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Setenta veces siete

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“yo hago nuevas todas las cosas”120la fe que éste demostró, le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.”Hay pocos que tienen tal fe. Pero es precisamente este salto de feque hace falta, si se quiere conocer el poder del perdón y dejar queDios intervenga. Su amor está por encima de nuestro amor; su juicio,contrario al nuestro, es puro e inviolable.Dice San Agustín que no debemos vernos unos a otros como somosahora, sino como seremos en el futuro, cuando el Espíritu nos llenepor completo y nos prepare para que Dios pueda usarnos en su reino.Esta es la verdadera fe: creer que para Dios todo es posible, que en Jesucristonos convertimos en una “nueva criatura” (2 Corintios 5.17).Al comienzo de este libro escribí acerca de un hombre que asesinóa una niña de <strong>siete</strong> años, y pregunté: A semejante hombre ¿se le puedeperdonar? Un cambio extraordinario se ha operado en él en losmeses que lo he conocido. Al principio estaba insensible e indiferente,y veía su crimen como el resultado, si bien horrible, de los males dela sociedad. Ahora comienza a aceptar plena responsabilidad por susacciones. Ha empezado a sufrir por su propia necesidad de arrepentirse,y a llorar ya no por sí mismo sino por los demás.¿Se puede perdonar a semejante hombre? Si de verdad creemosen el poder del perdón, estaremos seguros de que sí. No se trata decondonar su crimen, pero tampoco le negaremos la gracia de Dios, yno dudaremos de que también él puede arrepentirse y cambiar. Porcierto, el mundo entero cambiaría si tuviésemos esta fe.En el primer siglo después de la muerte de Jesús, el filósofo paganoPorfirio no podía creer que una persona cubierta de culpa y maldadpudiera purificarse en un solo lavado; que fornicadores, adúlteros,borrachines, ladrones y pederastas simplemente pudieran bautizarse,invocar el nombre de Cristo, y despojarse de su enorme culpa tanfácilmente como una serpiente muda su piel.Si eso pudo ocurrir hace dos mil años, ¿por qué no puede sucederSETENTA VECES SIETEespanol.bruderhof.com

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