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Velorios y santos vivos - Museo Nacional

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<strong>Velorios</strong> y <strong>santos</strong> V i V osUréEn el departamento de Córdoba, asiento de un antiguo palenque y punto obligado de lacartografía religiosa de las afrocolombias, debido a celebraciones como las de Semana Santa y lapreponderancia del latín en los cantos y ritos católicos. El antropólogo Alejandro Camargo visitó ala comunidad durante la Semana Santa de 2008.A los miembros de cada comunidad visitada les explicamos el sentido y propósito delproyecto, una tarea que requirió aclarar qué es un <strong>Museo</strong> <strong>Nacional</strong> y en qué consiste la urgenciapolítica y ciudadana de hacer visibles a la nación, dentro de ese espacio, los aportes de lascomunidades negras, afrocolombianas, palenqueras y raizales.Otra explicación necesaria, y no siempre fácil de ofrecer, fue por qué la exposición rendíaun homenaje a los muertos insepultos. En el Archipiélago raizal un tema muy sensible es el de losnáufragos contemporáneos. Hay muchos dolientes de quienes han muerto o han sido apresados enalta mar, pero ese dolor tiene raíces en la ilegalidad que algunos se han visto forzados a practicarpor falta de oportunidades económicas, aunque entren en severa contradicción con la moralbautista y adventista preponderante entre los raizales. En el resto de las regiones de Afrocolombia,el conflicto armado no sólo se ha traducido en destierro y represión, sino en el aniquilamiento departe del ceremonial fúnebre. Esas comunidades son consientes de las pérdidas tan profundas queestán sufriendo. Sin embargo, el dolor y la impotencia individual no son fáciles de verbalizar antedesconocidos.Es difícil disociar las palabras <strong>Museo</strong> y Bogotá de la noción de patrimonio, que se popularizaa medida que los líderes comunitarios ganan profesionalismo en las gestiones culturales antelas ong y agencias nacionales o regionales. Nos interrogaban por el destino de los registros queharíamos sobre las ceremonias y objetos de valor intangible en lo simbólico y lo artístico. Nospreguntaban si serían víctimas de otra expropiación o si estaríamos en capacidad de garantizarlessus derechos patrimoniales. Nuestra respuesta se fundamentó en el pasado académico.Explicamos que libros como De sol a sol (Friedemann y Arocha, 1986) se habían fundamentado eninvestigaciones comparables a la que hacíamos en esa ocasión en asocio con el <strong>Museo</strong> <strong>Nacional</strong> y elMinisterio de Cultura, y que de ese volumen habíamos impreso quinientos ejemplares adicionalespara distribuirlos entre las organizaciones comunitarias, de modo tal que tuvieran a su alcance losresultados de un esfuerzo, que, además se basaba en un lenguaje de cuya accesibilidad daban fe lostalleres de lectura y comprensión que habíamos llevado a cabo con líderes comunitarios, a medidaque avanzábamos en la escritura de los diferentes capítulos que lo componían.Mencionar esa publicación aclaró nuestras intenciones, y el posterior envío de copias delos registros digitales de fotografía, video y audio constituyó garantía de cumplimiento. Seránrefuerzos adicionales el contacto frecuente con miembros de esas comunidades, la invitación a queen agosto de 2008 sean sus miembros los arquitectos y arquitectas de altares, que viajen a Bogotápara armarlos y que el <strong>Museo</strong> <strong>Nacional</strong> monte una exposición itinerante que llegue a esas regiones.En este mismo sentido, fue evidente el influjo de la televisión. Por ejemplo, en Yarumalesfuimos recibidos por las mujeres sabias de la comunidad. Les explicamos nuestras intenciones yde inmediato pidieron que su región quedara representada por las Adoraciones del Niño Dios quecelebran entre febrero y marzo. Cuando les pedimos que nos precisaran sus aspiraciones y vieronnuestras cámaras, de inmediato trajeron una tambora e invitaron a niños y niñas a que montaranuna fuga como las que hacen frente al pesebre. Después de que los filmáramos, preguntaron con28

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