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Setenta veces siete

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perdonar a dios90Al volver a casa, me di cuenta que estaba perdiendo la voz. No lehice caso al principio; esto desaparecería en unos pocos días. Perono mejoré, y me mandaron a ver a un especialista, que diagnosticóparálisis de una cuerda vocal. Me aseguró que recobraría la voz, peropasaron las semanas y luego los meses, y no hubo ningún cambio. Recomendódescanso total para la voz; ni susurrar debía. Hasta entonces,realmente no me había preocupado mucho de que podría perder lavoz para siempre. Ahora empecé a dudar si jamás volvería a hablar.Peor aún, la comunidad desesperadamente necesitaba liderato. Sehallaba en medio de una especie de crisis, una época de profundoexamen interior y renovación espiritual; pero durante semanas deanimadas y a <strong>veces</strong> acaloradas discusiones tuve que quedarme callado,limitado a papel y lápiz. Por primera vez, me di cuenta del gran donque es poder hablar. Estaba frustrado y desanimado. Ni siquiera podíahablar con mi esposa o con mis hijos; tenía que escribírselo todo. Deverdad, yo estaba enojado. Mi enojo me humilló, y entendí que Diosquería que me callara yo para oír lo que él tenía que decirme.Tres meses después, me empezó a volver la voz; hoy mi voz es casinormal. Pero no he olvidado aquellas doce semanas, y recuerdo, unay otra vez, mi necesidad de buscar a Dios en momentos de crisis ofrustración.andrea, una mujer de nuestra comunidad, luchó por aceptar contrariedadesde muy diferente índole. Sufrió tres abortos naturalesantes de tener una hija sana. Hubo momentos en que encontrabaque su carga era demasiado pesada.Neil y yo éramos tan felices. Llevábamos seis meses de casados y yoestaba embarazada. Pero una noche, poco antes de la Navidad, sentíun dolor intenso que rápidamente empeoró. Nuestro doctor quisoque me internara en el hospital…y se confirmó mi peor sospecha;SETENTA VECES SIETEespanol.bruderhof.com

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