Christian Zacharias Federico Chueca Angelica ... - Scherzo
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Diseño<br />
de portada<br />
Argonauta<br />
Foto portada:<br />
Kasskara / DG<br />
ENTREVISTA<br />
<strong>Christian</strong> <strong>Zacharias</strong><br />
DOSIER<br />
<strong>Federico</strong> <strong>Chueca</strong><br />
ENCUENTROS<br />
<strong>Angelica</strong><br />
Kirchschlager<br />
ACTUALIDAD<br />
Luc Bondy<br />
REFERENCIAS<br />
La “Inextinguible”<br />
de Nielsen<br />
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La música extremada<br />
SONIDOS DEL PORVENIR<br />
En un pequeño cementerio sin<br />
tapias, apenas un claro entre los<br />
árboles colosales de un bosque<br />
en el que resplandecen los verdes<br />
jugosos y sombríos del verano, he visitado<br />
la tumba de Hannah Arendt, un<br />
poco antes de escuchar al Cuarteto de<br />
Tokio en un auditorio de Bard College.<br />
Bard es una universidad pequeña, a<br />
menos de dos horas en tren de Nueva<br />
York, con los edificios del campus dispersos<br />
entre colinas de granjas y extensiones<br />
de bosques, cerca de la orilla del<br />
Hudson. Su presidente es el director de<br />
orquesta Leon Botstein, hijo de judíos<br />
alemanes que llegarían a América por<br />
los mismo años que Hannah Arendt. En<br />
Bard College los estudiantes de música<br />
están obligados a combinar su especialidad<br />
con alguna de Humanidades o de<br />
Ciencias, con el propósito explícito de<br />
no permitirle sumergirse exclusivamente<br />
en una disciplina que los puede aislar<br />
por completo del mundo exterior.<br />
En medio de las arboledas, de pronto<br />
aparece el garabato de titanio de un<br />
auditorio diseñado por Frank Gehry:<br />
Bard es un college rico, que puede permitirse<br />
a Frank Gehry y al Cuarteto de<br />
Tokio, y esa región tan agreste en la<br />
que uno, con sólo internarse en un sendero,<br />
siente la presencia sobrecogedora<br />
de la naturaleza primitiva de América,<br />
está salpicada de casas de campo de<br />
gente cultivada y próspera de Nueva<br />
York, de modo que en los meses de<br />
verano abundan los conciertos de primeras<br />
figuras y los festivales con obras<br />
de Shakespeare.<br />
El cementerio donde reposa Hannah<br />
Arendt no tiene adscripción religiosa:<br />
lo mismo hay cruces que estrellas<br />
de David, o que lápidas sin ningún<br />
símbolo confesional. Lo que tienen en<br />
común todas las tumbas es su modestia.<br />
Delante de una, la de una mujer<br />
que murió muy joven, hay una silla<br />
que hoy no ocupa nadie. La tumba de<br />
Hannah Arendt es una piedra sin pulir,<br />
a ras de suelo, en la que sólo están<br />
tallados el nombre y las fechas del<br />
nacimiento y la muerte, y los dos puntos<br />
extremos del arco de su vida:<br />
Hanover, 1906-New York, 1975. Sobre<br />
la lápida hay pequeños guijarros, que<br />
en la bella costumbre judía sustituyen<br />
a las flores: una forma austera de sugerir<br />
el recuerdo, en este cementerio<br />
donde la muerte humana y la vida y la<br />
muerte orgánica del bosque se corresponden<br />
tan sin énfasis.<br />
El programa que toca el Cuarteto<br />
de Tokio no puede ser más alemán: del<br />
OPINIÓN<br />
Peter Aaron / Esto<br />
mundo alemán que amó Arendt y del<br />
que fue expulsada, y su fruto más alto,<br />
la música, la genealogía de toda la<br />
música alemana en las dos horas de un<br />
concierto, tocada apasionadamente por<br />
dos japoneses, un americano y un británico:<br />
Haydn, Webern, Beethoven.<br />
Fuera del auditorio el calor es tan opresivo<br />
y tan húmedo en la caída de la tarde<br />
que de las praderas onduladas y los<br />
barrancos impenetrables de maleza<br />
sube un vapor denso. En el interior el<br />
aire acondicionado subraya la cualidad<br />
de burbuja que tiene el ensimismamiento<br />
en la música, sobre todo cuando<br />
después de un breve silencio<br />
empieza a insinuarse el Molto adagio-<br />
Andante del Op. 132 de Beethoven. Las<br />
perspectivas sonoras se ensanchan<br />
como las del paisaje desde el cementerio<br />
donde yace Hannah Arendt: como<br />
la amplitud de todas las músicas futuras<br />
que germinaron a partir de ésta, los<br />
éxtasis infinitamente demorados de<br />
Wagner y Mahler, las extensiones horizontales<br />
de Ligeti. Y también, en el fondo,<br />
la sabiduría melancólica pero despojada<br />
de angustia y remordimiento de<br />
quien mira hacia su vida intuyendo la<br />
posibilidad del final, escuchando en su<br />
conciencia una música que no se parece<br />
a ninguna otra en el mundo y contiene<br />
entero el porvenir.<br />
Antonio Muñoz Molina<br />
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