7 • Ap r o i n Editorial Se esperaba el Salón Inmobiliario de Madrid como una prueba de la realidad actual del mundo de la vivienda en España y son muchas las consecuencias que se derivan de tal evento y muy pocas positivas. En este sector, España no es solo la Comunidad de Madrid, ni el Mediterráneo, ni Canarias. La realidad de estas zonas, aun en un contexto general muy negativo, no tiene demasiado que ver con el resto, ya que si a nadie le va bien, en general, en estas zonas la realidad es caótica. La demanda de vivienda en España sigue viva, pero lastrada por dos cuestiones de mucho peso. La primera es precisamente la inversa a la que imperaba en estos últimos años en los que se sabía que el precio de la vivienda siempre subía. Ahora el comprador espera encontrar bajadas permanentes y generalizadas, gangas, rebajas, precios exageradamente bajos, casi que le regalen la vivienda. La segunda cuestión, mucho más grave, es la ausencia casi absoluta de crédito para el comprador medio, ya no digamos para el empresario. Las entidades financieras han pasado de nadar en la abundancia, a no tener un duro, y el poco dinero que pueden prestar, utilizarlo casi exclusivamente para refinanciar deuda, a los efectos de no tener que consignar, o a facilitar la venta de los activos con los que se han quedado ante posibles impagados. En la inmensa mayoría de los casos, solo se conceden créditos a solicitantes solventes, con un paquete importante de garantías y para propiedades con futuro si se trata de viviendas que no estén en sus manos, ya que si se trata de las viviendas requisadas, las facilidades son otras, en una penosa competencia con quienes hasta ahora eran sus mejores colocadores de hipotecas y a quienes ahora abandonan, los promotores inmobiliarios. SIMA´09 ha sido el espejo de una triste realidad, de una realidad que está sepultando la forma que hasta ahora se tenía de entender una profesión, que requiere de transformaciones radicales, que ve como cambian cada día no solo conceptos, sino también estructuras hasta ahora incuestionables. Un gobierno que inexplicablemente está empeñado en sepultar al sector de la construcción, en vilipendiarlo y en abandonar a su suerte al 15% de la población laboral de España y a un porcentaje similar de su economía, con consignas tan absolutamente estúpidas y primarias como “menos ladrillo y más ordenadores”. Si a ello le sumamos el que el sector de la construcción es absolutamente dependiente del crédito, que este se ha cerrado, pero que tanto banca como gobierno, prisioneros de lo políticamente correcto, niegan el que eso sea así, ofreciéndonos salidas como la vivienda protegida, cacareada por los políticos, quienes, sin embargo, huyen de llevarlas a cabo, o por las entidades bancarias, quienes con la boca pequeña no las quieren delante ni en pintura, con ejemplos cada más patentes de una realidad de la que quienes deberían reconocerla y combatirla siguen ignorándola, negándola y ofreciendo soluciones que nada aportan, ni a la economía del sector, ni al propio demandante de vivienda. La situación actual requiere de un compromiso firme de negociación y acuerdo a tres bandas, entre el gobierno, la banca y los empresarios. No se trata de darle dinero a fondo perdido a nadie, solamente de arrancar un compromiso firme de financiación al comprador por parte de las entidades financieras, con todo tipo de garantías por parte de la Administración (Cataluña y Euskadi ya lo hacen), y compromisos de facilidad y precio por parte de los empresarios, para que estos puedan ofrecer al mercado viviendas libres (la vivienda protegida tiene excesivas limitaciones para el comprador y no representa ya garantía alguna para las entidades financieras), tanto en venta como en alquiler, para recuperar un mercado que en nuestro sistema económico, al igual que el sector servicios, nos guste o no, siguen siendo nuestros principales motores, que no podemos parar, por mucho que nos empeñemos en cambiar el sistema económico español, de la noche a la mañana, a base de ocurrencias o de comprarle ordenadores a los niños para los colegios (¡). Si no empezamos a ser serios y a tomar acuerdos de este tipo, de forma inmediata, el asunto puede convertirse en algo extremadamente grave, tanto económico como social… a muy corto plazo.