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Christian Zacharias Federico Chueca Angelica ... - Scherzo

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Música reservata<br />

UT RHETORICA MUSICA<br />

Perviven tal vez todavía las antiguas figuras retóricas en<br />

la música más reciente… Es célebre el análisis de Hartmut<br />

Krones que señala cuatro de ellas en el arranque<br />

de Tristan: exclamatio (la sexta ascendente inicial), passus<br />

duriusculus (el descenso cromático), catachresis (el acorde<br />

del tercer compás) y suspiratio (la conclusión de la frase).<br />

Así, las figuras retóricas serían indistinguibles de la sustancia<br />

musical, proyectando esa interpretación sobre textos contemporáneos,<br />

incluso posteriores: esa sexta ascendente es la misma<br />

con que Leonora comienza su Tacea la notte placida, y<br />

también aquélla con que Alfredo brinda en su Libiamo nei<br />

lieti calici, pero también la de la frase del clarinete que<br />

describe el gesto de Luisa Miller (¡y el de Violetta!) al<br />

escribir la carta fatídica (seguida, por cierto, del mismo<br />

passus duriusculus en ambos casos), pero también la que<br />

da principio al tema que describe el deseo de Schön por<br />

Lulu en la ópera homónima de Alban Berg. Las respectivas<br />

situaciones estarían unificadas por un afetto equivalente:<br />

la representación del anhelo amoroso dejaría de ser<br />

la de un sentimiento personal para convertirse en una<br />

convención de lenguaje merced a la pervivencia universal<br />

de un topos, en contra de ese individualismo romántico<br />

que informa cualquiera de las obras mencionadas (Berg<br />

incluido: bien cabe considerar el expresionismo como una<br />

forma del romanticismo tardío).<br />

El problema es más espinoso en lo referente al acorde<br />

del tercer compás. Musicalmente, syncopatio catachrestica<br />

es una suspensión armónica que resuelve sobre<br />

otra disonancia. Pero, de atenernos a la gramática, catacresis<br />

es dar sentido traslaticio<br />

a una palabra para asumir<br />

el significado de algo<br />

que carece de nombre (la<br />

hoja del árbol, los brazos<br />

del sillón, la lengua en que<br />

se habla…): la única posibilidad<br />

de aplicar tal concepto<br />

a la realidad asemántica<br />

de la música en un caso<br />

como el presente sería considerar<br />

que ese agregado<br />

no resulta armónicamente<br />

interpretable en sí mismo<br />

sino tan sólo a posteriori,<br />

cuando la frase se ha<br />

resuelto en el compás cuarto,<br />

lo que implicaría identificar significación con funcionalidad<br />

armónica. Extrapolando el razonamiento, cabría concluir<br />

que la música carece de sentido fuera de la tonalidad,<br />

lo que dejaría la obra de Berg en el limbo de lo in-significante,<br />

en contra de toda lógica. Por supuesto, el tema de los<br />

enigmas del segundo acto de Turandot encarnaría esa misma<br />

figura: un motivo puramente armónico sin tonalidad<br />

definida, cada uno de cuyos tres acordes contiene igualmente<br />

un tritono (quizá aquí pudiera hablarse también de parrhesia).<br />

A mayor abundamiento, suspiratio (si nos remitimos<br />

a su empleo en ciertas obras del barroco y el preclásico) es<br />

una figura descendente que suele arrancar en anacrusa y<br />

repetir cada nota en parte fuerte antes de pasar a la siguiente,<br />

como en el Et incarnatus de la Misa en si menor de Bach,<br />

pero también en la marcha fúnebre de Das Lied von der<br />

Erde: Berg alude a ello en la reexposición del tema asociado<br />

al protagonista en la conclusión del interludio del tercer acto<br />

OPINIÓN<br />

AGENDA<br />

de Wozzeck (bien que ahí se emplee la escala de tonos en<br />

lugar de la escala cromática). El passus duriusculus sería el<br />

ascenso final, en la medida en que conduce a una cláusula.<br />

Pero esa resolución resulta engañosa en la medida en que<br />

se trata de un acorde de séptima de dominante que flota<br />

sobre el silencio sin descansar sobre el de la menor que<br />

debería sucederle y que abrocharía el sentido cadencial: el<br />

anclaje tonal resulta ambiguo puesto que esos cuatro compases<br />

se repiten sin variación un tono y, a continuación,<br />

tono y medio más arriba, vagando sin definir tonalidad<br />

alguna (¿cómo interpretarlo sin leer la partitura?). Sin que<br />

ello signifique necesariamente<br />

contradecir la tesis<br />

de Krones, lo cierto es que<br />

esos cuatro primeros compases,<br />

considerados en su<br />

integridad como una sola<br />

figura, bien pueden entenderse<br />

como una dubitatio<br />

que se desplaza a través de<br />

un espacio desoladora e<br />

inquietantemente vacío: el<br />

conjunto de esos doce primeros<br />

compases sería<br />

entonces una anabasis, un<br />

movimiento ascensional en<br />

el que esa figura no alcanza<br />

su certeza hasta el compás<br />

dieciocho (tras una apocope<br />

dos veces repetida en que<br />

el tema queda reducido a su<br />

intervalo cromático final de<br />

tan sólo dos notas), con la<br />

liberadora resolución sobre<br />

fa mayor a través de un<br />

amplio passus duriusculus (el compás<br />

diecisiete y la primera parte del siguiente)<br />

y la llegada del segundo tema, la<br />

arrebatadora melodía que se asociará<br />

más tarde a la mirada de los amantes tras<br />

beber el filtro. Pero también cabría interpretar<br />

en su conjunto toda esa secuencia<br />

inicial como suspiratio (una unidad<br />

melódica interrumpida por silencios,<br />

ahora según la terminología de Mattheson).<br />

De este modo, todo el exordium<br />

del preludio de Tristan (es decir: la parte que contiene los<br />

dos grandes temas que se elaborarán seguidamente y que<br />

constituyen una parte sustancial de la materia músico-dramática<br />

de la obra) sería un noema que opone una secuencia<br />

interrumpida por silencios a otra que articula una continuidad<br />

melódica que, construida como se halla por la repetición<br />

de un mismo motivo que asciende grado a grado, formalizaría<br />

una auxesis, hasta finalizar con el climax que se<br />

alcanza en el compás veintiuno con el si bemol agudo para<br />

descender luego y resolver momentáneamente sobre un sol<br />

antes de pasar a un segmento de transición.<br />

Intemporalidades del lenguaje: sólo al disolverse enteramente<br />

la articulación musical (en último extremo: con ciertas<br />

obras de Ligeti y de Xenakis) ha sido posible trascender<br />

definitivamente la retórica.<br />

José Luis Téllez<br />

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