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Mito e historia en el teatro de Lope de Vega 49Julián considera que su hija estará más segura, lejos del peligro musulmán,si ella, a su vez, ofrece sus servicios a la reina. Irónicamente, las palabras deJulián: «las honras quedan bien/ en las manos de los reyes» (Fol. 121r, col.B), se van a ver pronto desmentidas por la realidad. La honra de Florinda,y en consecuencia la de su padre, quedará muy mal parada bajo la supuestaprotección real, pero las mujeres, siempre perdedoras en relaciones de poderdesiguales, aunque motivo de preocupación constante para sus familiaresmasculinos, son también piezas necesarias en las transacciones políticas. Laposición de Julián en la corte se beneficiaría de la proximidad de su hija a lareina; pero, además, las palabras del conde reflejan las ideas políticas desarrolladaspor los canonistas a lo largo de la Edad Media, según las cuales elmonarca, como cabeza del cuerpo político, era responsable de la salud de losmiembros que componían la corporación.Una vez solo, tras la salida de escena de Florinda y su padre, el rey monologasorprendido de que su amor por Zara se haya acabado tan pronto.Descubre, además, que el vacío dejado por Zara ha sido ya ocupado porFlorinda y se asombra de la perturbación que una simple mujer puede causaren el ánimo de un rey:Yo por querer transformarme,en ella como mujer,llego en mirándola a hallarme,porque ella tiene mi ser,y así me obliga a turbarme (Fol. 122v, col. A).En el contexto de una sociedad patriarcal y guerrera, la retórica amorosaempleada por Rodrigo conlleva su feminización, al quedar esclavo de unapasión que lo coloca en situación de inferioridad respecto a Florinda. A losargumentos y porfiada resistencia de su presa, Rodrigo objeta: «Ni quierolo que no es justo,/ por ser rey, sino pasión/ justa de un amor injusto» (Fol.122v, col. B). Ella es el espejo en que se mira y se ve reflejado, extraña identificaciónque la misma Florinda le reprocha en términos tomados del discursomisógino: «Señor/ ¿la fuerza de un grande amor/ consiste en obedecer unrey a una vil mujer?» (Fol. 123r, col. A).También en Corral la hija del conde don Julián se defiende de Rodrigoen porfiada contienda verbal. Su situación es difícil y paradójica. Atrapadaen las ironías del código patriarcal, por una parte, no quiere desobedecer aRodrigo quien pide al conde don Julián que traiga a su hija a la corte para servir a la reina,petición a la que el conde accede halagado (Corral: 21). La mayoría de los romances deeste ciclo también llaman del mismo modo que Corral a la hija del conde Julián. El 590 deDurán es el primero en llamarla Florinda.

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