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Atmósfera alpina Philippe Rahm 127lidad y verticalidad. Es una geología blanca reducida a unospocos elementos.Además del fenómeno de la reverberación de la nieve, habíaen la geología blanca un segundo elemento que hacíareferencia a la montaña: un paisaje cuyas formas sonel resultado de las presiones geológicas y tectónicas queconforman el paisaje alpino. Las obras de Paul Scheerbartsobre la arquitectura de cristal, reluciente como el cristalde los glaciares, se relacionan con las de Bruno Taut sobrela arquitectura alpina en la búsqueda de formas cristalinas ygraníticas originales, cuya estética se inscribiría en los procesosgeológicos que irrumpen en la montaña. Esta idea encuentraverdaderamente tales premisas en los estudios deViollet-Le-Duc en El macizo del Mont Blanc, donde tras lasformas imperfectas que percibimos en las montañas rebrotauna geometría perfecta que estaba oculta: la de los másbellos cristales de cuarzo, polígonos de lados prominentes,romboedros y cristalinos esquistos. Esta búsqueda de laforma original, la Urform de Goethe, es una forma que noprocede de ningún formalismo. Este origen de la forma es,un poco, el que perseguiríamos en el dibujo de la geologíablanca, el cual nada debe a la subjetividad sino que sería unaconsecuencia formal de las fuerzas geométricas y del pesoespecífico de las obras de artes exhibidas.Más que un proyecto arquitectónico, proponemos un procesogeológico a pequeña escala, generado por la fuerza delas propias obras de arte. Es, ante todo, una superficie enel espacio, un rectángulo blanco de 125 x 24 metros quecomenzará a deformarse, a ahuecarse y a hincharse a partirde un juego de fuerzas propio del lenguaje geológico dela formación del paisaje mediante movimientos tectónicos,deformaciones, presiones, depresiones y plegamientos. Aquíson las fuerzas abstractas las que se encuentran en el origende los movimientos y de las deformaciones plásticas de esteterritorio, las propias fuerzas de las obras de arte. A cadauna de las obras se le asigna, de entrada, un mismo espacioy un mismo volumen. Después, en función de sus dimensionesfísicas y de la distancia necesaria que tiene que haberentre ellas y el observador, comenzarán a desplazarse lasunas a las otras en un movimiento parecido al de las placastectónicas. En función de la luz y el peso requeridos, terminaránpor deformar la superficie, ahuecarla e hincharla hastaque surjan de ella volúmenes en los que hundirse. Lo que sepropone, por lo tanto, es un instrumento museográfico modificado:no es la obra de arte la que se adapta a la arquitectura,sino la arquitectura la que se pliega a las exigenciasde la obra de arte. En un juego de movimientos mutuos dedesplazamientos y equilibrios recíprocos y simultáneos, lasobras, en su conjunto, terminan por provocar el surgimientode un paisaje. Un paisaje que se transforma, se ahueca y sehincha, creando por debajo espacios conformados por la luznatural del Grand Palais y, por encima, espacios abiertos alas variaciones naturales de la luz solar. Superficial, objetiva,sin profundidad y sin misterio, la superficie de la geologíatiene un índice de reverberación similar al de la nieve, un80%, donde se disipan sombras y ornamentos.Traducción de Eugenio Castro