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Setenta veces siete

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venciendo al odio con el amor61En los meses que siguieron, Chris luchó a diario con la incertidumbrecausada por saber que el hombre que lo había secuestrado todavíaandaba suelto. También tuvo que adaptarse a las limitaciones físicas quesufrió en consecuencia. Quedó ciego de un ojo y no podía participaren ciertos deportes. Y, como cualquier otro muchacho adolescente,se preocupaba por su apariencia.Chris no quería que se mencionara en público lo que le había sucedido;recuerda preguntarse cómo era que después de ese “milagro”podía sentirse tan desgraciado. Para asombro de todos, a la edad detrece años experimentó un cambio. Empezó a ver su pesadilla comouna bendición en vez de una maldición. Se dio cuenta de que sus heridaspodrían haber sido mucho peores; hasta podría haber muerto.También reconoció que no podía seguir enojado para siempre, y unavez por todas dio la espalda a la enemistad, la venganza y la lástimapor si mismo.El 3 de septiembre de 1996 Chris recibió una llamada telefónicaque volvió a cambiarle la vida una vez más. Un jefe de detectives deldepartamento de la policía de Coral Gables llamó a su casa para informarleque un hombre llamado David McAllister confesó ser quienle había secuestrado. La familia de Chris lo había empleado comoacompañante de un tío anciano, pero lo despidieron por problemascon la bebida. Al día siguiente Chris visitó a David.Cuando lo visité aquella tarde, sentí una compasión abrumadora porese hombre. David McAllister ya no era un secuestrador que meatemorizaba. Era, al contrario, un viejito de setenta y <strong>siete</strong> años queapenas pesaba 28 kgs. El glaucoma lo había dejado ciego; el alcoholismoy el cigarrillo le habían arruinado la salud. No tenía ni amigos ni familia.Era un hombre que enfrentaba la muerte acompañado sólo por susremordimientos.Cuando primero le hablé a David, se mostró bastante insensible.Supongo que pensó que yo era otro policía. Un amigo mío que meSETENTA VECES SIETEespanol.bruderhof.com

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