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La inversión en debate - Diseño Gráfico Ribeiro

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Humor<br />

Entre reos,<br />

lunfas, "boledos"<br />

por Daniel<br />

Della Costa<br />

y chateadores<br />

Cualquier tipo, aún los septuag<strong>en</strong>arios y<br />

hasta muchos de aquellos cuyo cal<strong>en</strong>dario<br />

personal los remonta a edades inverosímiles,<br />

se muestran perplejos, todavía hoy,<br />

cuando escuchan la milonga de Carlos de<br />

la Púa y Edmundo Rivero, “Línea 9”. Esa<br />

que dice: “Era un boncha boleao, un<br />

chacarero / que se tomó aquel 9 <strong>en</strong> el<br />

Retiro / nunca vieron esparo ni lancero / un gil a la acuarela más<br />

a tiro. Era pol<strong>en</strong>ta el bobo y la marroca / y la empiedrada fule,<br />

berretín, / del grilo la casimba daba boca / y le orejeaba un poco<br />

el chiquilín”. Aquello era lunfardo puro, el l<strong>en</strong>guaje de chorros,<br />

pungas y malandras, cuyo objetivo era, precisam<strong>en</strong>te, que sólo<br />

los colegas de la mala vida <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dieran su significado.<br />

Pero si aquello pert<strong>en</strong>ece a un pasado al que aún hoy el<br />

común de los nativos de edad adulta no ti<strong>en</strong>e acceso, ya que<br />

le resulta casi tan infranqueable como el sánscrito o el<br />

nepalés, el grado de su confusión, el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de nopert<strong>en</strong><strong>en</strong>cia<br />

lo invade igualm<strong>en</strong>te si le toca asistir a una<br />

conversación <strong>en</strong>tre te<strong>en</strong>agers.<br />

Porque como es público y notorio los chicos arg<strong>en</strong>tinos se<br />

<strong>en</strong>ti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> <strong>en</strong>tre ellos a través de un argot que ti<strong>en</strong>e difer<strong>en</strong>tes<br />

grados de materia insondable. El más superficial y conocido es<br />

el que consiste <strong>en</strong> intercalar, cada dos o tres palabras inteligibles,<br />

dos y hasta tres latiguillos que apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te carec<strong>en</strong> de<br />

mucho s<strong>en</strong>tido, pero que les resultan imprescindibles, ya que sin<br />

ellos no hay oración completa. Uno es loco, aunque ya está <strong>en</strong><br />

desuso; otro es el que atribuye ciertas improbables exuberancias<br />

a las partes pud<strong>en</strong>das de su interlocutor; y el tercero es la<br />

síncopa del muy castellano chambón que otrora, como <strong>en</strong><br />

“Línea 9”, también se decía al vesre.<br />

Tal vez lo más interesante de este nivel de conversación<br />

adolesc<strong>en</strong>te, es que a pesar de esas redundancias vacías, se<br />

<strong>en</strong>ti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> a la perfección con sólo intercalar <strong>en</strong>tre ellas algunas<br />

pocas palabras, más un surtido de interjecciones y gestos. Lo<br />

que permite suponer que si las cosas avanzan por este camino,<br />

no sólo el l<strong>en</strong>guaje terminará bárbaram<strong>en</strong>te jibarizado, sino que<br />

se tornarán obsoletos los diccionarios.<br />

Sin embargo aún puede ser más impactante, para el adulto<br />

desprev<strong>en</strong>ido, que los adolesc<strong>en</strong>tes pert<strong>en</strong>ezcan a la clase de los<br />

que se comunican d<strong>en</strong>tro de un universo mucho más rico de<br />

palabras. O sea, que son capaces de prescindir del «chabón»,<br />

el «loco» y el «boledo» (según como su<strong>en</strong>a <strong>en</strong> fonética la<br />

acepción masculina de la palabra), así como de gestos y señas<br />

con los que los otros dan por sobre<strong>en</strong>t<strong>en</strong>didas un montón de<br />

cosas, pero sólo para <strong>en</strong>redar al oy<strong>en</strong>te no adiestrado <strong>en</strong> un<br />

universo de nuevas expresiones y significados. Saltando de la<br />

bocha a la masa, de grosso a bardear y hasta atribuyéndole un<br />

nuevo s<strong>en</strong>tido a la antigua expresión de orig<strong>en</strong> francés grela<br />

(grelle), que de significar mujer <strong>en</strong> el antiguo argot porteño,<br />

pasó a <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse como mugre. Tampoco ya el vigilante es<br />

botón sino rati, si fuiste es porque perdiste y hacer el amor pasó<br />

a decirse curtir o transar, lo que ya es too much.<br />

Ahora bi<strong>en</strong>, <strong>en</strong> caso de que al adulto que puede llegar a<br />

sorpr<strong>en</strong>derse por la curiosa estructura de estos diálogos, se le<br />

ocurra situarse detrás de alguno de sus vástagos cuando éstos<br />

están chateando y se deti<strong>en</strong>e a examinar lo que está escribi<strong>en</strong>do,<br />

<strong>en</strong>tonces es posible que aquella, si se quiere, sana perplejidad,<br />

se le somatice y se convierta <strong>en</strong> mareos y hasta <strong>en</strong> dolores<br />

abdominales. Porque para darle más velocidad y ahorrar tiempos<br />

<strong>en</strong> la conversación cibernética, acaban de una vez con todas<br />

las formalidades idiomáticas y hasta fonéticas.<br />

Allí los ac<strong>en</strong>tos no exist<strong>en</strong>; tampoco las mayúsculas, y los puntos<br />

y las comas hasta ahí nomás. <strong>La</strong> ese reina absolutam<strong>en</strong>te sobre<br />

la ce débil y la pobre zeta; olvíd<strong>en</strong>se de las haches al comi<strong>en</strong>zo<br />

de cualquier palabra, y la ka, esa letra casi extraña al idioma<br />

español, termina de una vez por todas con la ce fuerte y hasta<br />

con la muy querible cu; que, <strong>en</strong> cambio, ti<strong>en</strong>e su revancha porque,<br />

ella sola, reemplaza cuantas veces resulte necesario al pronombre<br />

relativo que. <strong>La</strong> elle cede notoriam<strong>en</strong>te ante la i griega, el signo<br />

más reemplaza a la palabra correspondi<strong>en</strong>te, la equis a por y lo<br />

mismo suele ocurrirle a igual con su signo aritmético. Aunque tal<br />

vez lo que resulte más notable para qui<strong>en</strong> lo mire de afuera (ya sea<br />

los padres azorados del angelito o el nono que lo interpreta<br />

angustiado como un avance de su Alzheimer), sea que los chicos,<br />

<strong>en</strong> ese l<strong>en</strong>guaje, con esa grafía, parec<strong>en</strong> <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse como si<br />

nunca hubieran apr<strong>en</strong>dido otra cosa <strong>en</strong> la escuela.<br />

Lo que, si bi<strong>en</strong> se mira, es maravilloso. Porque es como si se<br />

estuviera asisti<strong>en</strong>do al alumbrami<strong>en</strong>to de otro idioma. No<br />

m<strong>en</strong>os emocionado se habrá s<strong>en</strong>tido el hombre de Neandertal<br />

cuando, sost<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do a su pequeño hijo <strong>en</strong> brazos, éste, <strong>en</strong> lugar<br />

de repetir el bronco ¡ugh!, que por <strong>en</strong>tonces, a imitación del<br />

prog<strong>en</strong>itor, era todo lo que salía de su boca, lo miró, le sonrió,<br />

estiró los bracitos y le dijo: ¡pa!<br />

110 noviembre de 2004

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