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Velorios y santos vivos - Museo Nacional

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<strong>Velorios</strong> y <strong>santos</strong> V i V osAl seguir la agenda de la trata transatlántica, se pensaría que las comunidades negras actualestienen diversos orígenes, dependiendo del período de importación, de la región donde ocurrió lacaptura, de la filiación étnica preponderante –mas no exclusiva– de los capturados, a saber (Arocha,et al. 2007; Maya 2005: 17-38 y 173-214):(i) 1500-1533, río Guadalquivir-Andalucía, “negros ladinos” y cristianizados.(2A) 1533-1580, curso medio del río Níger, ríos Senegal y Gambia, gente islamizada defiliaciones Mande, Yolofo y Serere, entre otras.(2B) 1533-1580, ríos de Guinea; branes, zapes y biáfaras, con sistemas religiosos influidos porla filosofía del Muntu para la cual el universo simbólico está integrado con la naturaleza; los <strong>vivos</strong>con los ancestros, y el tiempo con el espacio.(3) 1580-1640, río Congo, gente de filiación lingüística Bantú, muy probablementeoriginadora de la filosofía integracionista del Muntu.(4) 1640-1700, ríos Bandana, Volta y demás caudales, habitados por gente de filiaciónlingüística Akan, como ashanties, fanties, baulés y añis, entre otros, renombrados por ser minerosdel oro y orfebres.(5) 1700-1775, curso bajo del Níger, Volta, Cross y Calabar, territorios de genteintegracionista afiliada con las entonaciones Lucumí, Ewé, Fon e Igbo.Pues bien, pese a la enorme diversidad en sus lenguas y conductas, el denominador común detodos esos pueblos consistió en considerar a los antepasados parte de las familias vivientes y, porconsiguiente, en tener cultos muy complejos en honor de los ancestros.Uno de esos cultos, el de los lucumíes, parte de la premisa referente a que las deidades uorichas son antepasados mayores. Esa tradición floreció en las Américas, donde <strong>santos</strong> y vírgenescatólicos sirvieron para camuflar la identidad de los orichas y se incorporaron a la vida cotidianaen calidad de parientes y antepasados. En este sentido, la siguiente anécdota es significativa: aprincipios de la década de los años 1970, la antropóloga Nina S. de Friedemann viajó a la región deBarbacoas con un grupo de sus estudiantes de la Universidad <strong>Nacional</strong>. Observaban las procesionesen balsas que los mineros de la región hacen en honor de la Virgen de Atocha y fueron testigos delcariño con que una capitana de las fiestas vestía a la imagen con sus mejores joyas y galas. Uno delos estudiantes, Hernando Sabogal, preguntó:– ¿Cuánto tiempo hace que usted viste a la virgen?–Toda la vida– le contestó doña Aurelia Lemos, añadiendo: – ¿No ve usté que yo soy lamadre de la virgen? (Friedemann y Arocha, 1986: 405).Del mismo modo, sistemas clasificatorios como los que operan en el litoral pacífico facilitantal membrecía familiar. A esos sistemas los caracteriza que la generación de los hijos use el mismotérmino –tío o tía– para calificar a los y las parientes de la generación del padre o de la madre. Asu vez, estos últimos se valen de los mismos términos –sobrino o sobrina– para denominar a losmiembros de la generación de sus hijos e hijas. En este sentido, la historiadora Adriana Maya citaversos de dos alabaos que Hechtor Fernando Segura Ramírez recogió en Timbiquí. El primero serefiere a la Virgen y el segundo a Jesús (Maya, 2005: 691):La Virgen se arrodilló ySan Juan se levantó22

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