Agosto 2012 - Universidad Anáhuac México Sur
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El G-20 fue creado<br />
con enormes<br />
expectativas de<br />
que impulsaría<br />
cambios en la<br />
arquitectura<br />
financiera<br />
internacional.<br />
la procuración de las condiciones<br />
de estabilidad macroeconómica, indispensables<br />
para relanzar el crecimiento<br />
de la economía mundial<br />
sobre bases más sanas. De esta manera,<br />
se plantea la necesidad de enfocar<br />
las políticas monetarias a<br />
mantener la estabilidad de precios<br />
y a sostener la recuperación económica<br />
global, y asegurar la consolidación<br />
fiscal en las economías<br />
avanzadas.<br />
Mención aparte merece el respaldo a<br />
la zona euro para completar la unión<br />
económica y monetaria, incluida una<br />
arquitectura financiera más integrada.<br />
Se trata de un objetivo loable, pero<br />
de difícil concreción. Ciertamente,<br />
crece la convicción de que el futuro<br />
del euro –y en general del modelo de<br />
integración europea– requerirá ir más<br />
allá de la unión monetaria y avanzar<br />
hacia una mayor coordinación fiscal.<br />
Está claro que la principal debilidad<br />
de la unión monetaria radica en la ausencia<br />
de medidas eficaces garantes<br />
de la coordinación en materia de política<br />
fiscal, y que asimismo puedan imponer<br />
límites efectivos a los excesos<br />
de los gobiernos nacionales.<br />
Finalmente, los líderes de las principales<br />
economías del mundo convi-<br />
nieron fortalecer al Fondo Monetario<br />
Internacional (FMI). Mediante una<br />
capitalización de 456 mil millones<br />
de dólares, el organismo multilateral<br />
verá ampliada su capacidad de respuesta.<br />
De este monto, a México corresponde<br />
aportar ocho mil millones.<br />
Nuestro país ha buscado una mayor<br />
injerencia en el organismo y ahora su<br />
peso relativo en la toma de decisiones<br />
se ha incrementado. Sus responsabilidades,<br />
por tanto, también han<br />
aumentado. Hoy en día, para un país<br />
del tamaño de México, el prestigio y<br />
el liderazgo conllevan la asunción de<br />
compromisos.<br />
El G-20 fue creado en medio de enormes<br />
expectativas. Se esperaba que,<br />
por integrar a las economías más<br />
grandes e influyentes del mundo y<br />
por su carácter más incluyente respecto<br />
del G-8, contaría con mejores<br />
condiciones políticas para impulsar<br />
cambios de fondo en la arquitectura<br />
financiera internacional. Sin embargo,<br />
hasta la fecha, el grupo no ha considerado<br />
a fondo este tema, al tiempo<br />
que tampoco ha sido capaz de responder<br />
con eficacia a los desafíos planteados<br />
por la evolución de la crisis de la<br />
economía mundial.<br />
El problema es que las urgencias planteadas<br />
por el estallido de una amplia<br />
gama de problemas puntuales han impedido<br />
considerar con la suficiente<br />
perspectiva los desafíos que entraña<br />
la redefinición de las reglas del juego<br />
de la economía mundial. De hecho,<br />
aunque al momento de asumir la Presidencia<br />
del grupo el Presidente Felipe<br />
Calderón propuso una ambiciosa<br />
agenda orientada al futuro, los temas<br />
de fondo relativos al nuevo orden económico<br />
mundial y a la adopción de<br />
una agenda de crecimiento ambientalmente<br />
sustentable, no han sido objeto<br />
de acuerdos concretos capaces de<br />
trascender la retórica.<br />
agosto <strong>2012</strong> • Veritas 7