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mujeres y equidad - Ediciones Universitarias

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Foto; Corbispiso en piso con el olfato muy alerta por si el aroma a vainilla mepasa de frente o me sale por las puertas, o emana del elevador.Un día me pareció que el señor Vigil, el abogado viudo del 203con el que me crucé al bajar las escaleras despedía un olor amantecada. Lo noté después de habernos cruzado, él subiendoyo bajando, y pensé que aquella estela de vainilla era una señal.Me detuve del barandal. Y lo miré por la espalda. Llevaba untraje café muy abrillantado. Me preguntó si me sentía bien yentonces noté su corbata ancha color vino y una camisa colorpaja. Cómo puede ser una llevada por los olores, tenía pésimogusto. Y además quién quiere ser la madrastra de unos vagos quesiempre andan con lentes oscuros. De la que me salvé, pensé. Lescuento todo esto no porque esté emocionada como al principio;la verdad, estoy agotada. Ya me cansé de lavar el vestido de lunarescada semana, de maquillarme dos veces al día, me duelen laspantorrillas por usar los tacones azules. Con el último vino querecibí, me cercioré de que el repartidor no fuera mi acosador,por no dejar, y solté aquello de “¿Y usted a qué vino?”, con locual él me miró como se mira a una rareza y dijo, sin humoralguno: “A entregarle su pedido”. De haber seguido el juegopodría haber dicho y “Dónde me lo va a entregar…”, pero eltipo no merecía juego alguno. Además de insulso y poco cordial,tenía mal aliento. Quién lo hubiera dicho, deberían hacerles exámenesmás concienzudos cuando los contratan para oficioscomo llevar el vino a la casa. No sé si deba cambiarme de club.Estas cosas me molestan y reconozco que me estoy pareciendo amis primas. Hace un mes me hubiera puesto feliz al leer: “Frescoy joven, ligera astringencia, sabor afrutado”. Ahora me parecióuna mala broma. Cómo iba yo a salir a buscar al pretendientebajo esa clasificación. No lo haría. Hablaría al Club del Vino ycancelaría mi membresía. También dejaría por la paz esta pesquisainútil. Haría un esfuerzo por volver a mi regocijo con las cosassimples. Abrí la botella en la cocina con aquel descorchador queincluía la promoción, y lo vertí en la copa. Sentí una nostalgiaanticipada, como una despedida. La ilusión no viajaba en tranvía.Le di vueltas a la copa como había aprendido a hacer en el cursoaudiovisual que acompañaba la membresía y lo olí. Narizafrutada efectivamente. Me llevé un primer trago a la boca, frescoy astringente efectivamente. Me pareció ver una sombra en laventana cuando bajé la copa, un sonido sofocado. Deslicé una delas ventanas y descubrí a un joven que se desconcertó.—¿Busca a alguien?Se turbó todo.—Este, a su hija Gracia, señora.—¿Gracia? Yo no tengo hija.Antes de saber más, el chico salió corriendo. Volví a la sala conmi copa y un tazón de almendras que le van bien. Había otranota bajo la puerta. “Necesito verte”, estaba escrito con firmeza.Muy bueno este vino valenciano, joven y astringente. Despuésde todo creo que el Club del Vino es un buen club. Los enólogoshacen recomendaciones acertadas. Se lo diré al ex marido deMirella. Aunque no me haga caso.Ibero 43

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