />

suscitar en las <strong>mujer</strong>es las ganas desplegar sus propias<br />

capacidades y posibilidades y sentirse agradecidas por<br />

el modo singular en que cada una vive su femineidad.<br />

LINDA PAROSCH y ANSELM GRÜN<br />

Münsterschwarzach, junio de 2004<br />

· 13 ·


Agar: la <strong>mujer</strong> abandonada<br />

y protegida por un ángel<br />

<strong>La</strong> literatura mundial está plagada de relatos de <strong>mujer</strong>es<br />

abandonadas. Que los varones abandonen a sus<br />

<strong>mujer</strong>es es un fenómeno que se repite sin cesar.<br />

Antaño, la guerra era generalmente el motivo por el<br />

que los varones se ausentaban, dejando solas a las <strong>mujer</strong>es.<br />

Hoy la causa suele estar en los problemas que<br />

surgen en la convivencia conyugal. O, simplemente, el<br />

varón abandona a su esposa porque se enamora de<br />

otra <strong>mujer</strong>. Sin embargo, la <strong>mujer</strong> abandonada no queda,<br />

ni mucho menos, desamparada de todos los espíritus<br />

buenos. Antes bien, permanece bajo la especial<br />

protección de Dios.<br />

<strong>La</strong>s novelas que describen a <strong>mujer</strong>es en situación<br />

de abandono hacen llorar a muchas lectoras, que se<br />

reconocen en tales personajes. Es evidente que en el<br />

alma de toda <strong>mujer</strong> existe un vislumbre de lo que significa<br />

ser abandonada. Pero, al mismo tiempo, late la<br />

convicción de que Dios nunca la desamparará. Así lo<br />

ve ya el Nuevo Testamento: «El Señor guarda a los<br />

emigrantes, sustenta al huérfano y a la viuda» (<strong>Sal</strong><br />

146,9). <strong>La</strong> viuda es una imagen típica de la <strong>mujer</strong> abandonada.<br />

En el Anti-guo Testamento, el prototipo de la<br />

<strong>mujer</strong> abandonada y, al mismo tiempo, protegida de<br />

manera especial por Dios es Agar, la esclava de<br />

· 14 ·


Abrahán.<br />

Puesto que Sara, la esposa de Abrahán, es estéril,<br />

le entrega a éste a su criada Agar para que engendre<br />

un hijo con ella. Pero, cuando se queda embarazada,<br />

Agar se siente superior a Sara y la mira por encima del<br />

hombro. Sara se queja a Abrahán de tal actitud, y su<br />

marido le devuelve a la sierva: «De tu esclava dispones<br />

tú; trátala como te parezca» (Gn 16,6). A partir de ese<br />

momento, Sara trata a su criada con tanta dureza que<br />

Agar decide huir.<br />

Aquí se evidencia un aspecto negativo de la femineidad.<br />

Sara está celosa. No puede soportar que su esclava<br />

se halle encinta, y ella no. Por eso la oprime para<br />

mostrarle su superioridad. <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es experimentan<br />

a menudo situaciones parecidas: cuando desarrollan<br />

una virtud propia, suelen ser combatidas por otras<br />

<strong>mujer</strong>es. Algunas <strong>mujer</strong>es no pueden soportar que<br />

otras <strong>mujer</strong>es vivan algo que ellas se han prohibido a<br />

sí mismas o que no está a su alcance. En vez de alegrarse<br />

de las virtudes de otras <strong>mujer</strong>es, no pueden evitar<br />

combatirlas.<br />

Agar huye de su ama. Mientras está sentada junto a<br />

una fuente en el desierto, se le aparece un ángel del<br />

Señor y le dice: «“Agar, esclava de Sara, ¿de dónde vienes<br />

y a dónde vas?”. Ella respondió: “Vengo huyendo<br />

de mi señora”. El ángel del Señor le dijo: “Vuelve a tu<br />

señora y sométete a ella”» (Gn 16,8s). A primera vista,<br />

la orden del ángel parece plantear a Agar una exigencia<br />

desmesurada. Debe regresar, sin más, a la antigua<br />

situación y aguantar el duro trato de su ama. <strong>La</strong><br />

reacción de Agar tiene visos de ser típicamente femenina:<br />

se siente víctima y acepta la carga que se le impone.<br />

Pero la orden del ángel no debe ser entendida en<br />

este sentido. No se trata de que Agar asuma el papel<br />

· 15 ·


de víctima. Ello no le hace ningún bien a la <strong>mujer</strong>, pues<br />

en el papel de víctima ésta se convierte con demasiada<br />

frecuencia en victimaria. Se sacrifica por otras personas,<br />

pero, al mismo tiempo, condiciona a quienes la rodean.<br />

Sacri-ficándose, ejerce poder, pues los otros deben<br />

recompensarla por su sacrificio. O bien, con su papel<br />

de víctima, genera una atmósfera desasosegante,<br />

opresiva, cargada de mala conciencia. Junto a un «chivo<br />

expiatorio» es imposible sentirse a gusto. Uno no<br />

puede dejar de tener mala conciencia.<br />

Pero el ángel, al enviar a Agar de vuelta a su señora,<br />

le formula la siguiente promesa: «Haré tan numerosa<br />

tu descendencia que no se podrá contar... Mira,<br />

estás encinta y darás a luz a un hijo y lo llamarás<br />

Ismael (= Dios escucha), porque el Señor te ha escuchado<br />

en la aflicción» (Gn 16,11).<br />

Con ello, Agar puede sobrellevar mejor la tan opresiva<br />

situación, porque es receptora de una promesa. Es<br />

consciente de su dignidad. Será madre de una descendencia<br />

numerosa. Su hijo será arquero*, y su vida prosperará.<br />

También puede aguantar la situación porque<br />

sabe que tiene una dignidad inviolable y que Dios se interesa<br />

por ella y se ocupa de ella. Agar no ignora que en<br />

ella hay algo sobre lo que su señora no tiene poder alguno:<br />

al fin y al cabo, Sara no puede dañarla en lo más<br />

hondo de su persona. Agar llama a Dios «El-Roi (Dios,<br />

que me ve)» (Gn 16,13). Puesto que Dios la ve en su<br />

dignidad, nadie puede arrebatarle tal dignidad. Agar lleva<br />

dentro de sí algo indestructible y resistente al paso<br />

del tiempo. Porta en su interior algo divino sobre lo que<br />

* En realidad, el libro del Génesis dice de Ismael que será un «potro<br />

salvaje» (Gn 16,12) [N. del Trad.].<br />

· 16 ·


el mundo no tiene ningún poder.<br />

Muchas <strong>mujer</strong>es aguantan situaciones duras porque<br />

en su ser más íntimo están convencidas de su dignidad.<br />

Transmiten al mundo la vida que hay en ellas.<br />

Lo cual no sólo puede afirmarse de las madres, sino<br />

también de las <strong>mujer</strong>es sin hijos. Si tienen sensibilidad<br />

para percibir que son guardianas de la vida, pueden<br />

sostener y proteger esa vida también en medio de circunstancias<br />

adversas. Y si, al igual que Agar, saben<br />

que Dios está pendiente de ellas, no se sienten abandonadas,<br />

y las palabras desdeñosas de su entorno no<br />

las hieren.<br />

En numerosos relatos del tiempo de la guerra, me<br />

ha llamado repetidamente la atención la fortaleza de<br />

las <strong>mujer</strong>es que, a la sazón, huían desprotegidas de las<br />

zonas de combate. Y, después de la guerra, las<br />

«Trümmerfrauen» (las <strong>mujer</strong>es de las ruinas, o <strong>mujer</strong>es<br />

desescombradoras) contribuyeron decisivamente a<br />

la reconstrucción de Alemania. Sacaron adelante a<br />

sus familias en las más difíciles circunstancias, creando,<br />

a pesar de todo, un espacio seguro para sus hijos.<br />

En ellas latía algo de la fuerza de Agar. Obviamente,<br />

eran conscientes de su dignidad. Demostraron una tenacidad<br />

y una resistencia que no pueden sino suscitar<br />

admiración.<br />

Tras dar a luz a Isaac, Sara estaba al principio feliz.<br />

Pero luego vio cómo Ismael, el hijo de Agar, retozaba<br />

alegre de aquí para allá. Aquello era superior a<br />

sus fuerzas. No podía alegrarse con el hijo de su esclava.<br />

De ahí que indujera a Abrahán a expulsar a la<br />

esclava y al hijo de ésta. <strong>Sal</strong>ta a la vista que Abra-hán<br />

es demasiado cobarde para contradecir a su esposa.<br />

Aun-que lo hace a disgusto, accede al deseo de Sara.<br />

Pero Dios le dice que no se aflija, pues también de<br />

Ismael saldrá un gran pueblo.<br />

· 17 ·


Así, Agar marcha de nuevo al desierto con su hijo.<br />

Cuando se acaban las provisiones de pan y agua, Agar<br />

coloca al niño, que ha roto a llorar, debajo de unas matas.<br />

No puede soportar el llanto de su hijo. Pero Dios<br />

vuelve a enviar a un ángel que le abre los ojos a Agar,<br />

de suerte que ésta divisa un pozo en las cercanías. Por<br />

tanto, Agar supera también este apurado trance porque<br />

un ángel la protege.<br />

Siempre es un trago amargo para una <strong>mujer</strong> el que<br />

su esposo la abandone o decida separarse de ella porque<br />

su profesión u otra <strong>mujer</strong> son más importantes para<br />

él. En su interior surgen muchas preguntas y sentimientos;<br />

por ejemplo: «No soy lo bastante buena. Ama<br />

a otra <strong>mujer</strong>. ¿En qué me he equivocado? ¿Es que ya<br />

no valgo nada?».<br />

Agar está a punto de dejarse morir y dejar morir a<br />

su hijo. Pero el ángel, que ha escuchado el llanto del<br />

niño y ha visto el apuro en que ella misma se encuentra,<br />

le abre los ojos. Agar descubre una fuente de agua<br />

potable. El ángel le muestra que no es sólo la abandonada.<br />

En ella misma hay una fuente de la que puede<br />

beber. Posee dentro de sí recursos suficientes. No depende<br />

de ningún varón. No se define a sí misma en<br />

función de ningún varón. Es fiel a sí misma. Tiene en<br />

su interior fuentes que nunca se agotan. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong> que<br />

entra en contacto con estas fuentes interiores es capaz<br />

de superar también situaciones de abandono. No se da<br />

por vencida. En ella florece una nueva vida que se alimenta<br />

de su propia fuente interior. Por eso pasa a definirse<br />

a partir de su propia dignidad y, en último término,<br />

a partir de Dios.<br />

Muchas <strong>mujer</strong>es que son abandonadas por su esposo<br />

desarrollan sin querer una enorme rabia contra éste<br />

cuando, al final, él les cuenta todo lo que ha echado de<br />

· 18 ·


menos en la relación. Piensan que, si él hubiera hablado<br />

abiertamente antes, ellas habrían podido reaccionar<br />

de manera apropiada. Por eso se sienten impotentes,<br />

pues a posteriori ya no tienen oportunidad de<br />

aportar a la relación lo que, a juicio del esposo, faltaba.<br />

Cuando pregunto a estas <strong>mujer</strong>es si no había indicios<br />

de que el otro echaba algo de menos, ellas suelen<br />

responder afirmativamente. Pero aseguran que no le<br />

habían dado importancia, porque no po-dían sospechar<br />

que la relación dependiera de forma inmediata de<br />

lo que ahí se manifestaba. A pesar de su disgusto, reconocen<br />

que también ellas habían puesto en la relación<br />

unas expectativas que no se han cumplido. Su<br />

profundo dolor por el abandono guarda relación con el<br />

rechazo que experimentan, con la incertidumbre acerca<br />

de cómo proseguir la vida, con la falta de confianza<br />

demostrada por quien hasta hace poco era su pareja.<br />

Pues es la confianza lo que nos permite abordar los<br />

problemas.<br />

En las conversaciones que sostengo con ellas, las<br />

<strong>mujer</strong>es perciben que su tarea consiste en hacerse más<br />

sensibles para con sus propios sentimientos y deseos.<br />

Pues éstos son el elemento vivo que ellas aportan a la<br />

relación y lo que le da vida a ésta. Pero muchas veces<br />

el día a día está tan lleno de obligaciones que no han<br />

podido seguir teniéndolos presentes. <strong>La</strong> experiencia de<br />

haber sido abandonadas por el esposo puede espolearlas<br />

a no abandonarse a sí mismas, a no pasar por alto<br />

sus propios sentimientos y a no apoyarse sólo en otros,<br />

sino en sí mismas.<br />

A modo de ejemplo: una <strong>mujer</strong> casada con un curandero<br />

amerindio que residía en Allgäu, en las estribaciones<br />

de los Alpes alemanes, me contó que también<br />

· 19 ·


entre los indios hay varones de edad avanzada que dejan<br />

a su esposa y se van a vivir con otra <strong>mujer</strong>. <strong>La</strong>s<br />

<strong>mujer</strong>es indias experimentan, por supuesto, el dolor y<br />

la tristeza de la separación, pero no con el sentimiento<br />

de ser ellas las abandonadas, sino asumiendo un papel<br />

activo en el proceso. Dejan libre al marido y quedan libres<br />

ellas mismas. Y afirman al respecto: «Le libero,<br />

pero sigue siendo mi esposo para siempre». Con ello<br />

quieren decir que, de los años compartidos, nada se borra;<br />

y que la nueva relación del esposo no puede ser<br />

equiparada a la que tenía con ellas, pues se trata de algo<br />

sencillamente diferente. Así, el valor de la <strong>mujer</strong> no<br />

queda tan menoscabado como suele ser el caso en<br />

nuestra cultura; al contrario, gracias a esta actitud, las<br />

<strong>mujer</strong>es amerindias experimentan que en el amor, al<br />

igual que en la naturaleza, existe el cambio y la extinción,<br />

sin torturarse continuamente intentando establecer<br />

cuál es su grado de culpa. Los varones incluso visitan<br />

a la familia con su nueva compañera. En este relato,<br />

impresiona el aspecto de la concesión activa de libertad<br />

que la naturaleza repetidamente reclama al ser<br />

humano y que también afecta al amor entre el varón y<br />

la <strong>mujer</strong>. Entre nosotros, tienen mucho peso la búsqueda<br />

de culpas y errores, el rencor y la persistencia<br />

de la ofensa, el sentimiento de haber perdido valor...<br />

Los indios viven con mayor intensidad la entrega a la<br />

vida. <strong>La</strong>s allí <strong>mujer</strong>es lo tienen más fácil, sin duda, porque<br />

en tales situaciones son sostenidas por la comunidad<br />

en mayor medida que nosotras.<br />

En el relato de Agar, ha sido sobre todo el motivo de la<br />

fuente lo que ha fascinado a varios poetas judíos. Para<br />

Nelly Sachs, la fuente a la que el ángel conduce a Agar<br />

es un símbolo arquetípico de la esperanza:<br />

· 20 ·


«Pero tus fuentes<br />

son tus diarios,<br />

oh Israel».<br />

Y Ben-Chorin canta a Agar en la más acuciante<br />

necesi-dad, en medio de la cual ella, a pesar de todo,<br />

confía en recibir ayuda:<br />

«En sus cansadas manos de esclava<br />

esconde su cabeza, preñada de lágrimas,<br />

e intuye la cercana presencia de un ángel,<br />

miembro de un lejano y flamígero ejército divino.<br />

Se limitó a pensar... y de ahí surgió un ángel,<br />

que se inclinó sobre ella en luminoso resplandor;<br />

y fue un consuelo y como estar en casa<br />

y sentirse a salvo».<br />

<strong>La</strong> situación en que se encuentra Agar no les resulta<br />

extraña a las <strong>mujer</strong>es de ninguna época. Siempre<br />

ha habido y habrá <strong>mujer</strong>es que son abandonadas o incluso<br />

repudiadas por sus maridos. Como en el caso de<br />

Agar, la culpa la tiene con frecuencia otra <strong>mujer</strong>, hacia<br />

la que el marido experimenta una mayor atracción.<br />

Entonces, la <strong>mujer</strong> postergada se siente de verdad como<br />

una esclava que, tras haberlo hecho todo por aquel<br />

hombre, es despedida, porque éste ya no la necesita,<br />

pues se ha vuelto hacia otra <strong>mujer</strong>. Ella se siente explotada<br />

como una <strong>mujer</strong> de la limpieza que ha mantenido<br />

en orden la casa y la ropa, pero que de repente es<br />

expulsada al desierto porque ha dejado de ser necesaria.<br />

Cuando la <strong>mujer</strong> vive con intensidad su faceta materna,<br />

a menudo la <strong>mujer</strong> erótica deja de estar presente<br />

en ella. Esta parte de ella sale perdiendo. A veces, con<br />

el exceso de maternidad, la <strong>mujer</strong> busca asimismo pro-<br />

· 21 ·


tegerse de la faceta erótica de su ser <strong>mujer</strong>, pues son<br />

muchas las <strong>mujer</strong>es que no se sienten libres en este terreno.<br />

Se dan cuenta de que ciertas convicciones muy<br />

arraigadas las impiden ser más abiertas. Por lo general,<br />

también se sienten coaccionadas por las expectativas<br />

del esposo, lo cual las lleva a adoptar un papel más<br />

bien renuente. Esto puede convertirse en materia de<br />

controversia en la pareja; y no pocas veces falta la comunicación<br />

que ambos necesitarían para sentir que<br />

sus necesidades son tenidas en cuenta. Para la <strong>mujer</strong><br />

suele ser especialmente hiriente que el marido la deje<br />

por ese motivo y prefiera a otra <strong>mujer</strong>.<br />

Muchas <strong>mujer</strong>es que han sido abandonadas tienen dificultades<br />

para seguir creyendo en su dignidad. Se<br />

sienten en el desierto y se abandonan a sí mismas.<br />

Tienen hambre y sed de amor y corren el peligro de<br />

deshidratarse en el desierto. Algunas desarrollan entonces<br />

un odio exacerbado hacia todos los varones, en<br />

quienes únicamente ven aspectos negativos. Surgen<br />

entonces prejuicios como los siguientes: «Los hombres<br />

son todos iguales. Sólo les interesa el sexo y el placer;<br />

no buscan más que su ventaja personal. Son irresponsables.<br />

No saben lo que es la fidelidad ni el amor verdadero...».<br />

Es comprensible que tales prejuicios afloren<br />

en <strong>mujer</strong>es que han sido abandonadas por sus esposos.<br />

Se trata de una herida profunda. Pero las <strong>mujer</strong>es<br />

fuertes asimilan esa herida y desarrollan sus propias<br />

virtudes. Utilizan su agresividad para expulsar de<br />

sí al hombre que las ha abandonado. Y transforman<br />

tal agresividad en la aspiración a vivir por sí solas. En<br />

su interior aflora el deseo de dar forma a su propia vida<br />

y desarrollar capacidades que hasta entonces estaban<br />

ocultas en ellas.<br />

· 22 ·


Una <strong>mujer</strong> de mediana edad, por ejemplo, tuvo que<br />

ver cómo su marido, después de cuarenta años de matrimonio,<br />

la abandonaba por una <strong>mujer</strong> joven. Habían<br />

criado varios hijos y construido una gran casa. El esposo<br />

había podido dedicarse a su carrera gracias a que<br />

la <strong>mujer</strong> había organizado y dirigido todo en el hogar.<br />

<strong>La</strong> marcha del esposo representó para esta <strong>mujer</strong> una<br />

profunda ofensa, que la dejó totalmente desarmada.<br />

Creía que se venía abajo. Después de una época difícil,<br />

en la que se confrontó abiertamente con la situación,<br />

un día se dijo a sí misma: «Quizá también ha sido un<br />

regalo para mí el que mi marido me haya hecho esto.<br />

Ahora no tengo más remedio que centrar mi atención<br />

en mí misma y descubrir aspectos de mi persona totalmente<br />

desconocidos para mí. Tengo que empezar una<br />

vida del todo nueva, y veo en ello una gran oportunidad<br />

para mí». En ese momento tuvo la sensación de<br />

haberse reconciliado consigo misma: había recuperado<br />

su dignidad y su fuerza.<br />

¿Dónde encuentra hoy la <strong>mujer</strong> abandonada y enviada<br />

al desierto por su esposo al ángel que le abra los<br />

ojos? Con frecuencia, en alguna amiga que la apoya<br />

incondicionalmente, que le transmite la sensación de<br />

que, a pesar de lo ocurrido, sigue siendo enormemente<br />

valiosa, que encierra en sí una gran riqueza... Ella debe<br />

transformar el sentimiento de duelo, dolor y rabia<br />

en el deseo de dar forma propia a su vida. No es sólo<br />

la esposa de su marido. Es una <strong>mujer</strong> independiente.<br />

Es la madre de un arquero. Su vida saldrá adelante.<br />

Encontrará la diana a la que disparar la flecha.<br />

A veces es un libro el que puede convertirse en ángel.<br />

Tal vez le abra los ojos a una <strong>mujer</strong>, enseñándole<br />

a valorar la situación de otra manera. En otras ocasiones,<br />

es la experiencia vivida en una celebración re-<br />

· 23 ·


ligiosa o en un rato de meditación lo que le da la certeza:<br />

«Mi vida va a salir adelante. Nunca estaré sola. Un<br />

ángel me acompaña. El ángel es la garantía de mi dignidad<br />

divina, mi faceta espiritual, mi intuición de Dios,<br />

del misterio de la vida. El sufrimiento al que me ha empujado<br />

mi marido me abre los ojos para ver mi inviolable<br />

dignidad divina. Mi marido puede abandonarme,<br />

puede ofenderme..., pero no puede privarme de mi dignidad».<br />

<strong>La</strong> <strong>mujer</strong> que ha perdido a su esposo por fallecimiento<br />

de éste se siente, por lo general, íntimamente vinculada<br />

a él y habla con él en silencio sobre las cosas que le<br />

preocupan. Él es el ángel que la acompaña y sostiene<br />

cuando se siente desesperada. Otras <strong>mujer</strong>es acuden<br />

con frecuencia a algún lugar de la naturaleza, por<br />

ejemplo, a un árbol contra el que pueden recostarse, el<br />

cual, merced a su estabilidad, les proporciona consuelo.<br />

<strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es pueden aprender de Agar a no hundirse<br />

Anselm: El arquetipo de la <strong>mujer</strong> abandonada y<br />

que es protegida por un ángel ¿te ha ayudado a<br />

afrontar tus heridas? ¿Cómo te las has arreglado<br />

con tus experiencias de abandono?<br />

Linda: Por supuesto, conozco los sentimientos de<br />

abandono ya desde la infancia. Cuando recuerdo<br />

tales situaciones, es justamente como en la historia<br />

de Agar. Casi siempre había alguna persona<br />

que, en cada situación concreta, estaba a mi lado<br />

· 24 ·


–ni siquiera cuando atraviesan las situaciones más difíciles<br />

o son presas del mayor dolor– en la autocompasión<br />

o en la queja contra el marido o contra los varones<br />

en general, sino, por el contrario, a hacerse con las<br />

riendas de su vida y a beber de la fuente de lo vivo que<br />

mana en su interior. En toda <strong>mujer</strong> existe una fuente<br />

inagotable: la fuente divina del amor, de la sabiduría,<br />

de la fuerza. El sufrimiento suele derruir las fachadas<br />

exteriores. Pero en los cimientos de la propia morada<br />

vital mana la fuente que nunca se agota. A veces, esa<br />

fuente sólo puede fluir libremente cuando se derrumba<br />

lo que hemos construido sobre ella. Muchas <strong>mujer</strong>es<br />

tienen la fortaleza de Agar. Han superado experiencias<br />

hirientes y han madurado en el proceso. Han<br />

sufrido abandono y desprecio a manos de sus maridos<br />

y no se han venido abajo por ello. Al contrario, han<br />

desplegado una fuerza y una sabiduría admirables.<br />

Dejar marchar a una persona, no aferrarse a ella, sino<br />

liberarla para lo que desee vivir, requiere mucha fuerza<br />

interior y un gran amor. <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es sienten ante<br />

todo tristeza, desesperación o rabia, pero apenas se<br />

dan cuenta de que el amor también ha de estar dispuesto<br />

a dejar marchar al otro. En esta situación, las<br />

<strong>mujer</strong>es necesitan mucha confianza en sí mismas, la<br />

confianza de que pueden vivir con sus propias fuerzas.<br />

<strong>La</strong> cantante Gila Antara ha expresado en una canción<br />

los sentimientos de las <strong>mujer</strong>es abandonadas:<br />

«Me pregunto por qué<br />

has tenido que abandonarme,<br />

por qué has tenido que marcharte sin más.<br />

He llorado y he confiado<br />

en que regresarías junto a mí<br />

y te quedarías conmigo para siempre.<br />

Pero ya no te volviste<br />

· 25 ·


ni miraste hacia atrás para verme.<br />

Abandonada, no me quedó más remedio<br />

que hacer frente a mi pena y mi dolor.<br />

Pero así he aprendido<br />

a vivir con la fuerza que hay en mí,<br />

y cada día que pasa soy más fuerte.<br />

Y ahora camino erguida,<br />

mi corazón late solidario con todos los seres;<br />

los vientos soplan y los ríos fluyen,<br />

y en mi corazón hay amor, vaya donde vaya.<br />

Y veo salir el Sol,<br />

y percibo la belleza de la nieve y el hielo.<br />

Desde que he aprendido a vivir<br />

con la fuerza que hay en mí,<br />

y me hago más fuerte cada día que pasa,<br />

la alegría disipa las preocupaciones<br />

y el dolor se derrite hasta desaparecer».<br />

¡Cuánta audacia y cuánto valor, cuánta confianza y<br />

cuánta fuerza vital laten en la <strong>mujer</strong> que, superando<br />

su abandono y su desesperación, se atreve a comenzar<br />

la vida de nuevo!<br />

· 26 ·


como un ángel. Más tarde, cuando buscaba consuelo,<br />

encontraba asimismo compañía en la música,<br />

la lectura o la oración. En toda persona late,<br />

sin duda, una fuerza interior que la capacita para<br />

afrontar tales situaciones. Esa fuerza la he experimentado<br />

yo también.<br />

Como <strong>mujer</strong> adulta, conozco sentimientos de<br />

abandono relacionados con las largas fases en las<br />

que mi marido, debido a su profesión, no estaba<br />

conmigo. Siempre era un reto vivir con mis propias<br />

fuerzas, y eso me ha fortalecido. Asimismo,<br />

me ha mostrado que lo más importante es no<br />

abandonarme a mí misma y estar atenta a lo que<br />

necesito en cada instante, para no sentirme abandonada.<br />

Por lo general, me ayudaba llamar por<br />

teléfono o escribir a alguien, ponerme sencillamente<br />

en contacto con esa persona y contarle cómo<br />

me sentía. De este modo, en vez de sentimientos<br />

de abandono, desarrollé sentimientos de vinculación;<br />

y después todo resultaba más fácil.<br />

· 27 ·


Cuando he pasado por alguna de esas situaciones,<br />

siempre me ha proporcionado un sentimiento de felicidad<br />

el que alguien se hiciera inesperadamente presente,<br />

aunque sólo fuera por teléfono o por carta. En tales<br />

casos, la alegría y el agradecimiento por esos gestos<br />

son especialmente profundos.<br />

· 28 ·


Ana:<br />

la <strong>mujer</strong> sabia<br />

En muchos cuentos nos sale al encuentro la figura de<br />

la anciana sabia. En el cuento de «<strong>La</strong> cuidadora de<br />

gansos», una anciana, a la que muchos tienen por bruja,<br />

inicia en la vida a la hija del rey, al tiempo que intenta<br />

capacitar para las relaciones humanas a un joven<br />

conde. En el cuento de «<strong>La</strong> ondina en el estanque»,<br />

es también una sabia anciana quien entrega a la<br />

<strong>mujer</strong> del joven cazador tres instrumentos con los que<br />

rescatar a su esposo del poder de la ondina. El torno de<br />

hilar caracteriza siempre a la anciana sabia. Ella tiene<br />

en sus manos los hilos de la vida y los entreteje como<br />

corresponde. Anuda los hilos entre padres e hijos, entre<br />

varón y <strong>mujer</strong>.<br />

<strong>La</strong> <strong>mujer</strong> sabia conoce el momento apropiado para<br />

acometer cada empresa. Los ritmos de la naturaleza y<br />

el alma humana le son familiares. A menudo, a la anciana<br />

sabia se le denomina también «abuela». En algunos<br />

cuentos, es incluso la abuela del demonio.<br />

Conoce el lado oscuro de la vida y sabe cómo habérselas<br />

con él. En otros cuentos, la <strong>mujer</strong> sabia es descrita<br />

como «rizósofa», esto es, como experta en raíces. Conoce<br />

el poder curativo de las hierbas y está en contacto<br />

con la sabiduría de la naturaleza. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong> sabia<br />

inicia en el arte de la vida. Sobre todo, instruye a las<br />

· 29 ·


<strong>mujer</strong>es jóvenes en el misterio de la sexualidad, la fecundidad<br />

y el parto. Y tiene un talento especial para<br />

clarificar y ordenar (cf. Riedel, p. 108). Tam-bién hoy<br />

existen ancianas sabias, las cuales atraen a <strong>mujer</strong>es jóvenes<br />

que buscan en ellas sabiduría, así como ayuda<br />

para clarificar su camino vital y liberarse de embrollos,<br />

tanto interiores como exteriores. El mejor ejemplo del<br />

arquetipo de <strong>mujer</strong> sabia en la Biblia es, a mi juicio,<br />

Ana. Lucas habla de ella en el contexto del nacimiento<br />

de Jesús. El evangelista presenta a Ana como profetisa:<br />

se trata de la «hija de Fanuel, de la tribu de Aser.<br />

Era una <strong>mujer</strong> muy anciana: de jovencita había vivido<br />

siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y<br />

cuatro; no se apartaba del templo ni de día ni de noche,<br />

sirviendo a Dios con ayunos y oraciones» (Lc 2,36s).<br />

Ya el nombre revela algo del ser de esta <strong>mujer</strong>. Ana<br />

significa «agraciada por Dios». Ana goza de la predilección<br />

de Dios, que la ha colmado de dones. No sólo<br />

con el don de profecía, sino también con el don de sabiduría.<br />

Es hija de Fanuel, antropónimo que significa<br />

«el rostro de Dios». Ana ha contemplado el rostro de<br />

Dios. Es una <strong>mujer</strong> que tiene experiencia de Dios. Y<br />

pertenece a la tribu de Aser, nombre propio que podría<br />

traducirse por «felicidad». <strong>La</strong> vida de Ana es una vida<br />

cabal. Su sabiduría la ha ayudado a encontrar la paz<br />

de espíritu y a gozar de felicidad y alegría. Los números<br />

que describen la vida de Ana están igualmente cargados<br />

de simbolismo: estuvo casada siete años (siete es<br />

el número de la transformación), y la experiencia de<br />

amar a un hombre la transformó. Y en el momento del<br />

encuentro con Jesús, tiene ochenta y cuatro años<br />

(ochenta es la cifra de la eternidad y el infinito, la cifra<br />

de la transcendencia que irrumpe en nuestra vida; y el<br />

cuatro alude a los cuatro elementos): se trata, pues, de<br />

una <strong>mujer</strong> que se halla en el centro de la vida y que<br />

· 30 ·


está en contacto con lo terrenal. Y, al mismo tiempo,<br />

está abierta a Dios. Sin dejar de tener ambos pies en la<br />

tierra, siempre ha tenido sensibilidad para lo divino.<br />

Ana personifica a la anciana sabia. No es casual que,<br />

en el mundo griego, la Sabiduría, la sophia, fuera representada<br />

como diosa. Y también el Antiguo<br />

Testamento describe a la Sabiduría como una <strong>mujer</strong><br />

que, ya al comienzo de la creación, estaba junto a Dios<br />

y jugaba delante de Él.<br />

En su importante obra Die große Mutter [<strong>La</strong> gran<br />

madre], Erich Neumann, un discípulo de C.G. Jung,<br />

afirma lo siguiente sobre la sophia: la <strong>mujer</strong> sabia se<br />

diferencia del varón sabio en que la sabiduría de aquélla<br />

está vinculada indefectiblemente al fundamento terreno<br />

de la realidad (Neumann, p. 305). Asimismo, la<br />

sophia es siempre una imagen de la madre nutricia. De<br />

su pecho mana una fuente cordial de sabiduría, «esa<br />

sabiduría del sentimiento y el centro que nutre al espíritu»<br />

(ibid., p. 308). Neumann caracteriza la sophia<br />

«como un poder espiritual que ama y redime y cuyo<br />

fluente corazón es a la vez sabiduría y alimento» (ibid.,<br />

p. 309).<br />

Jacob Grimm, que, junto con su hermano Wilhelm,<br />

recopiló los cuentos tradicionales alemanes, escribe en<br />

su Deutsche Mythologie [Mitología alemana]: «Los<br />

varones se hacen acreedores a la divinización por sus<br />

actos; las <strong>mujer</strong>es, por su sabiduría» (cf. Riedel, p.<br />

142). Todo indica que los germanos atribuían a las <strong>mujer</strong>es<br />

una sabiduría especial. <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es participan de<br />

* Uno de los cuentos recopilados por los hermanos Grimm se titula<br />

precisamente «<strong>La</strong> señora Holle». Éste es el nombre que se<br />

le da a la anciana sabia en el norte de Alemania y, en menor<br />

medida, en el ámbito escandinavo. En el sur de Alemania y en<br />

la región alpina se la conoce como señora Perchta (véase infra<br />

· 31 ·


la sabiduría de las diosas germanas, como, por ejemplo,<br />

la diosa Hulda, que pervive en los cuentos bajo la<br />

figura de la señora Holle*.<br />

<strong>La</strong> <strong>mujer</strong> posee a menudo un saber del que carece el<br />

varón. Ella conoce las relaciones existentes en la naturaleza.<br />

Sólo por su mayor proximidad a la tierra y a<br />

la materia y, merced a su ciclo lunar, la <strong>mujer</strong> está iniciada<br />

en los misterios de la naturaleza. Ello produce<br />

miedo a muchos varones, los cuales se escudan tras lo<br />

meramente racional y rechazan todo conocimiento del<br />

mundo instintivo y las misteriosas relaciones existentes<br />

en la naturaleza. En la historia, tales malentendidos<br />

han dado lugar a la «caza de brujas». <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es<br />

se entienden mejor con las imágenes. <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es terapeutas<br />

tienen a menudo mejor ojo clínico que los varones.<br />

Son buenas médicos y curanderas. En la tradición<br />

popular, las <strong>mujer</strong>es eran a menudo ensalmadoras<br />

que transmitían sus conocimientos de generación<br />

en generación. <strong>La</strong> gente acudía a <strong>mujer</strong>es que, en<br />

cuanto adivinas, disponían de un saber secreto: «El<br />

historiador romano Tácito cuenta que la mayoría de<br />

las <strong>mujer</strong>es germanas poseían habilidades mánticas y<br />

eran capaces de predecir el futuro» (Riedel, p. 142).<br />

Erich Neumann explica estas capacidades vaticinadoras<br />

en función de la mayor cercanía de las <strong>mujer</strong>es al<br />

inconsciente, del que extraen su sabiduría.<br />

Nosotros no podemos repetir hoy, sin más, las tradiciones<br />

de los antiguos germanos. Pero sería bueno descubrir<br />

la sabiduría que late en estas tradiciones. Y precisamente<br />

para las <strong>mujer</strong>es sería importante hacer honor<br />

a su propio saber y desplegarlo y desarrollar un sano<br />

sentimiento de autoestima. Pues las <strong>mujer</strong>es saben<br />

algo que los varones no sabemos ni entendemos. <strong>La</strong>s<br />

· 32 ·


<strong>mujer</strong>es no deben intentar competir con el saber de los<br />

varones. El saber masculino tiende a extenderse a lo<br />

ancho. Los varones saben mucho y pueden hablar con<br />

acierto sobre ello. <strong>La</strong> sabiduría de la <strong>mujer</strong> crece en<br />

profundidad. No basta con hablar sobre esta sabiduría.<br />

Ha de ser experimentada. <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es deberían confiar<br />

en su propia sabiduría.<br />

También en nuestros días hay ancianas sabias como<br />

Ana. Cuando alguien les cuenta algo de su vida, estas<br />

<strong>mujer</strong>es no juzgan a la persona que se sincera con<br />

ellas. Lo comprenden todo. Van al fondo de las cosas.<br />

No hablan mucho. Pero cuando dicen algo, dan en el<br />

clavo. Perciben con exactitud qué es lo que el otro necesita.<br />

No lo atosigan. Pero cuando alguien pasa por<br />

apuros, se hacen presentes. Como explicación de este<br />

hecho, Ingrid Riedel aduce que, en las situaciones más<br />

apuradas, se despierta en las personas el arquetipo de<br />

la <strong>mujer</strong> sabia. Por eso, uno se abre también a la sabiduría<br />

de una <strong>mujer</strong> del propio entorno. Ésta se presenta<br />

entonces como «por casualidad». O, como en el<br />

cuento de «<strong>La</strong> ondina en el estanque», uno sueña con<br />

una <strong>mujer</strong> sabia que le muestre el camino hacia la salvación.<br />

<strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es sabias poseen una fina sensibilidad para<br />

la sabiduría de la naturaleza. Viven conforme a la<br />

naturaleza. Están estrechamente vinculadas a la gran<br />

Madre de la creación. En la creación nos encontramos<br />

con el Dios maternal. Y las ancianas sabias están muy<br />

próximas a ese Dios maternal. Tales <strong>mujer</strong>es crean ritos<br />

en los que celebran su femineidad. Tam-bién tienen<br />

siempre conocimiento del poder sanador de la naturaleza.<br />

Están familiarizadas con las hierbas medicinales.<br />

Y son capaces de mostrar a otras <strong>mujer</strong>es qué es lo<br />

que les hace bien, cómo pueden sanar sus heridas. <strong>La</strong><br />

<strong>mujer</strong> manifiesta una sabiduría distinta de la del<br />

· 33 ·


varón. No se trata de un saber adquirido a partir de<br />

numerosas luchas y viajes, sino un saber nacido de<br />

una profunda vinculación con el todo. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong> sabia<br />

participa de la sabiduría de la creación. Penetra las leyes<br />

internas de la naturaleza. Está familiarizada con el<br />

nacimiento y la muerte, con el cambio y la extinción.<br />

Conoce por propia experiencia los misterios de la vida<br />

humana.<br />

<strong>La</strong> <strong>mujer</strong> sabia inicia en la vida y en el amor. Sabe<br />

cómo aconsejar, aunque también plantea exigencias.<br />

Ofrece sugerencias que luego han de ser puestas en<br />

práctica por quien se ha acercado a ella en busca de<br />

consejo. Conoce los ritmos de la naturaleza y la vida,<br />

pero también sus lados oscuros y destructivos. En la<br />

tradición cristiana, las <strong>mujer</strong>es sabias, como la señora<br />

Holle y la señora Perchta, son presentadas con frecuencia<br />

como personajes odiosos o como brujas. <strong>La</strong>s<br />

diosas germánicas, tales como Hulda o Hel (de dónde<br />

deriva la palabra Hölle, infierno), podían traer tanto<br />

bendición como maldición, tanto vida como muerte. El<br />

arrinconamiento de las diosas germánicas condujo en<br />

el curso de la historia a la depreciación de la sabiduría<br />

de la <strong>mujer</strong>. Los atributos de la <strong>mujer</strong> sabia fueron proyectados<br />

en María. María es la madre de la sabiduría y<br />

ha atraído hacia sí el anhelo de la <strong>mujer</strong> sabia que alberga<br />

el ser humano.<br />

En otras culturas, las <strong>mujer</strong>es sabias siempre han sido<br />

objeto de una especial estima. Debido a su experiencia<br />

vital y a su sabiduría, la gente solía solicitar su consejo.<br />

Hoy día, lo que se cotiza es ser joven. Lo cual ha<br />

hecho que la figura de la <strong>mujer</strong> sabia pierda importancia.<br />

Pero muchas <strong>mujer</strong>es vuelven a sentir el deseo de<br />

conocer a una <strong>mujer</strong> sabia. A menudo se sienten perdidas<br />

en la vida cotidiana y alejadas de su fuerza femenina.<br />

Desean tener cerca a una <strong>mujer</strong> que irradie<br />

· 34 ·


experiencia vital, paciencia y dulzura; una <strong>mujer</strong> que,<br />

cuando le confíen todo aquello que les preocupa en su<br />

vida como <strong>mujer</strong>es, las mire con sabiduría y benevolencia.<br />

<strong>La</strong> <strong>mujer</strong> sabia tiene una visión muy amplia y,<br />

además, ve las cosas desde arriba. No juzga, sino que<br />

acepta las situaciones tal como son. A la <strong>mujer</strong> que<br />

acude a ella, la guía desde los acontecimientos exteriores<br />

de su vida hasta su núcleo personal más íntimo. De<br />

este modo, esa <strong>mujer</strong> es capaz de reencontrar su propio<br />

centro y dar un nuevo sentido a la situación que la<br />

perturba.<br />

Pero no se trata sólo de que las <strong>mujer</strong>es se encuentren<br />

con tales ancianas sabias. Deben permitir asimismo<br />

que el arquetipo de la <strong>mujer</strong> sabia aflore en ellas. Toda<br />

<strong>mujer</strong> lleva a la <strong>mujer</strong> sabia dentro de sí. Pero ésta suele<br />

estar reprimida y va tirando malamente bajo un<br />

manto de auto-desvalorización. El encuentro con el<br />

arquetipo de la <strong>mujer</strong> sabia pone a la <strong>mujer</strong> en contacto<br />

con su propia sabiduría, con el saber secreto que yace<br />

escondido en su interior.<br />

Con una <strong>mujer</strong> sabia no sólo asociamos la sabiduría,<br />

sino la experiencia vital, la dignidad, la calidez y la generosidad.<br />

Cuando nos encontramos con <strong>mujer</strong>es sabias,<br />

a menudo sentimos que estas <strong>mujer</strong>es descansan<br />

sobre sí mismas. Han conocido la vida en todas sus facetas.<br />

Tanto de sus experiencias positivas como de las<br />

dolorosas han extraído lecciones que han ensanchado<br />

sus miras. <strong>La</strong>s ancianas sabias irradian igualmente<br />

agradecimiento por lo que han podido experimentar en<br />

la vida. Están abiertas a lo que pueda venirles, pero ya<br />

no exigen nada, sino que se regocijan en lo que es. No<br />

· 35 ·


imponen su sabiduría, pero están ahí cuando otros las<br />

necesitan.<br />

Ana era, obviamente, una de esas ancianas sabias.<br />

Después de tomar al niño en brazos, «daba gracias a<br />

Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación<br />

de Israel» (Lc 2,38). Vislumbró el misterio<br />

del niño. Gracias a sus sabios ojos, se percató de que<br />

aquella criatura estaba llamada a satisfacer el anhelo<br />

de la multitud que esperaba la liberación. Con el niño,<br />

llegaba al mundo algo que iba a redimirlos, algo que<br />

iba a liberarlos de las cadenas que se habían impuesto<br />

a sí mismos. Ana alabó a Dios por el niño, en el que vio<br />

resplandecer la Sa-biduría de Dios. <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es sabias<br />

suelen tener buen ojo para captar lo esencial de las<br />

personas. En cada niño ven lo que algún día llegará a<br />

encarnar. Tales <strong>mujer</strong>es sabias irradian paz y amplitud<br />

de miras. No evalúan, sino que aprecian y valoran<br />

a todo aquel con el que se encuentran. Contribuyen a<br />

la salvación. Ayudan a deshacer los nudos, a desentumecer<br />

lo agarrotado, a iluminar lo oscuro.<br />

También entre las <strong>mujer</strong>es jóvenes es posible encontrar<br />

a <strong>mujer</strong>es sabias. A menudo han alcanzado sabiduría<br />

y claridad interior merced a las experiencias de<br />

la infancia. Toda <strong>mujer</strong> lleva en sí el aspecto de la <strong>mujer</strong><br />

sabia. Pero cuando se orientan de manera demasiado<br />

unilateral al afán de rendimiento y a la perfección,<br />

cuando dejan de confiar en su instinto femenino<br />

y no se guían por él a la hora de actuar, las <strong>mujer</strong>es<br />

pierden su vinculación con la <strong>mujer</strong> sabia. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong><br />

sabia que hay en nosotras nos pone de nuevo en contacto<br />

con nuestras raíces femeninas. Nos anima a tratar<br />

con afecto nuestra femineidad. Este trato afectuoso<br />

con nuestra femineidad implica, asimismo, escu-<br />

· 36 ·


char la sabiduría de nuestro cuerpo: ¿Qué quiere decirme<br />

mi cuerpo con una enfermedad determinada?<br />

¿A qué cosas debo prestar mayor atención? Esta sabiduría<br />

nos reconduce a aquellos aspectos de nuestro ser<br />

interior a los que no hemos prestado suficiente atención.<br />

· 37 ·


Anselm: ¿Dónde puedes encontrar hoy ancianas<br />

sabias? ¿Qué te parece el arquetipo de la <strong>mujer</strong> sabia?<br />

¿Qué di- rías a las <strong>mujer</strong>es que no confían en<br />

su propia sabiduría?<br />

Linda: Para mí ha sido una sorpresa la cantidad<br />

de <strong>mujer</strong>es sabias que he conocido en Allgäu. Lo<br />

cual quizá tiene que ver con la profunda vinculación<br />

que la gente mantiene allí con la naturaleza,<br />

pero también, sin duda, con el hecho de que en las<br />

zonas rurales, además de tradiciones, se transmite<br />

la profunda sabiduría de las generaciones precedentes.<br />

En los pueblos, la saturación de influencias<br />

externas no es tan grande como en las ciudades,<br />

por lo que las personas conservan una mayor armonía<br />

consigo mismas.<br />

Intento escuchar a la <strong>mujer</strong> sabia que hay en<br />

mí, sobre todo cuando he de tomar decisiones importantes.<br />

Entonces busco el silencio, pues sé que<br />

en mí puedo encontrar lo que necesito. <strong>La</strong>s decisiones<br />

que brotan de la vinculación con la <strong>mujer</strong><br />

sabia suelen ser poco convencionales. En tales casos,<br />

lo importante no son las apariencias, sino encontrar<br />

la mejor manera de expresar lo que en ese<br />

momento me pertenece a mí. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong> sabia que<br />

llevo dentro me dice también que debo escuchar a<br />

mi cuerpo, porque éste tiene una profunda sabiduría<br />

que ofrecerme.<br />

<strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es que no confían en su propia sabiduría<br />

se sienten a menudo inseguras cuando algo<br />

· 38 ·


Débora:<br />

la juez<br />

<strong>La</strong> imagen arquetípica de la juez pone a las <strong>mujer</strong>es en<br />

contacto con su capacidad de discernir lo bueno de lo<br />

malo, lo justo de lo injusto. <strong>La</strong> juez recompone las relaciones<br />

de modo que sean del agrado de todos.<br />

Contribuye a arreglar las cosas allí donde han surgido<br />

divergencias. <strong>La</strong> juez endereza al encorvado. Ella, por<br />

su parte, es sincera; y esa sinceridad es la que la guía<br />

en la vida. Decide intuitivamente qué es lo que ayuda<br />

y qué lo que perjudica a las personas.<br />

<strong>La</strong> imagen de la juez pone de relieve virtudes de la<br />

<strong>mujer</strong> que hoy suelen ser pasadas por alto. Es un hecho<br />

que hay más varones que <strong>mujer</strong>es desempeñando<br />

la función de juez. Y, sin embargo, juzgar es una facultad<br />

esencial de la <strong>mujer</strong>.<br />

El Antiguo Testamento plasma el arquetipo de la juez<br />

en la figura de Débora, cuya historia se remonta a los<br />

orígenes del pueblo de Israel. Tras el glorioso éxodo de<br />

Egipto y la conquista de la tierra prometida, el pueblo<br />

de Israel no tardó en experimentar la dura realidad de<br />

los continuos enfrentamientos con enemigos. Israel no<br />

había conseguido hacerse con el feraz valle de Jizrael,<br />

donde dominaban los cananeos. Y el poderoso pueblo<br />

de los filisteos se había apoderado de numerosas ciu-<br />

· 39 ·


dades en el valle. Israel, que se contentaba con los áridos<br />

suelos de las montañas, se veía acosado sin cesar<br />

por los filisteos y los cananeos. De vez en cuando,<br />

Dios llamaba de entre el pueblo a héroes que proporcionaban<br />

a Israel un tiempo de paz y bienestar. Estos<br />

héroes asumían al mismo tiempo la función de jueces.<br />

Desde todo el territorio de Israel, las gentes acudían a<br />

ellos para presentarles sus problemas legales. En Israel,<br />

la justicia se administraba, por lo general, en la<br />

puerta de entrada al lugar de donde uno era oriundo,<br />

ante la asamblea de los ancianos de la tribu (cf. Ohler,<br />

p. 90). Pero es obvio que también existía una asistencia<br />

jurídica no circunscrita localmente. <strong>La</strong> gente<br />

acudía a los jueces, que en Israel habían adquirido un<br />

gran prestigio, para obtener claridad sobre los asuntos<br />

jurídicos.<br />

Débora era una de esos jueces de ámbito no local.<br />

Estaba versada en cuestiones jurídicas. En Israel<br />

siempre abundaron <strong>mujer</strong>es a las que se visitaba en<br />

busca de consejo o de solución para tales cuestiones.<br />

Una de esas <strong>mujer</strong>es inteligentes, por ejemplo, salvó a<br />

la ciudad de Abel del ejército del general Joab (2 Sm<br />

20,16ss). En el segundo libro de Samuel se cuenta que<br />

Joab solicitó ayuda a una <strong>mujer</strong> juiciosa de Tecua (2<br />

Sm 14), la cual «describe el oficio de juez con la fórmula<br />

“Distinguir el bien y el mal como un enviado de<br />

Dios” (2 Sm 14,17)» (Ohler, p. 91). Por otra parte, de<br />

Débora se dice lo siguiente: «Débora, profetisa, casada<br />

con <strong>La</strong>pidot, gobernaba por entonces a Israel. Tenía<br />

su tribunal bajo la Palmera de Débora, entre Ramá y<br />

Betel, en la serranía de Efraín, y los israelitas acudían<br />

a ella para que decidiera en sus asuntos» (Jc 4,4s).<br />

Tantos varones como <strong>mujer</strong>es acudían a Débora, a<br />

una <strong>mujer</strong>, porque confiaban en que ella dictaría justi-<br />

· 40 ·


cia, pues sabría discernir las circunstancias cuando le<br />

refirieran sus historias. <strong>La</strong> juez es una <strong>mujer</strong> capaz de<br />

distinguir lo que es cierto de lo que no lo es, lo que es<br />

realidad de lo que es mera imaginación, lo que es verdadero<br />

de lo que es falso, lo que es justo de lo que es injusto;<br />

una <strong>mujer</strong> capaz de reconocer qué es lo que hace<br />

justicia a las personas. Débora también es alabada<br />

en Israel como madre (Jc 5,7). Una <strong>mujer</strong> que entiende<br />

las cosas, que sabe discernir, que decide entre lo justo<br />

y lo injusto, es como un madre a la que uno puede<br />

siempre acudir y que irradia seguridad y serenidad.<br />

Pero la tarea de Débora no se limitar a dictar justicia.<br />

Insta a Barac a emprender con sólo diez mil hombres<br />

una campaña contra Sísara y sus novecientos carros<br />

de combate. Barac le responde que no marchará<br />

contra Sísara a menos que ella lo acompañe. Débora<br />

acepta. Visto desde fuera, el hecho de que los mal armados<br />

campesinos israelitas se enfrenten a novecientos<br />

carros de combate constituye una empresa bastante<br />

desesperada. Los carros de combate eran el signo de<br />

un ejército armado hasta los dientes. Sin embargo, en<br />

ayuda de los israelitas viene una fuerte tromba de agua<br />

que obliga a los carros de combate de Sísara a dar la<br />

vuelta. Sísara huye a pie y se esconde en la tienda de<br />

Yael, esposa de Jéber, la cual le da a beber leche.<br />

Mientras Sísara duerme, Yael le clava un piquete de la<br />

tienda en la sien. Es una <strong>mujer</strong> quien consigue en realidad<br />

la victoria. Yael es la heroína de esta batalla, no<br />

Débora, ni tampoco Barac. Pero Débora entona un<br />

canto que narra la contienda y reinterpreta lo ocurrido.<br />

En el canto, describe la desesperada situación de<br />

Israel: «Ya la guerra llegaba a las puertas; ni un escudo<br />

ni una lanza se veían entre cuarenta mil israelitas»<br />

(Jc 5,8). Débora se canta a sí misma: «¡Despierta, despierta,<br />

Débora! ¡Despierta, despierta, entona un can-<br />

· 41 ·


to!» (Jc 5,12). Y concluye su canto con una alabanza<br />

a Yahvé, que hace perecer a sus enemigos: «¡Perezcan<br />

así, Señor, tus enemigos! ¡Tus amigos sean fuertes como<br />

el sol al salir!» (Jc 5,31).<br />

Débora, pues, no es sólo juez, sino que es también<br />

una <strong>mujer</strong> que dirige al ejército, que asume una función<br />

de liderazgo en Israel. Nadie la elige como líder.<br />

Antes bien, ella misma se erige en líder cuando el pueblo<br />

se halla en una situación apurada y nadie está dispuesto<br />

a dar la cara. Incluso Barac, el general, que teme<br />

marchar con su ejército contra el enemigo, se pone<br />

en manos de la <strong>mujer</strong>. Es evidente que Débora le<br />

transmite la seguridad y la fuerza de las que él carece.<br />

Hoy son muchas las <strong>mujer</strong>es que asumen responsabilidades<br />

en la política y la economía, en la sociedad y en<br />

la Iglesia. En los seminarios de liderazgo que imparto,<br />

con frecuencia me preguntan si las <strong>mujer</strong>es ejercen el<br />

liderazgo de manera diferente que los varones. Estoy<br />

convencido de que las <strong>mujer</strong>es tienen, de hecho, otro<br />

estilo de dirigir a las personas. <strong>La</strong> cuestión no es quién<br />

dirige mejor, si los varones o las <strong>mujer</strong>es; se trata, más<br />

bien, de que varones y <strong>mujer</strong>es desempeñan las funciones<br />

dirigentes de modo distinto. Para el varón que ejerce<br />

de líder, la idea predominante es el objetivo hacia el<br />

que se encamina. Desea conseguir un buen resultado.<br />

Todos los instrumentos de dirección responden, en último<br />

término, a un único fin: alcanzar el resultado que<br />

él mismo se ha propuesto o que le ha sido dictado desde<br />

arriba. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong> ejerce el liderazgo de otra forma.<br />

Para ella lo más importante son las relaciones personales.<br />

Le gustaría que éstas fueran armoniosas. Sabe<br />

que sobre tal base se puede perseguir y conseguir un<br />

buen resultado. El interés de la <strong>mujer</strong> se centra en crear<br />

una sana cultura empresarial, en la que el éxito no<br />

se alcanza, sino que brota por sí solo.<br />

· 42 ·


Si examinamos el comportamiento de Débora como<br />

líder, es del todo evidente que Débora toma la iniciativa.<br />

Está harta de no oír más que quejas ante las<br />

circunstancias adversas y tiene el coraje de agarrar el<br />

mal por su raíz. Se pone en cabeza del ejército, pero al<br />

mismo tiempo vaticina al varón que marcha a su lado<br />

que la gloria de la victoria no le pertenecerá a él, sino<br />

a una <strong>mujer</strong>, que acabará con Sísara valiéndose de su<br />

astucia.<br />

<strong>La</strong> <strong>mujer</strong> que ejerce con acierto el liderazgo evita<br />

toda guerra de poder. No sólo lucha con fuerza, sino<br />

con astucia. En alemán, «List» (astucia, treta) deriva<br />

originariamente de «leisten» (hacer, producir, efectuar,<br />

rendir) y tiene que ver con el saber. Este saber,<br />

según señala el diccionario alemán Duden, se refería<br />

en su día a las técnicas de caza y de guerra, así como<br />

a las artes de magia y a las habilidades manuales. Que<br />

la <strong>mujer</strong> luche con astucia quiere decir que es capaz de<br />

ver lo que se esconde tras las apariencias, que tiene sagacidad<br />

para resolver problemas. Puede enfrentarse a<br />

sus rivales. Pero su tarea de liderazgo no se agota en la<br />

confrontación. <strong>La</strong> verdadera victoria la consigue con<br />

ayuda de sus inteligencia y astucia, merced a un sexto<br />

sentido innato que le permite saber lo que es y lo que<br />

no es posible. Débora da la orden de comienzo de la<br />

batalla. Sabe cuál es el momento propicio. Intuye<br />

cuándo conviene actuar y cuándo es mejor esperar.<br />

Para la lucha no se sirve de la mera violencia, sino que<br />

aprovecha las circunstancias externas. De ahí que su<br />

liderazgo no transpire esfuerzo crispado y belicosidad,<br />

sino intuición e inteligencia, amén de fantasía y perspicacia<br />

para reconocer el instante adecuado.<br />

Lo que se refiere en la historia de Débora se repite hoy<br />

· 43 ·


en muchos lugares. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong> no sólo actúa de líder<br />

cuando dirige una empresa o cuando ocupa el cargo de<br />

ministra o de alcaldesa de una gran ciudad. Muchas<br />

<strong>mujer</strong>es asumen el liderazgo también en la familia. De<br />

puertas afuera, quizá sea el varón quien, como Barac,<br />

dirige las tropas, quien frecuentemente trae el dinero a<br />

casa y, quizá también, quien planifica la construcción<br />

de la casa. Pero a lo esencial le da forma la <strong>mujer</strong>. Es<br />

ella quien impregna el clima de la casa y quien se encarga<br />

de la decoración de la vivienda. Asimismo, es<br />

ella quien encauza a los hijos y los educa. Pero la <strong>mujer</strong><br />

no dirige la casa rivalizando con su marido, sino<br />

conjuntamente con él. A ella no le interesa el ejercicio<br />

del poder, sino la configuración de la realidad. Y, a este<br />

respecto, el varón y la <strong>mujer</strong> son igualmente importantes.<br />

De modo análogo a Débora, la <strong>mujer</strong> puede<br />

asignarle con destreza al varón las tareas en las que<br />

éste mejor se desenvuelve.<br />

Distintas investigaciones han establecido que las <strong>mujer</strong>es<br />

que ocupan posiciones de liderazgo en la economía<br />

tienen más éxito cuando, «además de su carrera,<br />

son capaces de ampliar considerablemente sus relaciones<br />

sociales privadas, a menudo en forma de una<br />

familia propia con hijos» (Bischof-Köhler y Bischof,<br />

pp. 116s). <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es que aprenden en la familia a<br />

tratar a los niños y a educarlos desarrollan la capacidad<br />

de liderazgo que les es propia. En latín, las dos palabras<br />

tienen la misma raíz: dirigir (ducere) y educar<br />

(educare). «Educar» significa hacer aflorar el ser, dejar<br />

que cobre forma lo propio de cada cual. <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es<br />

ejercen el liderazgo de manera distinta que los varones.<br />

A ellas no les mueve tanto la ambición y la voluntad<br />

de imponerse cuanto el anhelo de sacar a la luz<br />

· 44 ·


lo esencial, de fomentar las habilidades de cada cual y<br />

de coordinar a las personas; el deseo de saber apreciar<br />

lo que cada uno necesita para poder explotar sus capacidades.<br />

Algunos varones se quejan de que sus esposas son<br />

unas dominantes. Pero no todas las <strong>mujer</strong>es lo son de<br />

por sí. A menudo, son los propios varones quienes, con<br />

su comportamiento sumiso e irresoluto, suscitan la faceta<br />

autoritaria de la <strong>mujer</strong>. Se trata, por lo general, de<br />

varones que se han dejado condicionar por sus madres<br />

y que, una vez casados, hacen aflorar en sus esposas<br />

el mismo comportamiento que tuvieron sus madres.<br />

Para poder ejercer con acierto el liderazgo, toda <strong>mujer</strong><br />

necesita un compañero que esté a su altura. Barac se<br />

ve obligado a marchar al lado de Débora. Cuando no<br />

tiene más remedio que arrastrar a su esposo tras de sí,<br />

porque a éste le da miedo tomar cualquier iniciativa, la<br />

<strong>mujer</strong> se ve obligada a asumir el papel dominante. Por<br />

eso, la <strong>mujer</strong> haría bien en no dejarse imponer por el<br />

varón un rol que no es el suyo; lo que debería hacer es<br />

ejercer de líder de la manera que le es propia. <strong>La</strong> historia<br />

de Débora muestra cómo ésta mueve a Barac a<br />

actuar. No se limita a llevarlo a su lado, sino que le ordena<br />

emprender la marcha y ponerse a la cabeza del<br />

ejército. Luego, junto con él, dirige a las tropas; y junto<br />

con él entona el canto que, sin embargo, nos ha llegado<br />

asociado exclusivamente a su nombre («El canto<br />

de Débora»). En dicho canto alaba al Señor «porque<br />

* <strong>La</strong> traducción de este y otros versículos del canto de Débora es<br />

dudosa. Tanto la Nueva Biblia Española como la Biblia del<br />

Peregrino ofrecen la siguiente traducción de las frases<br />

que nos ocupan: «Porque cuelgan las melenas en Israel, por<br />

los voluntarios de Israel, ¡bendecid al Señor!» (N. del Trad.).<br />

· 45 ·


Israel tuvo quien lo liderara, y el pueblo puso de su<br />

parte» (Jc 5,2)*. Todo estaba en una situación lamentable<br />

«hasta que te pusiste en pie, Débora; te pusiste<br />

en pie, madre de Israel» (Jc 5,7). Débora es la <strong>mujer</strong><br />

que se puso en pie. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong> que tomó la iniciativa.<br />

Pero el milagro de su liderazgo consistió en que los líderes<br />

de Israel se mostraron dispuestos, por fin, a<br />

cumplir sus tareas de dirección, en que los varones encontraron<br />

valor para estar a la altura de las circunstancias.<br />

Débora es una imagen de cómo pueden las <strong>mujer</strong>es<br />

encarar el miedo de los varones. Débora percibe el<br />

miedo del varón, pero no pone a éste en evidencia. Al<br />

contrario, Barac puede manifestar su miedo ante<br />

Débora con la tranquilidad de que no va a quedar en<br />

ridículo. Sólo eso genera ya confianza. Pero Débora<br />

intuye que no basta con ello, que Barac tiene que actuar<br />

para transformar la situación. De lo contrario,<br />

serán otros quienes actúen y adquieran poder sobre él.<br />

Débora le abre los ojos a una necesidad que exige una<br />

respuesta. Le urge a superar su miedo. Es evidente<br />

que, gracias a ella, Barac recupera la confianza en sus<br />

propias fuerzas y vuelve a ser capaz de actuar como<br />

un hombre. Débora sabía que el destino de Barac era<br />

comportarse como un hombre.<br />

Cuando nuestro padre, por ejemplo, con sesenta años,<br />

tuvo que hacer frente a una difícil situación en su empresa,<br />

fue nuestra madre la que se rebeló contra la impotencia<br />

y la resignación. Fue ella quien lo levantó y le<br />

hizo tomar conciencia de la responsabilidad que tenía<br />

de actuar, quien le dio ánimos para no arrojar la toalla,<br />

quien le ayudó a recuperar las fuerzas necesarias para<br />

enfrentarse a la situación.<br />

· 46 ·


Es normal que el varón no siempre pueda conservar<br />

intacta su entereza y luchar con todas sus<br />

energías. Está expuesto al miedo y a la resignación en<br />

igual medida que la <strong>mujer</strong>: eso es algo profundamente<br />

humano. También él necesita personas que lo levanten<br />

y le muestren de nuevo sus virtudes. <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es<br />

saben por experiencia que los varones a veces son débiles,<br />

por ejemplo frente a sus superiores o en la relación<br />

con sus propios padres. Se percatan de que, en tales<br />

situaciones, algunos varones no despliegan sus<br />

fuerzas masculinas, sino que las reprimen, permitiendo<br />

así a otros ser más fuertes que ellos. Un varón que<br />

de pequeño ha visto cómo sus padres reaccionaban<br />

frente a su auto-afirmación, retirándole parte de su<br />

amor o incluso despreciándolo, puede verse empujado<br />

por esa experiencia, ya de adulto, a rehuir toda confrontación.<br />

Ante su superior, quizá tema por el puesto<br />

de trabajo; ante sus padres, por el cariño de éstos. Una<br />

<strong>mujer</strong> puede hablar con él, desde otra posición, acerca<br />

de si ese miedo es real o si brota de una experiencia<br />

que lo ha marcado profundamente. Tal vez le haga ver<br />

las consecuencias que su negativa a actuar podría acarrear<br />

para él, para su familia o para otras personas de<br />

su entorno. Es posible que esta nueva perspectiva le<br />

ayude a adquirir conciencia de las repercusiones negativas<br />

de su debilidad y le empuje a actuar como un<br />

hombre, transformando la situación.<br />

Débora, la juez, es un modelo apropiado para la <strong>mujer</strong>.<br />

En la familia, las madres tienen que hacer incesantemente<br />

de jueces. Cuando los hijos riñen entre sí,<br />

es la madre la que se ocupa de que a cada cual se le dé<br />

la parte de razón que le corresponda. No toma partido,<br />

sino que deja que los hijos hablen, para enterarse<br />

así de lo sucedido. Sólo cuando ve que uno de ellos ha<br />

· 47 ·


sido víctima de una injusticia, se solidariza con él. Se<br />

pone del lado de los débiles para hacerles justicia. Esta<br />

habilidad para actuar de juez no tiene nada que ver<br />

con sutilezas jurídicas como las que hoy, por desgracia,<br />

caracterizan a la justicia. Al contrario, la <strong>mujer</strong><br />

tiene una sensibilidad natural para reconocer qué es lo<br />

justo, qué es lo que hace justicia a la persona. Sin embargo,<br />

la habilidad para actuar de juez no la tiene sólo<br />

la madre que la practica a diario en el trato con sus hijos;<br />

se trata, más bien, de algo que pertenece a todas<br />

luces al ser de la <strong>mujer</strong>. También en reuniones en las<br />

que se han de resolver conflictos, las <strong>mujer</strong>es muestran<br />

con frecuencia una fina perspicacia para saber lo<br />

que es justo y lo que no lo es. <strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es tienen sensibilidad<br />

para la justicia. Lo que les preocupa no es llevar<br />

razón, ni tampoco quedar como ganadoras o como<br />

perdedoras. Lo que les gustaría, por el contrario, es<br />

hacer justicia a todos, que cada cual obtenga lo que le<br />

corresponde y lo que necesita. A veces, en tales situaciones,<br />

las <strong>mujer</strong>es se dejan deslumbrar por los argumentos<br />

de los varones. Deberían confiar en su habilidad<br />

para actuar de juez y decir lo que sienten. Ello<br />

suele conducir a soluciones beneficiosas para todos.<br />

<strong>La</strong> juez es siempre parte neutral en un asunto que<br />

afecta a dos personas o a dos bandos. No juzga, no dice:<br />

«eso está mal o eso está bien»; pero se percata de<br />

quién, en esa situación concreta, se arroga más derechos<br />

sobre la vida que los demás. Quien procede así se<br />

pone por encima del otro, no lo respeta, no le recono-<br />

· 48 ·


ce el mismo derecho a la vida. Es justamente entonces<br />

cuando se requiere a la juez que llevamos dentro.<br />

Cuando, en una mesa redonda o en una conversación<br />

de grupo, alguien da su opinión sobre un tema, y<br />

otra persona, lejos de aceptarla, la califica de equivocada,<br />

es la juez la que interviene. A diferencia de otros<br />

muchos, no se limita a escuchar, sino que tercia en la<br />

conversación. No permite que nadie prive a otra persona<br />

del derecho a expresar su opinión. Más que juzgar,<br />

lo que desea es generar armonía. Su sentimiento<br />

principal es el respeto por el otro, por su derecho a la<br />

vida. <strong>La</strong> juez intuye quién es el más débil y le presta su<br />

apoyo; la juez crea equilibrio.<br />

<strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es experimentan a menudo que no se les hace<br />

justicia. No consiguen que se tengan en cuenta sus<br />

necesidades. En la parábola de la viuda y del juez inmisericorde,<br />

Jesús describe a una <strong>mujer</strong> que vive esa<br />

experiencia (Lc 18,1-8). Al ser importunada por un<br />

enemigo, acude al juez; pero éste no tiene la más mínima<br />

intención de dar la cara por ella. Así, la <strong>mujer</strong> se<br />

ve abandonada a sí misma, sin ningún lobby que la<br />

apoye, sin expectativas de éxito. Pero es tan obstinada<br />

que acude una y otra vez al poderoso juez, hasta que<br />

éste comienza a sentir miedo y se dice que la <strong>mujer</strong> tal<br />

vez esté dispuesta a amoratarle un ojo (cf. Lc 18,5). Y,<br />

de este modo, cede a la insistencia de la <strong>mujer</strong> y le hace<br />

justicia. Jesús propone a esta <strong>mujer</strong> como ejemplo<br />

para todo aquel que ora. En la oración se nos hace tangible<br />

nuestro derecho a la vida. Dios es quien hace justicia<br />

incluso a la <strong>mujer</strong> que no encuentra justicia. En<br />

la oración, la <strong>mujer</strong> toma conciencia de su inalienable<br />

dignidad y del espacio interior en el que tiene derecho<br />

a la vida y en el que nadie puede ofenderla. Aun cuando<br />

hacia fuera no parece tener ninguna posibilidad de<br />

· 49 ·


salir bien librada, en la oración desarrolla una fuerza<br />

que le permite superarse a sí misma. No se doblega.<br />

En su interior percibe el lugar en el que Dios mora<br />

dentro de ella. Allí es inviolable e invulnerable.<br />

<strong>La</strong>s <strong>mujer</strong>es tienen una sensibilidad especial para<br />

ayudar a los débiles a conseguir justicia y saben cuál es<br />

la mejor manera de proceder a tal efecto. Eso lo han<br />

aprendido en el trato con los niños. Precisamente<br />

cuando desempeñan cargos directivos, pueden poner<br />

en práctica ese saber para el bien de una empresa o de<br />

la sociedad. Se preocupan por quienes quedan atrapados<br />

en las mallas de la red social, por quienes resultan<br />

perjudicados por el derecho vigente y por los criterios<br />

dominantes en la sociedad. De ahí lo importante que<br />

es el que las <strong>mujer</strong>es desplieguen hoy sus dotes innatas<br />

en la política; que sean, como Débora, buenas jueces.<br />

Entonces también podrá aplicárseles a ellas la alabanza<br />

que la Biblia dedica a Débora, la que se levantó en<br />

favor de los pobres y es ensalzada por ello como «madre<br />

de Israel» (Jc 5,7).<br />

· 50 ·


Anselm: Linda, ¿qué es lo que más te llama la<br />

atención, personalmente, del arquetipo de la <strong>mujer</strong><br />

juez?<br />

Linda: El de juez es, en mi opinión, un aspecto<br />

muy marcado de nuestro ser <strong>mujer</strong>. Si queremos<br />

expresar con más intensidad la fuerza de la juez,<br />

debemos alzarnos en numerosas situaciones para<br />

ayudar a otras personas a hacer valer su derecho<br />

a la vida. <strong>La</strong> juez lleva en su interior, como actitud<br />

fundamental, el respeto por el otro, por su derecho<br />

a la vida; eso es lo que más me llama la atención.<br />

De ahí brota su sentido de la justicia. Cuando alguien<br />

considera equivocada la opinión de otro y<br />

piensa que sólo la suya es correcta, no puedo dejar<br />

de sentirme indignada. En tales ocasiones, siempre<br />

me pregunto: «¿Quién tiene aquí derecho a juzgar<br />

una opinión como verdadera o falsa, como buena<br />

o mala, según coincida o no con la manera en que<br />

él piensa o percibe la realidad?».<br />

<strong>La</strong> otra dimensión de la juez que has abordado<br />

aquí es su papel de líder. Pienso que muchas <strong>mujer</strong>es<br />

viven verdaderamente sus cargos de la manera<br />

que dices. En circunstancias difíciles, en las<br />

que otros se escaquean y renuncian a cambiar la<br />

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