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La guerra de Nicaragua - La Guerra Nacional 1854

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LA GUERRA DE NICARAGUA 389luerzas <strong>de</strong> Rivas. <strong>de</strong>bilitadas por una alimentación <strong>de</strong>que no tenlan costumbre y <strong>de</strong>salentadas p,r las <strong>de</strong>serciones,ce<strong>de</strong>rlan pronto snte un asalto vigoroso y simultáneopor todos lados; pero al pensar asl menospreciabanel ánimo <strong>de</strong> sus adversarios. <strong>La</strong> verdad esque los nicaragüenses tenlan la esperanza <strong>de</strong> que losAliados se cnvalentonasen a atacarlos y estaban 01'0avizor y bien preparados por la noche <strong>de</strong>l \O y en amañana <strong>de</strong>l I I.Como se esperaba. el enemigo avanzó el 11 pocoantes <strong>de</strong>l amanecer y su primera embestida fue contrauna easa <strong>de</strong>l costado sur <strong>de</strong> la plaza y habitada pordos señoras americanas. A menudo se les habia advertidolo peligroso <strong>de</strong> la situación; pero ellas persistieronen quedarse don<strong>de</strong> estaban, a pesar <strong>de</strong> las amonesta·ciones <strong>de</strong> varios oliciales. Esta tentativa <strong>de</strong>l enemigopara penetrar en la plaza la hizo una luerza costarricense,la cual, guiada por un legitimista llamado Bonillaconocedor <strong>de</strong>l terreno, llegó a la casa, penetrandoen ella antes <strong>de</strong> que se diese el alarma; pero al abrirla puerta que daba a la plaza, con el objeto <strong>de</strong> entraren la casa siguiente situada a la <strong>de</strong>recha y ocupadapor algunos hombres <strong>de</strong> la proveedurla, Sevier, un artillero,sacó a la carrera un obús <strong>de</strong> doce, a menos <strong>de</strong>treinta yardas <strong>de</strong> los costarricenses, y con un bote <strong>de</strong>metralla obligó al enemigo a guarecerse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> losadobes. De modo que el avance <strong>de</strong> los Aliados porel sur lue rcehazado y la compañia que estaba en lacasa frente a la plaza completamente acorralada por los<strong>de</strong> la proveedurla <strong>de</strong> un lado, WilIiamson y su compañia<strong>de</strong>l otro, y a retaguardia por Pineda con los batidoresdc Buchanan. Pocos momentos dcspués se pusoHcnningsen a acribillar la casa con balas rasas <strong>de</strong>a seis, y los costarricenses, echados en el suelo, nosablan cómo librarse <strong>de</strong>l peligro que los ro<strong>de</strong>aba. Porúltimo Pineda, hablándoles en español, les intimó ren-

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