Las llamas azules brotaban alrededor de los terrestres, brillaban un momento, y sedesvanecían. Unos diablillos de arena roja corrían entre los dientes de los hombresdormidos. Las mujeres se transformaban en serpientes aceitosas. Había un olor dereptiles y bestias.Por la mañana todos estaban de pie, frescos, contentos, y normales. No había llamasni demonios. El capitán y sus hombres se habían acercado a la puerta de plata, con laesperanza de que se abriera.El señor Xxx llegó unas cuatro horas después. Los terrestres sospecharon que habíaestado esperando del otro lado de la puerta, espiándolos por lo menos durante tres horas.Con un gesto les pidió que lo acompañaran a una oficina pequeña.Era un hombre jovial, sonriente, si se lo juzgaba por su máscara. En ella estabanpintadas no una sonrisa, sino tres.Detrás de la máscara, su voz era la de un psiquiatra no tan sonriente.- Y bien, ¿qué pasa?- Usted cree que estamos locos, y no lo estamos - dijo el capitán.- Yo no creo que todos estén locos - replicó el psiquiatra señalando con una varita alcapitán -. El único loco es usted. Los otros son alucinaciones secundarias.El capitán se palmeó una rodilla.- ¡Ah, es eso! ¡Ahora comprendo por qué se rió el señor Iii cuando sugerí que mishombres firmaran los papeles!El psiquiatra rió a través de su sonrisa tallada.- Sí, ya me lo contó el señor Iii. Fue una broma excelente. ¿Qué estaba diciendo? Ah,sí. Alucinaciones secundarias. A veces vienen a verme mujeres con culebras en lasorejas. Cuando las curo, las culebras se disipan.- Nosotros nos alegraremos de que nos cure. Siga.El señor Xxx pareció sorprenderse- Es raro. No son muchos los que quieren curarse. Le advierto a usted que eltratamiento es muy severo.- ¡Siga curándonos! Pronto sabrá que estamos cuerdos.- Permítame que examine sus papeles. Quiero saber si están en orden antes de iniciarel tratamiento. - Y el señor Xxx examinó el contenido de una carpeta. - Sí. Los casoscomo el suyo necesitan un tratamiento especial. Las personas de aquella sala son casosmuy simples. Pero cuando se llega como usted, debo advertírselo, a alucinacionesprimarias, secundarias, auditivas, olfativas y labiales, y a fantasías táctiles y ópticas, elasunto es grave. Es necesario recurrir a la eutanasia.El capitán se puso en pie de un salto y rugió:- Mire, ¡ya hemos aguantado bastante! ¡Sométanos a sus pruebas, verifique losreflejos, auscúltenos, exorcícenos, pregúntenos!- Hable libremente.El capitán habló, furioso, durante una hora. El psiquiatra escuchó.- Increíble. Nunca oí fantasía onírica más detallada.- ¡No diga estupideces! ¡Le enseñaremos nuestro cohete! - gritó el capitán.- Me gustaría verlo. ¿Puede usted manifestarlo en esa habitación?- Por supuesto. Está en ese fichero, en la letra C.El señor Xxx examinó atentamente el fichero, emitió un sonido de desaprobación, y locerró solemnemente.- ¿Por qué me ha engañado usted? El cohete no está aquí.- Claro que no, idiota. Ha sido una broma. ¿Bromea un loco?- Tiene usted unas bromas muy raras. Bueno, salgamos. Quiero ver su cohete.Era mediodía. Cuando llegaron al cohete hacía mucho calor.- Ajá.El psiquiatra se acercó a la nave y la golpeó. El metal resonó suavemente.
- ¿Puedo entrar? - preguntó con picardía.- Entre.El señor Xxx desapareció en el interior del cohete.- Esto es exasperante - dijo el capitán, mordisqueando un cigarro -. Volvería gustoso ala Tierra y les aconsejaría no ocuparse más de Marte. ¡Qué gentes más desconfiadas!- Me parece que aquí hay muchos locos, capitán. Por eso dudan tanto quizá.- Sí, pero es muy irritante.El psiquiatra salió de la nave después de hurgar, golpear, escuchar, oler y gustardurante media hora.- Y bien, ¿está usted convencido? - gritó el capitán como si el señor Xxx fuera sordo.El psiquiatra cerró los ojos y se rascó la nariz.- Nunca conocí ejemplo más increíble de alucinación sensorial y sugestión hipnótica.He examinado el «cohete», como lo llama usted. - Golpeó la coraza. - Lo oigo. Fantasíaauditiva. - Inspiró. - Lo huelo. Alucinación olfativa inducida por telepatía sensorial. - Acercósus labios al cohete. - Lo gusto. Fantasía labial.El psiquiatra estrechó la mano del capitán:- ¿Me permite que lo felicite? ¡Es usted un genio psicópata! Ha hecho usted un trabajocompleto. La tarea de proyectar una imaginaria vida psicópata en la mente de otrapersona por medio de la telepatía, y evitar que las alucinaciones se vayan debilitandosensorialmente, es casi imposible. Las gentes de mi pabellón se concentranhabitualmente en fantasías visuales, o cuando más en fantasías visuales y auditivascombinadas. ¡Usted ha logrado una síntesis total! ¡Su demencia es hermosísimamentecompleta!El capitán palideció:- ¿Mi demencia?- Sí. Qué demencia más hermosa. Metal, caucho, gravitadores, comida, ropa,combustible, armas, escaleras, tuercas, cucharas. He comprobado que en su nave haydiez mil artículos distintos. Nunca había visto tal complejidad. Hay hasta sombras debajode las literas y debajo de todo. ¡Qué poder de concentración! Y todo, no importan cuándoo cómo se pruebe, tiene olor, solidez, gusto, sonido. Permítame que lo abrace. - Elpsiquiatra abrazó al capitán. - Consignaré todo esto en lo que será mi mejor monografía.El mes que viene hablaré en la Academia Marciana. Mírese. Ha cambiado usted hasta elcolor de sus ojos, del amarillo al azul, y la tez de morena a sonrosada. ¡Y su ropa, y susmanos de cinco dedos en vez de seis! ¡Metamorfosis biológica a través del desequilibriopsicológico! Y sus tres amigos...El señor Xxx sacó un arma pequeña:- Es usted incurable, por supuesto. ¡Pobre hombre admirable! Muerto será más feliz.¿Quiere usted confiarme su última voluntad?- ¡Quieto por Dios! ¡No haga fuego!- Pobre criatura. Lo sacaré de esa miseria que lo llevó a imaginar este cohete y estostres hombres. Será interesantísimo ver cómo sus amigos y su cohete se disipan en cuantoyo lo mate. Con lo que observe hoy escribiré un excelente informe sobre la disolución delas imágenes neuróticas.- ¡Soy de la Tierra! Me llamo Jonathan Williams y estos...- Sí, ya lo sé - dijo suavemente el señor Xxx, y disparó su arma.El capitán cayó con una bala en el corazón. Los otros tres se pusieron a gritar.El señor Xxx los miró sorprendido.- ¿Siguen ustedes existiendo? ¡Soberbio! Alucinaciones que persisten en el tiempo y enel espacio. - Apuntó hacia ellos. - Bien, los disolveré con el miedo.- ¡No! - gritaron los tres hombres.- Petición auditiva, aun muerto el paciente - observó el señor Xxx mientras los hacíacaer con sus disparos.
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Wilder echó una ojeada a las manos
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