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13. Segunda Fundación

Segunda Fundación es el tercer libro de la Trilogía original de la Fundación de Isaac Asimov. En él se descubre el paradero de la Segunda Fundación así como las capacidades de sus miembros.

Segunda Fundación es el tercer libro de la Trilogía original de la Fundación de Isaac Asimov. En él se descubre el paradero de la Segunda Fundación así como las capacidades de sus miembros.

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El anciano dio un paso atrás y observó a su hijo con el ceño fruncido; seguidamente<br />

sacó adelante la barbilla<br />

—¿Acaso es mía la culpa? ¿Dónde y de qué modo puedo conseguir una buena<br />

reparación? ¿No ha sido la cosecha insuficiente durante cinco años? ¿Han escapado mis<br />

rebaños a la peste? ¿Han volado las pieles por sí solas?<br />

—¡Narovi! —La voz familiar que gritó desde dentro le detuvo en su perorata.<br />

Gruñó:<br />

—Bueno, bueno..., ahora tu madre quiere meterse en los asuntos de padre e hijo.<br />

Saca el coche y asegúrate de que los remolques de mercancías estén bien sujetos.<br />

Dio unas palmadas con las manos enguantadas y volvió a mirar hacia arriba. Las<br />

nubes eran más densas y por el cielo gris que asomaba entre los nubarrones apenas si<br />

llegaba calor. El sol estaba oculto.<br />

Ya iba a desviar la vista cuando sus ojos se quedaron inmóviles, y su dedo índice<br />

señaló casi automáticamente hacia las nubes, mientras abría la boca para gritar,<br />

olvidándose del aire glacial.<br />

—¡Mujer! —llamó vigorosamente—, vieja, ven aquí. Un rostro indignado apareció en<br />

una ventana. Los ojos de la mujer siguieron la dirección que indicaba el dedo y se<br />

abrieron desmesuradamente. Con una exclamación bajó de un salto los escalones de<br />

madera, agarrando en su camino un viejo chal y un pañuelo de hilo. Salió con este<br />

último en la cabeza, atado a toda prisa, y el chal echado sobre los hombros. Exclamó<br />

—Es una nave del espacio exterior.<br />

Y Narovi observó con impaciencia:<br />

—¿Qué otra cosa podía ser? ¡Tenemos visita, vieja, tenemos visita!<br />

La nave descendía lentamente en dirección a un campo helado que estaba en la<br />

porción septentrional de la granja de Narovi.<br />

—Pero ¿qué haremos? —murmuró la mujer—. ¿Podemos ofrecer hospitalidad a esa<br />

gente? ¿Acaso está bien que pisen la suciedad de nuestra choza y coman las sobras de<br />

la tarta que hice la semana pasada?<br />

—¿Prefieres que vayan a casa de nuestros vecinos?<br />

Narovi enrojeció por encima del rubor provocado por el frío, y sus brazos, cubiertos<br />

por pieles, agarraron los robustos hombros de la mujer.<br />

Esposa de mi alma —susurró—, bajarás las dos sillas de nuestro dormitorio; matarás<br />

una cría bien cebada y cocerás un buen pastel. Yo me voy ahora a saludar a esos<br />

hombres poderosos del espacio exterior... y... y... —Hizo una pausa, se encasquetó la<br />

gorra y continuó en tono vacilante—: Sí, traeré también mi jarra de mosto fermentado.<br />

Es agradable una bebida fuerte.<br />

La boca de la mujer se movió inútilmente durante aquel discurso. No pudo pronunciar<br />

palabra. Y cuando se sobrepuso un poco, sólo emitió sonidos incoherentes. Narovi<br />

levantó un dedo.<br />

—Vieja, ¿qué dijeron los Ancianos del pueblo hace una semana? ¿Eh? Ejercita tu<br />

memoria. Los Ancianos fueron de granja en granja... ¡ellos, en persona! ¡Imagínate la<br />

importancia que tenía el asunto! Vinieron a pedirnos que si aterrizaban naves del espacio<br />

exterior les informásemos inmediatamente, por orden del gobernador. ¿Y ahora no voy a<br />

aprovechar la oportunidad de granjearme el favor de los hombres poderosos? Contempla<br />

esa nave. ¿Has visto alguna vez algo parecido? Esos hombres de los mundos exteriores<br />

son ricos e ilustres. El propio gobernador envía tan urgentes mensajes en relación con<br />

ellos que los Ancianos se ven obligados a ir de granja en granja en pleno invierno. Tal<br />

vez ya esté circulando por todo Rossem el mensaje de que estos hombres son<br />

grandemente deseados por los Señores de Tazenda..; y están aterrizando en mi granja.<br />

Casi se puso a saltar de ansiedad.<br />

—Ahora les ofreceremos la debida hospitalidad.., mi nombre será mencionado al<br />

gobernador... ¿y qué será lo que no podamos conseguir?<br />

Su esposa advirtió de pronto que el frío glacial le llegaba al cuerpo a través de su<br />

ropa de estar por casa. Corrió hacia la puerta, gritando por encima del hombro<br />

Pues vete en seguida.<br />

Pero habló a un hombre que ya estaba corriendo a toda velocidad hacia el punto de<br />

su granja sobre el que aterrizaba la nave.<br />

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