60Teresa J. Kirschner y Dolores ClaveroSolmira:Zulema:Pelayo:Solmira:¡Mueran, mueran!¡Oh Mahoma!¡Pégales bien!¡Bien les doy! (Fol. 132v, cols. A y B).Versión femenina del rudo y gallardo Pelayo, se nos presenta ahora un procesoinverso del que aconteció con Rodrigo. Si bien este último se «feminizó»en su contacto con Zara y Florinda, perdiendo los atributos de mando, aquíes la mujer la que se masculiniza en su contacto con Pelayo, adquiriendo lapersonalidad de guerrero arrojado con los atributos subyacentes de destreza,valor, temple y demás.Cuando Solmira reaparece en escena, continúa batallando espada en mano,(«Salga Solmira, y otros moros acuchillándose» 28 ) (Fol. 134v, col. A).Este papel sigue manteniéndolo en su confrontación con Abraidos y en elmomento de la victoria del bando cristiano, en que su nombre aparece junto alos de los vencedores que rodean al heroico Pelayo («Salgan Pelayo, Ilderido(sic), Solmira, Adulfo, Anagildos» [Fol. 136v, col. A]).No obstante, una vez la paz restaurada, la rebelde y batalladora Solmiratiene que ser metamorfoseada en la Solmira cortesana, controlada por suhermano, el rey. Su domesticación tiene lugar durante la escena del triunfofinal, en la que ella está presente. Su persona, con su consentimiento, esusada por Pelayo como prenda para recompensar los servicios de Ilderico,su futuro esposo.El ciclo de las tres opciones femeninas se ha completado: de honorabley mártir (María) a deshonrada y perdida (Cava), se ha llegado a una Solmirahonrada y casada, o sea puesta bajo el tutelaje de un marido al que debe obediencia.La Solmira libre, independiente y soltera no podía mantenerse unavez el orden prevalente ha sido establecido.4. Apoteosis final y conclusiónLa feminización de Rodrigo, sobre la que tanto se insiste en esta pieza, estanto más repudiable en el contexto de una sociedad militar en la que lascualidades viriles se valoran por encima de todo. El abandono del rey a supasión amorosa tiene por resultado su descuido del reino, lo que le encontrarátotalmente desprevenido para hacer frente a la acometida musulmana. Esentonces cuando el paradigma de lo masculino, tan deslucido hasta la fecha,será milagrosa y reciamente ocupado por Pelayo, rescatador del cristianismoy de la monarquía visigoda. Su caracterización en la pieza nos lo presenta co-28. Tanto la Parte XXV (408) como Sáinz de Robles (656, B) dicen: «acuchillándola».
Mito e historia en el teatro de Lope de Vega 61mo la antítesis del cortesano adulador e intrigante. Sin querer tomar parte enconspiraciones palatinas, reside en las fragosidades montañosas de Asturias,paisaje con el que Pelayo se identifica, prefiriendo pieles de animales salvajesa sedas y artificios. Presenta así la imagen arquetípica del rudo godoque describe con entusiasmo Morales en su Crónica General de España:«Su vestido ordinario eran forros de diversas pieles de animales» (Cabranes-Grant: 124). En oposición al incauto Rodrigo, quien cree que la amenazamusulmana será fácilmente contrarrestada, Pelayo parece vivir en perpetuoestado de vigilancia. Su valentía y sentido de servicio a los ideales cristianosy heroicos se manifiesta tanto en su defensa del solar patrio como en lade su hermana Solmira, cuando ésta es raptada por el moro Abraidos. Consólo unos pocos montañeses medio desnudos, «bárbaros y rudos,/ mas quepelean como mil leones», según palabras del enemigo (Fol. 132v, col. A), ycon burdos «dardos» (Fol. 131r, col. A) como arma de defensa, será el únicomiembro de la aristocracia goda que podrá contener el avance arrollador delIslam al alcanzar la victoria de Covadonga.Por estos pasos se llega a la apoteosis final, que tiene lugar con la apariciónde Pelayo, solo en escena, apostrofando a una España personificada(«España entre y córrese una cortina en que se vea un lienzo con muchosretratos de reyes pequeños» [Parte XXV, 411]) en un monólogo exaltadoencapsulador del mensaje político. Para lograr el cierre oportuno Lope conectacon pericia el final de la comedia con el comienzo, en el que Rodrigohabía justificado ante los godos su acceso al trono. Si a Rodrigo se le entregóuna corona y un cetro precarios tras dudosas maniobras políticas, a Pelayose le corona unánimemente en escena con el laurel de una victoria ganadaen buena lid y por sus propios méritos («Sale toda la compañía con ramos,Ilderico con el laurel y corónenle» [Fol. 136v, col. A]). Es Pelayo quien sedeclara ahora piedra angular sobre la que se construirá la nueva España, yfénix que renace de las cenizas de Rodrigo. La muerte de éste se percibecomo necesaria para este proceso de purificación y renovación que anticipaun futuro glorioso, proceso en el que las esencias nacionales cristianas yguerreras están materializadas en la sangre de los godos. Además, con lacolección de cuadros de monarcas, introducida sea por Lope mismo sea porel autor de comedias que representó la obra 29 , se está intentando equiparar ellustre del providencial ascenso de Pelayo al trono en el pasado remoto con elde la monarquía reinante.Sin embargo, y a pesar de este final que consolida el triunfo de valoreseminentemente patriarcales, Lope logra introducir una innovación en su co-29. Esta didascalia no aparece en la Parte VIII.