Con frecuencia se les dota de funciones excesivamente genéricas e imprecisas.Desde nuestro punto de vista, afirman D.Holland y N. Quinn, los modelosculturales subyacentes del mismo orden - y en algunos casos los mismosmodelos culturales subyacentes, se utilizan para ejecutar una gran variedadde tareas cognitivas. A veces estos modelos culturales sirven para fijarmetas para la acción, en ocasiones se usan en la planificación de larealización de esas metas o para dirigir su consecución, a veces para darsentido a las acciones de los demás y entender sus objetivos, a veces paraproducir verbalizaciones que pueden jugar su papel en todos estos proyectosy en la subsecuente interpretación de lo que ha sucedido" (Quinn y Holland1987, 6-7).Es decir, los modelos pueden ser utilizados o no, se puede recurrir a ellosparcial o totalmente y en cualquier caso admiten modificacionesindividuales, e incluso dos individuos pueden compartir los mismos esquemaspero unirlos de forma distinta y, en consecuencia, actuar de maneradiferente (Strauss 1992, 12).El mayor problema con el que se encuentran los antropólogos cognitivos esel de explicar cómo esta estructuras tan sumamente flexibles pueden sercompartidas, sin recurrir a postulados configuracionistas. desde mi puntode vista esto resulta bastante difícil si los conceptos de modelos yesquemas se mantienen como estructuras organizadas. Por muchas que sean lasvariaciones que puedan sobrevenir a esas estructuraciones, parece que elhecho de admitir ese mínimo de organización implica una ciertaconfiguración de los sujetos a través de procesos enculturativos. Por estemotivo, entiendo que la situación real queda mejor descrita si consideramosla competencia cultural como un conjunto de recursos de conocimiento yconducta. El concepto de modelo tiene connotaciones que no se cumplen nisiquiera en las descripciones de los que los proponen. En contraposición alconcepto de modelo, los recursos deberían entenderse como conocimientos queno tienen ninguna organización al margen de su misma puesta en práctica.Por otra parte, cada vez se da más importancia a la conducta comogeneradora de modelos, en vez de tratarla como una consecuencia de ellos.En este sentido están evolucionando últimamente las investigacionescognitivas en contextos culturales. Dougherty y Keller (1982, 763 ss.) hanestudiado las organizaciones cognitivas basadas en tareas -taskonomy-, yllegan a la conclusión de que "la orientación cognitiva, depende de lascaracterísticas particulares de las tareas, del conjunto de procedimientosutilizados y de los utensilios y materiales individuales." A la mismaconclusión llega Lave (1988) en su estudio sobre la la cognición en tareasde la vida cotidiana.Es decir, no se explican las acciones por una determinada organizacióncognitiva, más o menos fija, sino que son las acciones las que actualizanlos sistemas de organización de la información. En un buen número de casoslas opciones individuales son rutinarias. La rutina es un ejemplo claro deque los constructos cognitivos están modelados por las prácticas sociales.Algo parecido ocurre con las experiencias exitosas que tienen lugar en ungrupo social y que, si son reiteradas por los sujetos, es precisamente porsu realización eficaz. Es verdad que no todos los constructos cognitivosque parecen compartidos se originan como consecuencia de rutinas y deexperiencias exitosas pero, en cualquier caso, el análisis del contexto nospermite detectar otros condicionantes de la toma de decisiones que lo son,al mismo tiempo, de la organización cognitiva de la situación (García1996c).4. ACONTECIMIENTOS DE IDENTIDADOtro de los conceptos emblemáticos al tratar los problemas multiculturales,es el de identidad cultural. Si la cultura es una organización de ladiversidad que no genera configuraciones psicológicas, cabe asumir que laidentidad cultural no es algo sustantivo y permanente. Actualmente setiende a pensar que la identidad es un proceso. Es decir, frente a20
concepciones esencialistas prevalecen hoy día visiones mucho más flexibles,que dan cabida no sólo al cambio social, sino también a una multiplicidadde formas inherentes en el mismo proceso de identificación. Admitiendo loanterior, pienso que la llamada identidad cultural es todavía más efímera ytransitoria: se limita a ser un simple acontecimiento contingente. Así puesotro de los conceptos claves para dar cuenta de las similitudes ydiferencias entre los pueblos tiene una realidad huidiza y, en el mejor delos casos, tan contextual como los mismos fenómenos a los que, comoacontecimiento, suele acompañar.En consecuencia la identidad tiene lugar, se produce, es un suceso puntual.Con ello quiero indicar que el proceso de identidad se genera puntualmenteen distintos contextos sociales y aparece como un fenómeno nonecesariamente igual a sí mismo en cada manifestación individual ocolectiva. (García 1996 a)No voy a negar que este acontecimiento puede desencadenarse a partir defenómenos mucho más transcendentes, como pueden ser la interacción social,la interdependencia económica o simplemente las constriccionesinterpersonales que contribuyen a consolidar lo que he denominadoorganización de la diversidad. Pero todos estos fenómenos tienden a ser denaturaleza muy diferente a la de los procesos de identidad. No sonproductos de naturaleza psíquica o mental. La identidad, por su parte, esun acontecimiento fuertemente cargado de afectividad y de empatía. Losfundamentos de estas expresiones psicológicas suelen serconceptualizaciones de las propias vivencias y de la propia competencia,generalizadas e idealizadas. En el ámbito de la identidad, la cultura puedefuncionar como un cúmulo de recursos del que los usuarios echan mano dediferente manera, en distintos momentos y contextos y con resultados quepueden tener bastante de imprevisibles.Se puede pues afirmar que los procesos de identificación, aunque emergen enmomentos de empatía colectiva, no suponen un estado continuado denaturaleza psicológica, sino que "suceden" y se concretan en situacionespuntuales, en ocasiones tan efímeras como las elaboraciones retóricas sobrelas que se construyen.En el contexto del multiculturalismo, se pueden hacer otras precisionessobre el proceso de identificación. El concepto de multiculturalismo, comose ha dicho, implica la delimitación más o menos sustantiva de la cultura,y ello se produce por la construcción de fronteras espacio-temporales entorno a las configuraciones identitarias, aunque los fenómenos sociales quetienen lugar en los grupos humanos sean de naturaleza muy distinta.Resulta totalmente imposible encontrar los fundamentos de loscomportamientos culturales (de los recursos disponibles en un colectivo),sin traspasar los límites administrativos en los que tendemos a encajar lasculturas. Seguir la pista de estos comportamientos no sólo nos llevaría alpasado, sino que nos obligaría a traspasar fronteras espaciales y a buscarel sentido de nuestros recursos en las culturas de los otros. A nadie se leescapa que el trasiego de formas culturales, amplificado por latrascendencia de los sistemas de comunicación en el mundo actual, hagenerado nuevos acontecimientos identitarios, en los que los participantesse clasifican más adecuadamente por edades, profesiones o aficiones, quepor cualquier criterio de pertenencia administrativa. Las peculiaridadesobservadas en la juventud occidental, en determinados acontecimientos enlos que se ritualizan retóricamente sus valores comunes, contrastan, por suhomogeneización, frente a los problemas intergeneracionales que les sirvende referente opositivo para constituirse. Lo paradójico de la situación esque la construcción de una identidad sin fronteras se niegan los mecanismosmás básicos de los procesos identitarios intraculturales: nada menos que latransmisión cultural, a través de las generaciones, de los valoresancestrales del grupo.Desde un punto de vista más pragmático se puede decir que la utilizaciónretórica de la pertenencia común radica en la capacidad de los individuos21
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