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mujeres y equidad - Ediciones Universitarias

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Mónica LavínNovelista, cuentista y ensayista. En su amplia obra literaria destacan los libros Café cortado,La corredora de Cuemanco y el aficionado a Schubert, Hotel Limbo, Yo, la peor(Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2010) y Pasarse de la raya. Suscuentos han sido traducidos a varios idiomas. Es profesora investigadora en la Academia deCreación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y miembro delSistema Nacional de Creadores.A Ana García BerguaNo solía ser así. Debe ser la edad. Hace cosas inesperadas:nos arruga y nos seca y nos cansa lavista pero compensa con la manera en que percibimoslos detalles. Imagino que no le pasa atodo el mundo. Pero a mí sí, tal vez vivir sola ypasar muchos ratos en silencio ha agudizadomi contemplación y agradecimiento por lo que vale la pena. Yasé, pensarán que soy de un optimismo cursi y se podría decir quesí, aunque yo desdeñara antes a las personas que se conmovierancon los lugares comunes. No le sonrío a cualquiera como unaestúpida. Tampoco le ando agradeciendo a dios nada, tan sólo esque me basta con cosas pequeñas; con que alguien me salude enlas escaleras del edificio, con que alguien note que traigo unablusa distinta o con sentarme en un café a mirar a la gente. Babosadas,dicen mis primas que se han vuelto intolerantes. Yo nosé por qué a ellas la edad les ha jugado mal. Quieren un ajuste decuentas con la vida, tienen reclamos, se quejan. De la ciudad, deltransporte, de lo caro de los doctores, de lo caro de los restaurantes,de lo mal educado de la gente. De que una tuvo marido yfue un bueno para nada, de que la otra dejó pasar al amante casadoque la trataba como reinita pero que nunca dejó a la brujade la esposa. Supongo que un día la vida nos pone en una ygriega: pásela bien, lo mejor que decentemente pueda, o pongauna lupa, un telescopio a la Galileo a los defectos humanos, físicos,estéticos de sus congéneres y del espacio. Yo opté por elbrazo más ligero de esa disyuntiva; el más cercano a la alegría. Ano pedir demasiado de nada ni de nadie. Tal vez ni de mí misma.Ya es muy tarde para andar con exigencias y desmesuras. Se puedeaderezar de asombro una vida de medio tono. Aunque hoy, síseñores, hoy me siento al borde de la desmesura. Esa serena tranquilidadde la que les hablo ha sido sacudida por lo inesperado.Verán, yo me levanto todos los días como a las siete de la mañana,vivo de mi jubilación y tengo un departamento propio asíque ya no tengo que ver cómo me las arreglo económicamente.Mi sueldo apretado me orilló a no ser muy gastalona y vivir solame permitió unos ahorritos. Salgo a caminar. Un poco de aire,de sol, de estiramiento de piernas y sobre todo de toparme conrostros. Cuando una vive sola se desacostumbra al diálogo y ainterpretar los gestos. Y luego hasta resulta cómodo ni molestarsecon ello. Pero tengo miedo que un día abra la boca y me salgaun gruñido. Algo así como los ruidos iniciales de un Cromagnonpara hacerse entender. No cabe duda que el lenguaje es asuntosocial. Por eso veo la tele, hablo por teléfono con mis sobrinos,con la tía Dora, con las quejosas primas Andrea y Mirella, con elex marido de Mirella que está muy deprimido y necesita unavoz, pero no quiere salir a la calle ni que nadie vaya a visitarlo.Ella me ha contado eso y yo he sentido que comprendo a Joaquín,tan dependiente de mi prima. Con ganas de lanzar palabras,de hacer gimnasia de lenguaje, pues le llamo cada cuatrodías. Lo oigo respirar y eso me asegura que no se ha muerto. Yoplatico y él calla; no me preocupo demasiado en decirle cosassensatas o darle consejos para la vida, ni tampoco espero sus comentarios.Quién soy yo para ello, a veces le hablo de vinos, delClub del Vino al que estoy suscrita y de las cosas que he aprendido.Que el cuerpo, la nariz, la transparencia. Se habla de elloscomo si fueran personas, le digo riendo. Además soy muy prudentey no le hablo de las amigas viudas ni de recuerdos amorosos.Aunque la verdad es que no tengo un gran amor a quiénañorar. Uno que me gustaba del archivo era casado, otro que mepretendió luego era muy llorón, uno muy simpático y viajadome proponía que viviera con él y su antigua novia que no se ibade casa porque estaba deshecha. Le haría bien mi compañía, dijo,siendo yo tan comprensiva. Muy comprensiva pero sin ganas dezozobras ajenas. Hubiera querido un señor con buen carácter ytrabajador para amanecer todos los días, para cenar por las noches,para sentirme acompañada los fines de semana. No eramucho pedir pero no sucedió. Emparejarse es cosa de coincidiren el tiempo. Y yo huía del primero que notaba celoso, borracho,mandón. Ahora no sé qué haría con el señor de los amaneceresy de las noches. ¿Me habría aburrido? ¿Me habría bastado con elsilencio compartido? Pude haber tenido hijos de haber tenidoseñor y otros rostros me asaltarían y no tendría que hacer gim-

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