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Setenta veces siete

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el perdón y la comunidad116preparado a que la asamblea entera se me cayera encima; nadade eso ocurrió. Me dieron amplia oportunidad para hacer mispreguntas y explicar mis reparos, y todos me hablaron muy francamente.Pero lo que me ablandó el corazón no fue solamentesu franqueza sino más bien el amor que comparte la responsa-bilidad,un amor dispuesto a perdonar porque sabe lo que es ser perdonado.No se trataba de una contienda entre personas, sino de una luchacontra el mal que nos separaba. En suma, estábamos todos en la mismasituación. No se disimularon los problemas con sensiblería; los hechos,aún los más dolorosos, pudieron reconocerse a la luz del amor.La humildad prepara el camino a la reconciliación. Sin humildad,nos quedamos estancados en nuestro orgullo, y se torna imposibleperdonar. El amor de la iglesia le conmovió el corazón a Hans, perolo que finalmente acabó con su obstinación fue la humildad de sushermanos y hermanas y el hecho de que a su vez le pidieron perdónpor haberle fallado.Ahí está Sara, que también forma parte de nuestra comunidad ydescribe la alegría y la liberación que sintió una vez resuelta a hacerborrón y cuenta nueva.Sentí en lo más profundo del alma que necesitaba poner mi vida enterabajo la luz del juicio divino. Apenas dormía de noche; algo me estabamartillando en la cabeza. ¡Tenía que arrepentirme! Fui a ver al pastory a su esposa y se lo dije todo. Esto fue de inmensa ayuda, aunque fuerepugnante lo que tuve que confesar. En el curso de los días, me acordéde otras cosas, y no pude esperar; me fui corriendo a decírselas. Cuandouno se arrepiente, aún la cosa más pequeña deja de ser insignificante.Tenía que librarme inmediatamente de cada cosa que me viniera a lamente. Simplemente no podía esperar.Nunca pensé que podría haber tanta alegría en el arrepentimiento yen la confesión. Mi corazón se alivió más y más. Y en vez de evitarme,los hermanos y hermanas se preocupaban por mí y más que nunca merodearon con su amor.SETENTA VECES SIETEespanol.bruderhof.com

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