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El Diario de Ana Frank

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EL DIARIO DE ANA FRANK<br />

diferente a la imagen que ella se forja <strong>de</strong> él, porque se sentiría<br />

consternada y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no sabía obrar <strong>de</strong> otra manera; por<br />

consiguiente, prefiero ahorrarle el pesar que ello le causaría, tanto<br />

más que para mí en nada cambiaría la situación.<br />

Mamá se percata bien <strong>de</strong> que yo la quiero menos que Margot,<br />

pero imagina que sólo se trata <strong>de</strong> una etapa difícil <strong>de</strong> mi vida.<br />

Margot se ha vuelto tan amable que no la reconozco; ya no enseña<br />

las uñas tan a menudo, y nos hemos hecho muy amigas. Ha <strong>de</strong>jado<br />

<strong>de</strong> tratarme como si yo fuera una chiquilla insignificante.<br />

Parecerá raro, pero a veces me miro como si viera por otros<br />

ojos que los míos. Entonces, bien a mis anchas, examino las<br />

cuestiones <strong>de</strong> una cierta «<strong>Ana</strong>»; recorro las páginas <strong>de</strong> mi vida,<br />

como si se tratara <strong>de</strong> una extraña. Antes, en nuestra casa, cuando<br />

no reflexionaba tanto, tenía en ocasiones la sensación <strong>de</strong> no formar<br />

parte <strong>de</strong> mi familia. Durante cierto tiempo interpreté asimismo<br />

el papel <strong>de</strong> huérfana; o me dirigía a mí misma múltiples reproches,<br />

diciéndome que nadie tenía la culpa si yo quería hacerme la víctima,<br />

cuando todo el mundo era tan bueno conmigo. Luego llegó un<br />

momento en que me esforcé por ser amable: por la mañana, al<br />

oír pasos en la escalera, esperaba ver entrar a mamá, para darme<br />

los buenos días; era afectuosa con ella; pero también porque me<br />

sentía feliz <strong>de</strong> verla tan amable contigo. Luego, bastaba una <strong>de</strong><br />

sus observaciones un poco ásperas para que yo me fuera a la<br />

escuela toda <strong>de</strong>salentada. Al regreso, la disculpaba, diciéndome<br />

que podía tener preocupaciones; llegaba, pues, a casa muy alegre,<br />

hablaba por diez, hasta que la misma cosa se repetía y volvía a<br />

irme, pensativa, con mi bolsón con útiles. Otra vez regresaba con<br />

la firme intención <strong>de</strong> enfurruñarme, lo que olvidaba enseguida,<br />

tantas eran las noveda<strong>de</strong>s que tenía que contar; ellas eran dirigidas<br />

evi<strong>de</strong>ntemente a mamá, que, en mi opinión, <strong>de</strong>bía estar siempre<br />

dispuesta a escucharme en cualquier circunstancia.<br />

Después pasó nuevamente por una época en la que no<br />

escuchaba los pasos por la mañana, me sentía sola, y mojaba una<br />

vez más <strong>de</strong> lágrimas la almohada.<br />

Aquí, en la clan<strong>de</strong>stinidad, las cosas se han agravado aún más.<br />

En fin, tú lo sabes. Pero, no obstante todas estas dificulta<strong>de</strong>s,<br />

Dios me ha socorrido y me ha enviado a... ¡Peter!<br />

Juego un momento con mi medalloncito, lo beso y pienso:<br />

«Después <strong>de</strong> todo, ¿qué más da? Tengo a mi Peter y nadie lo<br />

sabe». Así, puedo pasar por alto cualquier <strong>de</strong>saire. ¿Quién<br />

sospechará lo que suce<strong>de</strong> en la mente <strong>de</strong> una chica?<br />

Tuya,<br />

ANA<br />

Sábado 15 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1944<br />

Querida Kitty:<br />

No tiene sentido <strong>de</strong>scribirte a cada paso nuestras disputas y<br />

querellas en sus menores <strong>de</strong>talles. Para ser breve te diré que ya no<br />

usamos en común con los Van Daan muchas <strong>de</strong> las provisiones,<br />

como la mantequilla y la carne, y que hacemos freír nuestras patatas<br />

fuera <strong>de</strong> la cocina común. Des<strong>de</strong> hace algún tiempo, nos<br />

conce<strong>de</strong>mos un pequeño suplemento <strong>de</strong> pan negro, porque, a<br />

partir <strong>de</strong> las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, empezamos a sentirnos<br />

obsesionados por la hora <strong>de</strong> la cena, sin po<strong>de</strong>r imponer silencio<br />

a nuestros estómagos vacíos.<br />

Ahora se acerca el cumpleaños <strong>de</strong> mamá. Kraler le ha traído<br />

azúcar, lo que <strong>de</strong>spertó los celos <strong>de</strong> los Van Daan, pues la señora<br />

no recibió lo mismo en ocasión <strong>de</strong> su propio cumpleaños. Nuevas<br />

pullas, crisis <strong>de</strong> lágrimas y diálogos ásperos. ¡Bah! De nada vale<br />

que te fastidie con todo eso. Puedo <strong>de</strong>cirte, Kitty, que ellos nos<br />

molestan cada vez más. Mamá ha hecho el voto irrealizable <strong>de</strong><br />

abstenerse <strong>de</strong> ver a los Van Daan durante quince días.<br />

No ceso <strong>de</strong> preguntarme si el hecho <strong>de</strong> cohabitar con otras<br />

personas, sean quienes fueren, lleva forzosamente a las disputas.<br />

¿O será que, en nuestro caso, hemos tenido especial mala suerte?<br />

© Pehuén Editores, 2001.<br />

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